La revolución mexicana y el proceso de consolidación del Estado capitalista

“Y el Estado moderno, por su parte, no es más que la organización que se da la sociedad burguesa para sostener las condiciones generales externas del modo de producción capitalista contra ataques de los trabajadores o de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba. Pero en el ápice se produce la mutación. La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución del conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal, el mecanismo de la solución.”   (Federico Engels, Anti Dühring)

“El movimiento de 1910 presentó el caso típico de las revoluciones burguesas en los países atrasados, semi-coloniales de América Latina. La burguesía indígena nacida al calor de ella, impotente de nacimiento y orgánicamente ligada por un cordón umbilical a la propiedad agraria y al campo imperialista, ha sido incapaz de resolver las tareas históricas de su revolución. La base de la revolución mexicana ha sido el gigantesco incendio campesino, pero los campesinos, incapaces de forjarse una política y una dirección propia, no han sido más que carne de cañón sobre los que se ha elevado la burguesía indígena totalmente nueva.” (Octavio Fernández, Qué ha sido y a dónde va la revolución mexicana)

“En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política (del gobierno mexicano, N. del T.) se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras.” (La industria nacionalizada y la administración obrera, León Trotsky)

En la revolución mexicana de 1910 hay tres grandes protagonistas, en un primer momento. El imperialismo americano, francés, alemán e inglés son los que se han visto más beneficiados por la política de puertas abiertas que practica el gobierno “para desarrollar al país”, este sector junto a políticos, terratenientes y a la burguesía nativa ligada a los negocios de los imperialistas son los que dirigen el país y los cuales mantienen un Estado oligárquico burgués. La base sustancial sobre la que se mantiene es la fuerza bruta y la represión.

Hay una nueva burguesía naciente, principalmente en el norte del país, que comienza a concentrar un poder económico y político regional, pero que no entra en el pequeño círculo que dirige el país (los científicos). De este sector es donde surgen los primeros dirigentes de la revolución (Francisco I. Madero, Carranza, Obregón, Calles, etc.). Esta nueva burguesía no estaba interesada en cambiar de fondo las condiciones económicas de las amplias masas de los campesinos y obreros, ni cambiar de fondo las relaciones de producción. La Razón por la cual se lanzaron a la lucha fue por más apertura política, donde este sector pudiera participar. Madero intentó negociar con Porfirio Díaz la vicepresidencia, y que siguiera la dictadura. Al ver que no había ninguna posibilidad de negociación con la dictadura, estos llamaron a un levantamiento armado el 20 de noviembre de 1910. El levantamiento no es masivo, solo pequeños grupos se insurreccionan, pero la podredumbre de la dictadura es tal, que rápidamente pierde el apoyo de sus sostenedores y Díaz renuncia.

Los terceros interesados que participan de forma activa en la pugna revolucionaria son las amplias capas de campesinos pobres, que habían sido arrebatados de sus tierras y que vivían en condiciones miserables. Este sector era el mayoritario en el país, las principales demandas eran el reparto agrario, alto a la violencia de los caciques que usaban para mantener el control del territorio; demandas democrático burguesas. En 1910, cuando comienza la revolución no había una dirección única nacional, por el contrario, había caudillos locales que se levantaron en armas por la tierra. Fueron los zapatistas, en el centro-sur del país, los que tenían más clara la situación sobre el reparto agrario. Ellos llegaron a la conclusión de no desarmarse cuando la dictadura cayó, ni cuando subió al poder Madero, por el contrario, Zapata y su ejército fueron los primeros en poner a prueba este nuevo gobierno emanado de la revolución. Madero no tenía ningún interés en llevar adelante las demandas democrático burguesas -dentro de ellas, la más importante, el reparto agrario-, y enfrentó al ejercito zapatista bombardeando sus tierras y cercándoles. Estos acontecimientos dieron cuenta del carácter del gobierno de la nueva burguesía que ascendida al poder. No estaban dispuestos a llevar ninguna de las demandas de los pobres, solo querían el poder para enriquecerse ellos.

