El colapso del mercado de valores: la antesala de una nueva recesión mundial

Los mercados de valores mundiales han estado desplomándose, desde Shanghái y Shenzhen hasta Londres y Nueva York. Un mar de luces rojas invadió las pantallas de los ordenadores de las bolsas de todo el mundo provocando el pánico total y ventas masivas. La conmoción y la incredulidad entre los inversores eran omnipresentes.

Los mercados de valores mundiales han estado desplomándose, desde Shanghái y Shenzhen hasta Londres y Nueva York. Un mar de luces rojas invadió las pantallas de los ordenadores de las bolsas de todo el mundo provocando el pánico total y ventas masivas. La conmoción y la incredulidad entre los inversores eran omnipresentes. Aunque el Dow Jones [indicador de la bolsa de Nueva York] se ha recuperado de sus peores pérdidas, una volatilidad extrema impregna todo el sistema. ¿Será este un accidente aislado, tras el cual las cosas volverán rápidamente a la normalidad, o el inicio de una serie de choques en una cadena interminable de acontecimientos?

 

Vale la pena recordar que la Depresión de la década de 1930 comenzó con el desplome de Wall Street en 1929 que, a su vez, produjo toda una serie de recuperaciones y caídas de los mercados a lo largo de los tres años siguientes. Las recuperaciones se mantenían durante meses, pero solo para dar paso a colapsos mayores. Naturalmente la historia nunca se repite con exactitud, pero sería absurdo ignorar estas similitudes.

Actualmente la estabilidad económica, o lo poco que quedaba de ella, se ha esfumado. La caída de las bolsas de valores el pasado lunes fue acompañada por un fuerte salto en la volatilidad en todas partes. El índice Vix de volatilidad, conocido como el «medidor del miedo» de Wall Street, subió el lunes un 42%, cerrando la jornada en 39,77 puntos – las lecturas por encima de los 20 puntos se consideran como una señal de inquietud de los inversores. Este incremento marcó la sexta subida diaria consecutiva de este índice, incluyendo su cuarto aumento directo de dos dígitos.

El colapso de los mercados de valores globales el lunes provocó un tumulto que hizo desaparecer centenares de miles de millones de dólares en acciones en todo el mundo. El primer país en ser golpeado fue China, seguida luego por los mercados de Asia y, sucesivamente, Europa y los EEUU, donde las bolsas estuvieron en caída libre. Larry Summers, ex secretario del Tesoro de los EEUU, tuiteó el eufemismo del siglo: “Esto podría ser grave”. George Osborne [Ministro de Hacienda británico] manifestó tan solo sus preocupaciones por China, pero nada más. Parecen estar tan confusos y desorientados como debían de estarlo los pasajeros de primera clase del Titanic al preguntar sobre las súbitas vibraciones del barco.

Un gran problema en la “no tan pequeña” China

La bolsa de valores de Shanghái había caído un 11,5% la semana anterior lo cual provocó la intervención de las autoridades. Dicha intervención, sin embargo, tuvo poco efecto. Inyectaron dinero, pero la volatilidad continuó. El «Lunes Negro» la bolsa de valores de Shanghái experimentó su peor día de operaciones desde febrero de 2007. Después de la apertura el mercado se vino abajo en su primer segundo de negociaciones: ¡una caída del 9% que acabó con las ganancias de todo el año! Al final del día, el mercado había caído un significativo 8,5%, intensificando aún más los temores sobre una desaceleración económica. Este miedo se extendió por todo el mundo, afectando a los mercados de valores como un virus incontrolable. Hoy [el 26 de agosto], el índice de Shanghái ha caído otro 7,6% adicional.

“Es un momento clave para China”, dijo Angus Nicholson, analista de mercado de IG. “El mercado de valores está en caída libre, el sistema bancario está cada vez más falto de liquidez, hay un aumento de las salidas de capitales y una repentina desaceleración económica” (Financial Times, 24/8/15). Fue como una tormenta perfecta.

