¿Qué es el neoliberalismo?

Por: Rubén Rivera Alvárez

En el mundo, especialmente Latinoamérica, hay una gran efervescencia, millones de personas salen a las calles decididamente empeñados en no dejar pasar más políticas de ajuste económico conocidas vulgarmente con el nombre de neoliberalismo. En ese contexto se está vendiendo también una falsa ilusión según la cual el problema se resuelve eliminando la palabra neoliberalismo de los programas de gobierno pero sin cuestionar las bases capitalistas en las cuales se funda. Durante los últimos veinte años, de hecho, hemos visto cómo surgen gobiernos que se dicen anti neoliberales pero que al final de cuentas no aciertan a implementar una política radicalmente distinta.

En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha declarado enemigo número uno del neoliberalismo, lo ha denunciado hasta la saciedad, pero, nos preguntamos ¿qué fundamentos se requieren para afirmar que el neoliberalismo, entendido como política económica, ya no domina en México?

¿Cómo surge el neoliberalismo?

En términos económicos, el capitalismo en su versión más tradicional llevó a profundas catástrofes humanas durante el siglo XX. Las guerras mundiales, la competencia abierta en el terreno internacional, las batallas entre multinacionales, en suma, el imperialismo llevó sus conflictos económicos al terreno de guerras entre naciones, las cuales llevaron a la humanidad a una situación límite.

Terminada la segunda guerra, el capitalismo ensayó intentos por ponerle ciertos controles al sistema que evitaran que la competencia los volviera a llevar al borde del colapso. Surgen entonces los acuerdos comerciales, la creación del Fondo Monetario Internacional y una política de crecimiento basada en la intervención del estado en la economía como capitalista principal. Esto sucede no solo en México sino incluso en Estados Unidos y en Europa. El nivel de destrucción de la segunda guerra permitió que, en las décadas inmediatas posteriores, se creara un marco para una fuerte expansión del mercado interno de cada uno de los países centrales y con ello hubiera el espacio de un crecimiento económico más o menos estable hasta mediados de los sesentas. Se llegó a hablar de pleno empleo en los países de Europa occidental.

En los piases dependientes, especialmente en América Latina, se vivieron procesos similares pero inducidos por otras causas. El principal móvil de crecimiento fue la demanda de materias primas que requería el crecimiento de los países ricos y que permitían precios relativamente ventajosos. La industrialización de la región se vio apoyada, en un primer momento, por esta situación internacional ventajosa, al mismo tiempo el capital internacional intervenía en dichos procesos exportando a los países dependientes tecnología y estableciéndose como socios del estado en casi todas las fases del proceso económico. Ruy Mauro Marini incluso estudio el proceso titulándolo “Teoría de la dependencia”.

Conforme se fortalecen las economías de los países más poderosos y se establece un control de la producción de las materias primas que requieren, los precios de las mismas comienzan a caer en picada. Esto llevó a la mayoría de los países latinoamericanos a endeudarse para mantener el ritmo de crecimiento. Los países capitalistas dominantes, por supuesto, ganaban de todas, todas, dado que prestaban a altas tasas de interés dinero que se emplearía para cubrir los costos de las importaciones de bienes de capital y de consumo de los propios países ricos. América Latina, y también México, vivió un proceso paradójico, la industrialización llevaba a un proceso de descapitalización constante que obligaba a endeudarse más y más. El cambio no llegó producto del círculo vicioso que acabamos de describir, sino de la crisis internacional de principios de los setentas. En el capitalismo las crisis son inevitables y la ocurrida en los setentas, que tuvo como causa aparente el incremento de los precios del petróleo, apareció teniendo al estado como el propietario de una buena parte de empresas capitalistas, así que la crisis los llevó a casi un colapso de las finanzas estatales.

Los Estados Unidos, particularmente, decidieron abandonar el patrón oro para basar el tipo de cambio con respecto a otras monedas. De ahí en adelante el dólar mismo seria la moneda de referencia internacional, por obra y gracia de su regalada gana y además porque en esos momentos la mitad de la producción industrial mundial era controlada por ellos.

En cualquier país emitir moneda de forma arbitraria generaría una devaluación inmediata pero en Estados Unidos no, dado que dicha emisión sería respaldada como válida para comprar bienes y servicios en todo el mundo, además ese papel moneda podría ser mandado a los países dependientes en calidad de préstamo y retribuido con bienes, servicios o dinero con respaldo real, es decir, vimos un lavadero de dinero mundial A la larga esta situación generaría distorsiones que pondrían en riesgo al capitalismo mismo, pero de momento la situación se salvó, especialmente para los Estados Unidos.

A los norteamericanos les bastaba con imprimir billetes para adquirir lo que quisieran en donde quisieran. Consideraron que era urgente deshacerse de todas las empresas estatales posibles dado que podían ser un lastre para las finanzas del estado en tiempo de crisis económica. Ello particularmente fue más dramático en el caso de Inglaterra donde durante la década de los ochentas se implementó un ajuste a rajatabla en función de la nueva política que llevó a la destrucción de sectores enteros de la industria.

¿Cuáles son las características del “neoliberalismo”?

El discurso del “neoliberalismo” es diametralmente contrario a su práctica real. Empleando el poder del dólar exigieron la apertura indiscriminada de todas las barreras arancelarias de los países dependientes mientras creaban todo tipo de barreras para los productos que consideraban desventajosos para sus economías. El billete verde requería circular con fluidez, la disposición de millones y millones de dólares que ofrecer a los países dependientes se acompañaríacon políticas de reestructuración capitalista acorde a las necesidades del flujo de capitales de los países pobres a los países ricos. No obstante, a nivel mundial, ante cada dificultad económica privada el Estado no dudaba en efectuar rescates a costa de incrementar la deuda pública una y otra vez.

