La situación de empleo en El Salvador y las perspectivas en 2020

El nuevo periodo presidencial, dirigido por Nayib Bukele, inició con una serie de despidos de trabajadores que laboraban en las secretarías Técnica, de Transparencia, de Inclusión Social, de Gobernabilidad y de Vulnerabilidad, disueltas por orden del presidente desde el primer día de su administración. A esto se suman otros despidos por diversas razones, que se estiman en alrededor de 2600 durante el 2019. Mucha publicidad se hizo de los despedidos por nepotismo, pero muy poco se habló de todos los empleados que fueron despedidos sin justificación alguna. Posteriormente, se atacó de nuevo a la clase trabajadora, esta vez por medio del Ministro de Trabajo hacia el STISSS, en el sector salud. Intentando desplazar la dirigencia del sindicato, elegida democráticamente por sus bases.

Este año inicia con debates importantes para los trabajadores a nivel nacional, enfocados en la revisión del salario mínimo y la nacionalización de las pensiones; que son dos temas que exigen la mayor unidad de la clase trabajadora para desarrollar una lucha protagonizada por las masas, que no permita la claudicación de quienes representan a los obreros en instancias como el Consejo Nacional del Salario Mínimo. No obstante, la lucha por mejores condiciones laborales debe complementarse con la exigencia de que nuevas capas de trabajadores jóvenes ingresen al sector productivo.

Estadísticas de empleo en el país

Analicemos algunos datos sobre el empleo que han sido tomados de la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples 2018, -que es la última que se tiene-. Según ésta, la población total de El Salvador en ese año era de 6,642,767 personas; tomando esta cantidad como el cien por ciento, se puede desglosar la Población en Edad de Trabajar, que está conformada por el 73.8% del total, y se constituye por personas de 16 años en adelante, incluyendo aquellas con 60, 70 años, o más. Si, para el capitalismo ellos también están en edad de trabajar (!) Sin embargo, no todas estas personas están en capacidad de laborar, ya sea porque están estudiando, por algún tipo de discapacidad, u otras razones. Por lo cual, este tipo de estadísticas extraen lo que ellos llaman la Población Económicamente Activa, que se obtiene restando de la PET, todas las personas que no pueden trabajar o que “no están buscando un trabajo”, entre las que ubican a quienes realizan quehaceres domésticos. De esta manera nos queda un total de 3,004,990 personas; de las cuales solo el 61.3% participa en la economía.

Es necesario aclarar que no todas estas personas laboran formalmente, de hecho solo el 44% a firmado un contrato de trabajo, y el sistema de seguridad social solo cubre el 35.3% de los trabajadores ocupados, y existe un 5.9% de personas que trabajan con su familia sin recibir una remuneración. De la PEA que reside en el área urbana el 42% trabaja en el sector informal. Merece especial mención la situación de las mujeres, quienes en promedio reciben un salario con una diferencia de $59.59 respecto al de los hombres a nivel general. Como vemos, más de la mitad de la clase trabajadora no cuenta con los derechos laborales básicos de la legislación burguesa.

Algo que llama la atención es que la misma encuesta nos proporciona un dato de desempleo del 6.3% a nivel nacional, pero este porcentaje no se extrae de la población total, ni siquiera de la PET, sino de la PEA, lo que tiende a generar confusión si se lee el porcentaje de forma aislada. Es decir, lo que nos presentan como desempleo es solamente un pequeño grupo en comparación a la denominada Población Económicamente Inactiva, donde colocan a las personas que no son físicamente capaces de realizar un trabajo, y aquellas que manifestaron no estar buscando trabajo en el momento que se pasó la encuesta (estudiantes, quehaceres domésticos, pensionados, etc). La cantidad de personas que no se cuentan entre los empleados ni los desempleados, asciende a 1,895,551; de las cuales el 71% tiene entre 16 y 59 años de edad.

Esta cantidad de personas “inactivas” demuestra la incapacidad de la burguesía nacional de generar pleno empleo, lo que es un reflejo de la crisis global que atraviesa el sistema capitalista. Muy a pesar del desarrollo tecnológico en medios de producción, sus contradicciones no le permiten solventar las necesidades básicas de grandes sectores poblacionales en países excoloniales. Tampoco garantiza pleno empleo, puesto que en ese ejército de reserva está la clave para mantener al mínimo el gasto en salarios. Recordemos que la fuerza de trabajo también es una mercancía que abarata su precio cuando aumenta la oferta de la misma.