Las autoridades chinas reaccionaron como habían hecho con otras sacudidas y rápidamente inyectaron 200.000 millones de dólares para apuntalar el mercado. Además, hicieron varios pequeños recortes en las tasas de interés. El recorte de hoy fue el quinto desde noviembre. Mientras que en el pasado tanta liquidez sirvió para amortiguar los problemas, esta vez no pudieron revertir las cosas. Parece que perdieron el control de la situación, lo que sólo conduce a más confusión y pánico.

La causa inicial de este desorden en el mercado de valores fue el temor a la dramática desaceleración de la economía china, la segunda mayor economía mundial. Todos los indicadores más recientes del crecimiento industrial y de las exportaciones se estaban deteriorando. La mayoría de las cifras oficiales han de tomarse con cierta cautela. Algunos comentaristas serios creen que la tasa de crecimiento real de la economía china es sólo de alrededor del 3,5%. La producción manufacturera de China se ha reducido al ritmo más rápido desde 2009, el punto más bajo de la crisis mundial. Hasta el verano, las exportaciones chinas habían caído un 8%. Las importaciones también se habían reducido en una cantidad similar. Esta desaceleración dramática ha obligado a Pekín a devaluar el yuan el 11 de agosto, en un esfuerzo para revertir la situación, pero provocando el caos en las economías emergentes.

El presidente chino, Xi Jinping, intentó mostrar tranquilidad respecto a la situación económica. “Debemos confiar en que el crecimiento económico aun goza de perspectivas prometedoras”, les dijo a los funcionarios del noreste de China el mes pasado. Tales garantías son tan tranquilizadoras como aquellas dadas por George W. Bush sobre que “los fundamentos de la economía estadounidense son sólidos”, justo antes del colapso de Lehman Brothers.

De vuelta a la realidad

Mientras que el crecimiento de China benefició enormemente a la economía mundial en el pasado mediante la reducción de los precios de los productos básicos y proporcionando mercados y campos para la inversión rentable, ahora se ha convertido en su contrario mediante la exportación de sus problemas y debilidades. Representando poco más del 15% de la economía mundial, China contribuyó un 25% al crecimiento mundial, según el FMI.

Mientras que China intenta dejar de depender de la inversión masiva de capitales, yendo hacia una economía más equilibrada, su tasa de crecimiento ha llegado a niveles récord. Los niveles de acumulación de capital alcanzados se han vuelto insostenibles. Con la austeridad en Europa y el estancamiento de los salarios en los Estados Unidos, el mercado para los productos chinos ha alcanzado sus límites. La sobreproducción ha afectado a muchas áreas de la economía, creando una burbuja inmobiliaria y una crisis del sistema del “shadow banking” (actividades financieras no controladas por las instituciones reguladoras). Esto no podría haber llegado en un peor momento para el capitalismo mundial, que todavía está luchando para escapar de la crisis de 2008. La desaceleración en China en las condiciones actuales está empujando a la economía mundial hacia una nueva recesión.

Los mercados de valores estuvieron en auge durante varios años, mientras que la economía real ha ido dado tumbos. Se han ido divorciando de la realidad cada vez más. El precio de las acciones no refleja la salud de la economía o su rentabilidad futura. Con tasas de interés cercanas a cero, creando dinero “barato”, y la existencia de enormes montañas de fortunas ociosas, el dinero invadió la bolsa en busca de ganancias especulativas. El día en que la flexibilización cuantitativa [emisión de dinero a los bancos] fue lanzada en Gran Bretaña el 9 de marzo, el FTSE 100 [el índice de la bolsa de Londres] se situó en 3.542 puntos. Su reciente pico el 27 de abril de este año fue de 7.103 puntos, un aumento de 100,5%. Hay un patrón similar entre las tres rondas de flexibilización cuantitativa en los EEUU y el rendimiento del S&P 500 [índice bursátil estadounidense con base en la capitalización de 500 grandes empresas], que subió más del 200% durante el mismo período.

La situación se parece a la de los personajes de dibujos animados que corren por un precipicio y siguen corriendo… hasta que la ley de la gravedad finalmente se impone.

En el mundo artificial de la bolsa, más temprano que tarde debía producirse una “corrección”, en la que los precios quedarían más acordes con sus valores reales. Sin embargo una “corrección” como la actual, bajo las presentes condiciones de inestabilidad, puede tener consecuencias de gran alcance: un colapso puede precipitar una profunda recesión económica.