Los trabajadores eran una minoría diseminada por el país con nula experiencia política y con organizaciones mutualistas que se limitaban socorrer a los más necesitados. La única organización política con influencia en los centros obreros era el Partido Liberal Mexicano, el cual había girado del liberalismo burgués al anarquismo. La represión principalmente, y la política incorrecta que seguía su dirección los llevo al aislamiento y desgaste en los años previos al comienzo de la lucha revolucionaria.

El gobierno de Madero era muy inestable y se encontraba en medio de dos fuegos, por un lado, la oligarquía y los intereses imperialistas, por el otro, los campesinos que comenzaban a tomar las tierras y las ideas zapatistas sobre la reforma agraria se extendían. En las ciudades y zonas industriales comenzó una ola de huelgas de los trabajadores pidiendo mejores salarios. Los sectores más reaccionarios del ejército, la embajada americana y la burguesía, por medio de Victoriano Huerta, ejecutan al presidente y vicepresidente y dan un golpe de estado para retener el poder, en 1914. A este episodio se le conoce como la decena trágica. Este golpe en las alturas del gobierno abrió la puerta a la movilización masiva de los campesinos a nivel nacional. Ex colaboradores de Madero, como Francisco Villa, tomaron las armas y se levantaron contra el golpe de estado.

Nuevamente la nueva burguesía norteña tomó el mando de la lucha. Venustiano Carranza fue nombrado por los diferentes ejércitos del norte como jefe de la División del Norte y su primera acción fue intentar contrarrestar la influencia y prestigio del que gozaba Pancho Villa, el cual dirigía la fracción más fuerte del ejército rebelde. Villa instauró medidas revolucionarias y progresistas, por ejemplo, el reparto de tierras, expropió los bancos, creó escuelas y aumentó el salario, mantuvo un control de la economía y fijó los precios de las mercancías para evitar la especulación. Estas acciones fueron repudiadas por Carranza y Obregón. Villa aceptó primeramente la designación de Carranza como jefe máximo de las fuerzas rebeldes, sin embargo, en poco tiempo está alianza se rompió, al darse cuenta de que lo que buscaba la burguesía norteña era deshacerse de Villa.

Entre 1914 y 1915 los ejércitos campesinos de Villa y Zapata hicieron una alianza y tomaron el control de la ciudad de México. Huerta fue asesinado y los ejércitos de Carranza y Obregón fueron replegados a Veracruz. El golpe fue derrotado por la lucha revolucionaria de las masas campesinas, sin embargo, estos ejércitos que dominaban la gran mayoría del territorio nacional y que tenían el poder en sus manos, no tenían un proyecto político con el cual reactivar económica y políticamente al país. Esta fue la gran tragedia de la lucha campesina, no tenían un programa único de lucha, la única consigna que los unía era la reforma agraria y mientras ellos tuvieran las armas esta se podría desarrollar sin la necesidad, de un gobierno central. La falta de un programa campesino fue cubierto por el de la burguesía. Carranza, Obregón y la burguesía que ellos representaban reestablecieron su control sobre la lógica de sumar a todos los sectores que pudieran ayudar contra los ejércitos campesinos. Así pidieron a la Casa del Obrero Mundial, dirigida por los anarquistas, que ayudaran a formar los Batallones Rojos -obreros armados- para enfrentarse a Villa y Zapata. La derrota de la División del Norte comandada por Villa se dio en un momento donde el reflujo de la guerra campesina se empezaba a resentir, los zapatistas nuevamente fueron aislados.

