Superliga, súper avaricia

El escandaloso anuncio por parte de los principales clubes de fútbol de una nueva “Superliga Europea de Fútbol (ESL)” es la conclusión lógica de que los beneficios penetran en el mundo del deporte. Para salvar este “hermoso deporte”, debemos echar al capitalismo del fútbol.

“Guerra total en el fútbol europeo: nace la Superliga”. Era el titular del 18 de abril del diario español El País, en respuesta al anuncio de los clubes de fútbol más ricos de Europa de que se están llevando a cabo planes para formar una Superliga Europea.

“La feria de la codicia”, declaró La Gazzetta dello Sport en Italia, haciéndose eco de lo que muchos sienten. El centrocampista del Paris Saint-Germain, Ander Herrera, lo resumió mejor cuando afirmó que la creación de la Superliga Europea supone que “los ricos están robando lo que el pueblo creó”.

Los intereses de los grandes negocios

El esperado anuncio del domingo confirma lo que todo el mundo ya sabía. 12 clubes de primer nivel, incluidos seis de la Premier League, ya se han inscrito, y se espera que otros tres se unan a ellos. Puedes adivinar a los sospechosos probables.

Estos 15 clubes tendrán adhesión automática a la nueva liga, con cinco más que se unirán basándose en méritos reales. Estos clubes jugarán partidos en casa y fuera, seguidos de una eliminatoria para concluir la competición, con una final celebrada en un campo neutral, como es el caso de las competiciones europeas existentes.

¿Cuál es la lógica detrás de esta propuesta? La declaración conjunta inicial de la Super 12 nos enseña las cartas: “La formación de la Superliga llega en un momento en que la pandemia mundial ha acelerado la inestabilidad en el modelo económico del fútbol europeo existente”.

Esta declaración inicial continúa diciendo que la nueva competición “proporcionará un crecimiento económico significativamente mayor”.

Si esto te recuerda más a un informe económico que a una declaración deportiva, estás en lo cierto.

Incrementar beneficios

Se trata de obtener enormes beneficios adicionales a partir de los aficionados y de derechos televisivos, todo con el objetivo de maximizar las ganancias para unos pocos ricos. El modelo sugerido es equivalente al sistema cerrado utilizado para los deportes de equipo profesionales en los EE.UU., sin ascensos o descensos que preocupen a los hombres de dinero. Esto elimina el inconveniente de tener que tener una buena temporada en el campo para entrar en competiciones de élite en toda Europa, aunque a costa de todos los demás.

Consideremos la declaración hipócrita del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, presidente de la Superliga Europea de Fútbol. Florentino afirmó que la nueva competición “ayudaría al fútbol en todos los niveles”.

“El fútbol es el único deporte mundial con más de 4.000 millones de aficionados”, continuó el presidente del Real Madrid, “y nuestra responsabilidad como grandes clubes es responder a sus deseos”.

Lo que Florentino quiere decir realmente es: la nueva competición ayudará a los consejos de dirección de los grandes negocios del fútbol a enriquecerse al más alto nivel, haciendo uso del hecho de que el deporte tiene cuatro mil millones de clientes esperando a ser explotados aún más.

Esta es una competición que responderá únicamente a los deseos de los grandes propietarios de clubes. Estos 15 equipos (o marcas) siempre estarán en la competición, pase lo que pase, y que los demás frían espárragos.
La reacción

Las reacciones hostiles no se han hecho esperar, no solo por parte de la UEFA y la FIFA, sino también (lo que es más importante) por parte de los aficionados y sus organizaciones. Los fanes del fútbol pueden ver hacia dónde conduce esto. Después de todo, este es el camino que el fútbol profesional ha recorrido durante mucho tiempo. Las pancartas de protesta ya han empezado a aparecer en redes sociales de fans de todos los países. Pero pocos esperan que los de arriba escuchen.

Los lamentos y los insultos de la UEFA son particularmente cínicos. De hecho, este organismo se había propuesto anunciar una reforma similar de la actual Liga de Campeones, destinada a evitar las amenazas de una ruptura.

Esta reforma nunca vio la luz del día. Sin embargo, esto fue debido a la incapacidad de encontrar un formato que garantizara la inclusión, meritoria o no, de los grandes clubes. Esta falta de una fuente de ingresos garantizada se convirtió en el principal escollo. Y por una vez, las autoridades de la UEFA, normalmente escurridizas, no pudieron encontrar una manera de evitar esto.

El enojo de la UEFA es debido a que perderán su tajada en el momento de dejarse untar la mano. Indudablemente, las preocupaciones de los fanes no les conciernen más que a los organizadores de la ESL.

El punto culminante

La historia del fútbol en las últimas décadas ha ido dirigida hacia aquí: transformar un deporte de masas con raíces en los barrios en un negocio multimillonario para inversores ricos.

En primer lugar tuvimos la introducción de retransmisiones en directo, solo unas pocas al principio, que fueron creciendo con la llegada de la televisión de pago. Luego tuvimos el establecimiento de la Premier League, con el objetivo de maximizar los ingresos por derechos televisivos de los que están en la cima, al tiempo que se reducía el flujo hacia las ligas inferiores.