Contagio

El destino de Asia está directamente vinculado a China. La caída de los mercados bursátiles chinos [el viernes 21 de agosto] de inmediato se extendió a los mercados asiáticos. En el día de hoy [martes 25], hubo nuevas caídas, con el Nikkei de Japón bajando un 4%.

Pronto se convirtió en una pandemia el lunes – a medida que abrían los mercados de Europa – con los mercados europeos cayendo hasta un 7,8%. Al final del día, se perdieron más de 500.000 millones de euros en el valor de las acciones. A lo largo del mes de agosto, el índice paneuropeo FTSE Eurofirst 300 bajó un 12%, camino a superar la caída del 12,68% de octubre de 2008. “¿Recuerdan la crisis bancaria de 2008? Bueno, las acciones europeas están actualmente en camino a su peor desempeño desde aquellos días oscuros”, declaró el Financial Times (24/8/15).

Mientras tanto, el índice francés CAC 40 también cayó casi un 5% y el Dax alemán perdió un 5%. En Londres, el FTSE 100 había perdido un 5,5%, siendo la primera vez que cayera por debajo de 6000 y en vía de alcanzar su nivel más bajo desde diciembre de 2012. Eso acabó con pérdidas de 74.000 millones de libras esterlinas en el valor del índice. Éstos índices luego se recuperaron algo el martes.

En los EEUU, el lunes, el Dow Jones Industrial Average cayó un 6,5% – con una pérdida de 1.000 puntos en las primeras frenéticas operaciones. Fue la mayor caída desde 2008 y ahora está un 14% por debajo de su máximo histórico. El S&P 500 cayó un 4%, y el Nasdaq perdió el 8,5%, generando temores de que una nueva burbuja tecnológica hubiera estallado. Las caídas se dieron en secuencia de las ya pesadas pérdidas de la semana pasada. Las acciones tecnológicas fueron las más afectadas, con Facebook perdiendo un 14% en un determinado momento y Apple el 11%. Este es el más grave colapso del mercado de valores desde la caída de Lehman Brothers.

El martes, el mercado estadounidense se había recuperado, indicando grandes cambios en las acciones. Que esto perdure es dudoso, debido a los problemas subyacentes de la economía mundial.

Una tormenta perfecta

En términos más generales, ocurrió una “tormenta perfecta”, afectando a sectores clave de la economía global. En los llamados mercados emergentes, que en el pasado eran considerados como los salvadores de la economía mundial, todo está cayendo: monedas, acciones y precios de las materias primas. El dinero es abundante y muy barato, pero da igual. La subida de las tasas de interés propuesta en los Estados Unidos – la primera desde 2006 – ha enviado ondas de choque a través de estas economías.

La caída de precios de las materias primas, que las ha golpeado, y la expectativa de un aumento en las tasas de interés en los Estados Unidos, las ha colocado en una posición imposible. La contracción del mercado, especialmente con la caída de la demanda y el exceso de producción en China, está dando lugar a una guerra de exportaciones y devaluaciones monetarias. Todos están tratando de hacer que sus exportaciones sean más baratas en una carrera a la baja.

Las deudas de los mercados emergentes se están convirtiendo en insoportables por la ralentización de sus economías. El tamaño de la deuda se ha duplicado en los últimos 5 años, alcanzando la suma de 4,5 billones de dólares. Pero como las deudas están denominadas en dólares, cada incremento en el valor del dólar (empujado hacia arriba aún más por los aumentos prometidos en las tasas de interés en Estados Unidos) conduce a un aumento de la carga y del aumento de los costos del servicio. El nudo se está apretando cada vez más.

Los mercados emergentes han experimentado una dramática fuga de capitales, sobre todo en China. Esta fuga se ha duplicado en los últimos 13 meses alcanzando una suma de 1 billón de dólares. La devaluación del yuan acelerará las fugas, que alcanzaron un récord de 70.000 millones de dólares en julio. Las acciones de los mercados emergentes, así como sus monedas, han caído un 10% este año. Es una guerra comercial sin barreras arancelarias.