¿Qué nos ofrece este nuevo año?

Desde la campaña electoral se prometió la construcción de mega obras para el país, como un corredor seco en el oriente, el famoso tren, puertos y aeropuertos, etc., hoy se habla de nueva infraestructura financiada por la cooperación China y de otras inversiones extranjeras. Todos estos proyectos se plantean como desarrollo, pero no se dice exactamente para quien. Hay que tener en cuenta que si bien generan empleos temporales, es mucho mayor el beneficio para las empresas que adquieren las licitaciones; después de todo ya vimos según las estadísticas en las que se encuentran los trabajadores. Por otra parte, una vez construidas, estas obras están pensadas para facilitar el traslado de mercancías de la burguesía, que es la clase social que tiene la capacidad de importar y exportar al extranjero.

Pero para el trabajador ¿Cuál es la propuesta? ¿Qué hay de los cientos de profesionales que egresan de las universidades cada año? Simplemente no hay un plan para la generación de empleos por parte del gobierno, lo único que hemos visto a la fecha son despidos masivos. Bukele ha iniciado a plantear un plan de despegue económico, que por mucho que diga que con eso busca mejorar las condiciones de vida de la gente, no es su prioridad. Lo central del plan es generar todas las condiciones legales, económicas, de infraestructura y cualquier cosa que pidan los inversores extranjeros para que desarrollen sus actividades económicas en el país; en eso está pensando en todo momento. Lo cual se traduce en pocos impuestos para las empresas, bajos salarios, todos los permisos que se requieran, así sean medioambientales, si los inversores lo piden el gobierno dirá que sí. Y era de esperarse, al final de cuentas un burgués siempre buscará lo mejor para su clase.

El indicador que busca aumentar Bukele es el PIB, para anunciar con bombo y platillo que la economía “ha crecido en un tanto por ciento”, pero si los salarios no aumentan, lo único que crecerá son las fortunas en los bolcillos de la gran empresa. Tampoco podemos asegurar que se tendrá una mayor recaudación fiscal, con lo fácil que se hace para los empresarios evadir y eludir impuestos en este país.

Y del lado de la empresa privada nacional el panorama no es muy diferente, de hecho según este sistema son ellos quienes deberían generar empleos, y no tanto el Estado, de quien el modelo neoliberal exige la menor intromisión en las cuestiones económicas. La burguesía salvadoreña, dependiente del imperialismo extranjero, no tiene la menor intención de invertir en la industria y el desarrollo de las fuerzas productivas locales. Para ellos es demasiado arriesgado competir con los productos extranjeros y se conforman con comprarlos fuera y venderlos con un recargo en los almacenes locales.

Las tareas de la revolución democrática nacional, que históricamente le corresponden a la burguesía, no serán completadas por esta, ya que no tiene nada de progresista; es más, se ha vuelto reaccionaria y un estorbo en el camino de la historia. La tarea de los trabajadores en este periodo debe ser la lucha por más y mejores reivindicaciones económicas, que se conecten con consignas políticas que pongan sobre la mesa el tema de quien realmente debe dirigir las cuestiones económicas y el poder; si la clase que realmente mueve los engranajes de la economía y produce con su esfuerzo los bienes y servicios de consumo, o aquel reducido grupo que simplemente acapara las ganancias producidas por muchos.

La clase trabajadora debe exigir la distribución del trabajo existente entre los brazos disponibles con una escala móvil de salarios que se ajuste al costo de la canasta básica ampliada. Esto implica dar ocupación a todo trabajador disponible, y por supuesto son todos los derechos conquistados por la lucha de la clase obrera en toda su historia. Para ello deben jugar un papel importante los sindicatos, federaciones y confederaciones de obreros, que aglutinan una poderosa fuerza que puede decidir por el futuro y los problemas de los trabajadores por su propia cuenta. El único camino del obrero es organizarse para luchar y vencer.

 

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