1916 y 1917 fueron los años de la reconstrucción del Estado emanado de la revolución. El primer paso para está recomposición del Estado burgués fue la convocatoria a la constituyente de Querétaro -en oposición de lo que quedaba de la Convención de Aguascalientes, donde los villistas y zapatistas tuvieron la mayoría-. El gobierno de Carranza no se podía imponer por su debilidad, esto lo refleja la constitución del 17. Pero lo más interesante, por encima de la constitución es el tipo de Estado que se conforma. El control del ejército estaba en manos de los constitucionalistas, en términos formales, pero lo que había son cientos o miles de caudillos locales que están armados y tenían intereses propios. Estos caudillos sabían que la única forma llevar adelante sus demandas era con las armas en la mano. Además, había una nueva fuerza que iba emergiendo y que desplegaría una fuerza y vitalidad increíble en los siguientes años, la clase obrera. La burguesía y el imperialismo necesitaban un aparato que pudiera estabilizar al país para poder reorganizar la economía y sentar las bases para reestablecer la explotación capitalista. La única forma de poder lograr esto era a partir de un Estado Bonapartista.

Los clásicos del marxismo, analizando los procesos revolucionarios y de consolidación de las burguesías y Estados europeos había llegado a varias conclusiones generales importantes. Habían dicho que, hasta antes de las revoluciones obreras, las diferentes clases en pugna luchaban para hacerse del control del aparato estatal, así el Estado no podía ser un representante de todos los integrantes de la sociedad, sino que el estado representaba los intereses de la clase que dominaba económicamente la sociedad. Con esta idea se echa por tierra la idea de que el Estado es autónomo de las clases en punga, sino que es la herramienta para mantener la explotación de una clase sobre otra. Por tanto, si la clase obrera quería emanciparse y terminar con el capitalismo, no podría ser sobre la lógica de tomar este Estado, sino destruirlo y formar un semi estado de los trabajadores. Otra de las experiencias que se sacan es que no hay un solo tipo de Estado, sino que este tomaba forma dependiendo las circunstancias de cada país. En algunos casos los Estados eran oligárquicos, en otros eran dictatoriales, fascistas o bonapartistas; en todos estos casos el hilo que mantiene una continuidad es que están encaminados a mantener el control económico de los capitalistas, aunque su funcionamiento político sea más o menos democrático.

Especialmente nos interesa remarcar lo referente al tipo de Estado bonapartista. Este surge en momentos de crisis, cuando la burguesía es demasiado débil para mantener su gobierno por sus propias fuerzas o en su caso, cuando es demasiado débil y no puede desarrollar de forma independiente su programa. Las características de este tipo de Estados plantean una división entre la parte política de la burguesía -generalmente concentrada en los parlamentos- y el ala económica de esta misma clase, el Estado obtiene una cierta independencia de las clases, incluida la burguesía misma, para mantener su régimen de explotación. Una segunda característica es que este Estado tiene que robar la independencia política en punga, haciendo que el conflicto de clases disminuya o desaparezca por un tiempo, para lograr esto el Estado copta a las direcciones de las organizaciones de los trabajadores por medio de prebendas, programas de asistencia social, etc. Para quitar la independencia política de la burguesía, la somete por medio de los sistemas financieros y crediticios que controla el Estado. Es un Estado que se apoya en una clase para golpear a otra, sin romper con la dinámica de explotación capitalista, para esto también tiende a utilizar la fuerza.

Es León Trotsky el que analiza el ejemplo concreto de México y América Latina para llegar a las siguientes conclusiones con respecto a la consolidación del Estado en países atrasados o ex coloniales. Dice que la burguesía nativa es cobarde e incapaz de desarrollar una revolución democrática nacional y cumplir con las demandas democráticas (independencia del país con respecto al imperialismo, desarrollo de las fuerzas productivas y terminar con las formas de explotación pre-capitalistas, desarrollo y consolidación del Estado nacional, reparto agrario, gobiernos democráticos, trabajo y educación dignos, etc.). Al mismo tiempo la inversión imperialista en estos países desarrolla un movimiento obrero poderoso. Así la correlación de fuerza entre las burguesías locales y la clase obrera da una especie de empate de fuerzas. En este caso una parte de la burguesía debe apoyarse en el Estado bonapartista para desarrollar el capitalismo e implantar el control de la burguesía como clase; dado su debilidad tiene que hacer concesiones a los trabajadores, para limitar la confrontación entre las clases. Por tanto, el Estado en estos países recorren el mismo camino que los países donde hubo una revolución burguesa clásica, donde el Estado capitalista, es fruto de una revolución victoriosa y que el instrumento de represión es utilizado para mantener su dominio.