En Europa, tuvimos la sustitución de las tres competiciones de la Copa de Europa por la inútil Europa League, para pasar a tener ahora una segunda división o “Liga Conferencia”, como la llamarán a partir de la siguiente temporada, junto a la propia Liga de Campeones.

Esta último está formada por los actuales campeones, además de otros. Los “colegas ricos”, como los llamó un periodista en ese momento.

Estas competiciones extremadamente mediatizadas vieron aumentadas las jornadas a tres días a la semana, en lugar de solo una.

Todo esto no pasó desapercibido en las juntas de las grandes compañías. El dinero comenzó a fluir a las arcas de algunos clubes de élite. Grandes corporaciones, e incluso países, comenzaron a comprar clubes.

Coincidiendo en cada paso se encontraban las principales empresas de medios. La COVID-19 ha sido una bendición para ellos. Desde el estallido de la pandemia, todos los partidos de Europa y de la Premier League se han retransmitido en directo: fútbol total, los siete días de la semana. Esto ha abierto una puerta que no se cerrará fácilmente.

La Superliga está estudiando de cerca qué acuerdos pueden hacer con las compañías de televisión, especialmente con las estadounidenses, con el lucrativo mercado estadounidense en juego.

En cada etapa, los aficionados de clase trabajadora y las comunidades han sido empujados cada vez más hacia los márgenes. Para los empresarios del fútbol, solo somos tarjetas de crédito ambulantes; extras en un reality show televisivo.

¿Y ahora qué?

El gobierno conservador británico está hablando de una nueva legislación para bloquear la Superliga Europea. Pero incluso si logran frustrar estos planes, podemos estar seguros de que no echarán a los multimillonarios del fútbol; nada fundamental cambiará.

El hecho es que no podemos confiar en los políticos que representan los intereses de los grandes negocios o en las figuras del establishment para salvar nuestro deporte. En cambio, como sugirió Gary Neville, los aficionados al fútbol deberían organizar protestas y boicots de inmediato. Se debe lanzar una campaña de base para sacar al capitalismo del fútbol.

Quizás la Superliga siga adelante; o tal vez se llegue a un acuerdo con organizaciones internacionales de fútbol para mantener las competiciones existentes, pero ciertamente con cambios críticos que nos dejarán algo bastante similar al club de miembros privados que es la Superliga Europea.

Los perdedores, por supuesto, seremos nosotros: los aficionados al fútbol de a pie.

Podemos esperar que otros aspectos del juego también cambien. Las compañías de televisión ya se han quejado de que los partidos entre los mejores clubes atraen cifras de visualización más altas y, por lo tanto, mayores ingresos publicitarios. Querrán que se haga “algo” al respecto.

El elitista formato al estilo estadounidense de la Superliga Europea también puede proporcionar un modelo para la próxima encarnación de la propia Premier League. De hecho, esto ya ha sido planteado antes.

Expulsemos al capitalismo

El presidente del Real Madrid afirma que el plan de la ESL consiste en “salvar el fútbol”. ¿Pero por qué está en peligro el fútbol? Por el daño causado por el capitalismo. Aumentar la apuesta con más codicia solo sellará el destino del fútbol.

El paso de formar la Superliga es solo el siguiente paso en el proceso de destrucción de este “hermoso deporte” en pro de los beneficios; el último ejemplo de la influencia corrosiva del capitalismo en el fútbol.

Al igual que con todos los demás aspectos de la vida y sectores de la economía, el resultado de la competencia capitalista es la monopolización y concentración de la riqueza en manos de unos pocos súper ricos.

El fútbol ya está siendo dirigido por organismos plagados de corrupción, amiguismo, tratos dudosos y una indiferencia total hacia los intereses de los aficionados. No es de extrañar que cuando el FBI comenzó a investigar la corrupción dentro de la FIFA hace algunos años, les resultó más fácil entender el funcionamiento de la FIFA comparándolo con la mafia. Ciertamente actúan como un montón de gángsters.

La guerra que está estallando entre la UEFA, la FIFA y la nueva ESL es una guerra para decidir cómo dividir el botín; decidir qué grupo de ricachones chupópteros se beneficiará de lo que viene a continuación.

Esto no es deporte. Es un gran negocio, dirigido bajo la lógica despiadada del sistema capitalista.

Tenemos que echar al capitalismo del fútbol. La ESL, la Premier League, la UEFA, la FIFA: para esta gente se trata de ganar dinero y nada más.

Las únicas tablas de posiciones que interesan a estos parásitos son las de los libros contables de la empresa: ganancias y pérdidas. No tienen ningún interés en el espíritu o las tradiciones del juego, como lo demuestra la garantía contra el descenso en la ESL.

En lugar de esta destrucción y especulación, debemos exigir que los clubes sean puestos bajo propiedad pública, dirigidos por aficionados, jugadores y agrupaciones locales.

Decimos: ¡No a la ESL! ¡No a los burócratas y los patrones que dirigen el fútbol! ¡No al capitalismo! Echémoslos a todos para salvar nuestro deporte!

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