La crisis ha provocado que el ringgit de Malasia cayera un 1,4% frente al dólar, un nivel que no se veía desde la crisis asiática de 1998. La rupia indonesia cayó también a su nivel más bajo desde los años 1990. El baht tailandés estaba en su punto más bajo desde 2009. La crisis se ha extendido rápidamente a Sudáfrica y Brasil, lo que demuestra una vez más que la globalización se traduce en crisis global. Esto es lo que se entiende realmente por contagio.

El precio del petróleo, que ha estado en 150 dólares el barril, por la caída de la demanda se ha reducido a 39,05 dólares por el barril de West Texas Oil y 44,24 dólares para el petróleo Brent. En lugar de ser una fuente de fortaleza, el colapso de los precios ha sido el producto de una deflación mundial.

Una crisis orgánica

La «recuperación» ahora se ha agotado. La inversión está estancada o cayendo. Los capitalistas estadounidenses están sentados sobre una montaña de efectivo de 2 billones de dólares, incapaces de desarrollar las fuerzas productivas como en el pasado. Mientras tanto, las fuerzas productivas se rebelan contra los límites del mercado y de la propiedad privada. Esta época del “estancamiento secular” no es de equilibrio. Estamos muy lejos de esto. El ciclo de auge y recesión ha cambiado en este período, ahora los auges son débiles, mientras que las recesiones son profundas y prolongadas.

La crisis de 2008 fue un punto de inflexión. Marcó el comienzo de la mayor crisis desde la década de 1930, que todavía estamos sufriendo. La única razón por la que no tuvimos una depresión económica profunda como en los años treinta se debió a los masivos rescates a escala mundial, no menos importantes en China, lo que permitió al capitalismo mantener su cabeza fuera del agua. Pero todas las viejas contradicciones han resurgido una vez más. La crisis se ha venido arrastrando a medida que la austeridad recortaba el mercado y los salarios se mantenían bajos por todas partes. Refleja una crisis orgánica del sistema capitalista, donde ninguno de los índices anteriores de crecimiento, empleo, productividad o rentabilidad puede alcanzarse de nuevo.

La sobreproducción periódica se manifiesta en recesiones profundas, como en 2008. Puede haber todo tipo de crisis, donde la línea de la producción capitalista se puede romper por cualquier sitio, incluyendo crisis en los mercados de valores, los cuales no están directamente vinculados a las contradicciones en el modo de producción. Las crisis en los mercados de valores, a fin de cuentas, son sintomáticas de los procesos que se desarrollan en la economía real. Pueden actuar como desencadenante de una crisis en la economía real. Ese fue el caso de la gran crisis de 1929 en Estados Unidos. El escándalo de las subprime y el colapso de Lehman Brothers actuaron de la misma manera en 2007/2008. Si la actual caída de las bolsas de valores ha de llevar a otra recesión es algo que no se puede predecir con certeza. Es evidente que los elementos para otra recesión mundial están presentes, pero que el actual desplome bursátil sea el que la vaya a desencadenar es imposible de saber. Hay muchos elementos que pueden desempeñar este papel.

Todo lo que podemos decir con certeza es que “la recuperación” económica se ha agotado. Se está preparando una fase descendente.

Una muestra de lo que está por llegar

Como Marx explicó en el tercer Libro de El Capital “La razón última para todas las crisis reside en la pobreza y el consumo restringido de las masas frente al vigor de la producción capitalista en desarrollar las fuerzas productivas como si existiera sólo un poder de compra absoluto de la sociedad y éste fuera su límite».

Hoy en día, dada la austeridad y los recortes a los salarios reales, “el consumo restringido” es claramente evidente. La inversión, el alma del capitalismo, está decayendo o agotándose. Todas las contradicciones del capitalismo, que fueron soportadas por el sistema en el periodo anterior, están una vez más aflorando a la superficie. Se ha preparado un nuevo escenario para que el desplome sea aún más severo que el anterior.

Los estrategas capitalistas serios están asustados porque ya han utilizado todas sus posibles medidas para combatir la crisis anterior. Los gobiernos están agobiados por deudas colosales en el plano financiero y las tasas de interés están en cero. Están limitados a pequeños ajustes y retoques, como en China. Esto no va a salvarles. La actual turbulencia del mercado bursátil no es más que un anticipo de lo que está por llegar.

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