Es este tipo de Estado el que se instaura después de que termina la guerra civil campesina hasta la consolidación del dominio de la burguesía a partir de la consolidación de su Estado y el desarrollo del capitalismo mexicano.  Los gobiernos de Carranza, de la Huerta, Obregón, Calles, Potes Gil, Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y finalmente Lázaro Cárdenas fueron los encargados de esto. No podemos decir que todos estos gobiernos tienen un perfil “progresista”, por el contrario, muchos de ellos aplicaron una política más reaccionaria contra la clase obrera y los campesinos, por ejemplo, el de Portes Gil. Justo del lado contrario podemos encontrar gobiernos que apoyaron el reparto de tierras, la organización obrera e incluso incitaron la participación política de los trabajadores, el mejor representante de estos es el gobierno de Cárdenas, él, de manera más explícita utilizó el movimiento de masas, particularmente el de la clase obrera, para enfrentarse al imperialismo Británico y Norteamericano, para nacionalizar la industria petrolera y los ferrocarriles, los cuales fueron dos palancas inestimables para desarrollar el capitalismo mexicano.

La débil burguesía nacional de la mano del Estado posrevolucionario fue tomando fuerzas a partir de la creación de instituciones estales financieras y crediticias. El Estado creo las condiciones para que el capitalismo se extendiera y consolidara. Al mismo tiempo generó medidas proteccionistas para cubrir el desarrollo de ciertos sectores económicos. El estado tuvo que dar concesiones a la clase obrera para mantenerlos bajo su tutela: a los campesinos les dio la tierra, a los obreros los incito a organizarse, intervenía en los conflictos obrero-patronales, en muchas ocasiones en beneficio de los trabajadores frente a la burguesía, creo infraestructura que beneficiaba a las masas como la educación, etc. Todo esto era para mantener el régimen capitalista y desarrollarlo.

Cuando se da el asesinato de Obregón, se abre una crisis en las alturas del Estado y la posibilidad de nuevos levantamientos se ponen a la orden del día. La formación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) es la forma en que se sella un pacto entre la “familia Revolucionaria” para mantener la pacificación del país para el desarrollo de su proyecto de gobierno capitalista. Con la formación del PNR se aseguraba que los caudillos, militares y organizaciones políticas entraban a la lógica de desarrollar el capitalismo y que ellos se verían beneficiados de este. Una vez que ya no es un peligro real algún levantamiento armado y que el ejército es cohesionado y centralizado, el PRN pierde su razón de existir. Ahora lo que se tenía que buscar era incorporar a los nuevos sectores que estaban en lucha, particularmente a la clase obrera, la cual no había dejado de organizarse y movilizar desde 1919 hasta 1936. Cárdenas aprovechó la movilización masiva de los trabajadores y el sentido de unidad obrera para impulsar, no solo la unidad, sino la incorporación de la clase obrera al Estado. Lo mismo hizo con los campesinos, esta es la base de la conformación del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938. La conformación de este partido sobre una base multiclasista, un frente popular, donde los trabajadores y campesinos ponían la fuerza, las masas, se comprometían a defender el programa de la burguesía, bajo el argumento de “por el bien de la nación”.

Este tipo de Estado bonapartista se mantuvo durante más de 70 años. Algunos le llaman un régimen presidencialista. El Estado mexicano desarrolló grandes programas de infraestructura, durante el milagro mexicano se desarrollaron los salarios, se crearon escuelas, la seguridad social, parecía que todo era felicidad. Al mismo tiempo, reprimía cualquier intento de organización y lucha independiente de los trabajadores y la juventud. Este mismo estado mantuvo el petróleo nacionalizado y desarrolló una industria local. Hablaban de que todo era para el desarrollo de la patria, pero en lo que desarrollaban era una burguesía parasitaria y rapaz que mamaba de las ubres del Estado. El lenguaje nacionalista lo que escondía era una explotación indiscriminada a los trabajadores y campesinos.

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