Los otros países industrializados, especialmente Europa y Japón, podrían tomar una parte del pastel de manera subordinada a los Estados Unidos en sus zonas de influencia y basándose siempre en el imperio del dólar. Hablamos de la década de los ochentas, en dicho periodo el reajuste llevó a América Latina a un colapso económico impresionante, todas las dictaduras latinoamericanas cayeron en este periodo y en el caso mexicano la hegemonía del PRI también se derrumbó.

Los flujos de capital internacional requerían nuevos espacios de inversión, de tal modo que se construyeron dentro de los países dependientes regiones de nuevo desarrollo industrial subordinado, regiones y sectores enteros de las economías locales totalmente dedicadas a satisfacer las necesidades del mercado mundial y con poco o ninguna relación con las economías locales, cuya importancia se basada en el sostenimiento de una mano de obra barata. Ello implicaba bajos salarios, pocas o ninguna prestación y por supuesto suprimir las pensiones o, mejor aún. convertir los sistemas de pensiones en otro espacio para hacer negocios.

Particularmente en Chile se impusieron de manera salvaje estas políticas a través de la dictadura militar, el plan se implementó de una manera prácticamente dogmática. Todos los servicios sociales se convirtieron en negocios privados y prácticamente sin generar contrapesos o subsidios que palearan un poco la situación precaria.

En este proceso se fue generando un nuevo tipo de clase media, multitud de profesionistas puestos al servicio del “neoliberalismo”, funcionarios dedicados a sacar los máximos beneficios para las trasnacionales con el consiguiente desarrollo de un mercado de bienes de consumo para ellos, una franja de elementos reaccionarios que, siempre dispuestos a recoger las migajas de sus señores están dispuestos a promover la “ruptura de dogmas de nacionalismo, izquierdismo, etc.” Así pues, eliminación de barreras arancelarias para los países ricos, privatización de empresas del estado, una nueva industria dedicada exclusivamente al comercio exterior, convertir los servicios sociales en negocios privados, flexibilización del mercado laboral (despido libre y destrucción de las pensiones), son algunos de sus elementos.

En el terreno político la idea es que el estado funja como un facilitador de los negocios y no como un organismo con capacidad de decisión sobre asuntos económicos, por ello se construyen organismos directamente controlados por la burguesía… perdón, de la llamada sociedad civil. El sistema bancario está regido por un banco autónomo que no tiene la necesidad de consultar con el gobierno.

La creación de organismos autónomos para todo los que no estén sometidos a la voluntad popular sino a los designios de los “especialistas” todos elementos de la elite y de sus intelectuales orgánicos y, por supuesto, con periodos de funcionamiento ajenos a los cambios políticos generan esencialmente un régimen cada vez más independiente de la voluntad de la población, que un mal día podría volar por un “izquierdista descontrolado”.

¿Y la corrupción? Claro que también es un problema grave, pero esta no es causa, es efecto; la burguesía convive en el neoliberalismo con un estado que esta confesionalmente a su servicio, no tiene que temer de él, los funcionarios pasan del servicio público a los consejos de administración de las empresas privadas, así que todo queda entre amigos, por lo tanto se respira un ambiente de impunidad. Si las grandes empresas tienen empleados en el gobierno y en los organismos reguladores, entre los legisladores y porque no, entre los jueces, no hay de qué preocuparse.

El escenario que hemos dibujado no es privativo de México, se vive en todo el mundo incluyendo países como Estados Unidos y los europeos, aún más en los latinoamericanos.

¿Cómo puede enfrentarse al “neoliberalismo”?

En todo el mundo solo hay una fuerza capaz de enfrentar dicho contubernio y ponerlo en tela de juicio, esta fuerza es el poder del pueblo trabajador, expresado en sus jóvenes, mujeres, campesinos, obreros, empleados y en conjunto aquellos que Marx conoce con el nombre de proletarios.

En julio de 2018 el hartazgo ante dicho sistema generó el avasallador triunfo de AMLO en México, la derrota de Macri en Argentina y, por supuesto, los estallidos sociales en Ecuador y Chile, tan solo por hablar de América Latina, no obstante en todo el mundo se han desatado rebeliones de los trabajadores.

El descrédito de estas políticas es notorio, no obstante la persistencia en aplicarlas también lo es. En el caso mexicano, AMLO insiste una y otra vez en que el neoliberalismo ha tenido consecuencias funestas en el país y que es necesario cambiar de rumbo, pero nos preguntamos

¿Qué medidas se han tomado en el terreno de política económica que distingan al gobierno e AMLO del neoliberalismo?

¿Existe una alternativa capitalista distinta al neoliberalismo que funcione?

¿Qué medidas se deberían tomar para evitar la catástrofe a la que el capitalismo está llevando este país y a la humanidad?

Las políticas neoliberales en México

En poco más de treinta años México ha reconfigurado su economía en función de los dogmas capitalistas en boga, de manera resumida tenemos

1.- Composición de la inversión del país. En 1982 aproximadamente se dedicaba el 30% del PIB a la inversión, aproximadamente un 15% por parte del estado y un 15 % por parte de la iniciativa privada, pero en el 2018 la parte del estado correspondía al 2% y la parte de los capitalistas privados al 14%. En suma, el Estado abatió su parte y la burguesía la disminuyo.

2.- En 1980 había en el país más de 500 empresas estatales y para 2019 solo quedan 2: Pemex y CFE

3.- Los sistemas de pensiones privados. En 1980 el sistema de pensiones dependía totalmente del estado y todos de carácter solidario, es decir cumplido cierto tiempo de cotización se tenía derecho a una pensión de por vida. Para el año 2018 el total de monto que acumulan los sistemas privados de pensiones llega 4 billones 600 mil pesos, es decir prácticamente el 20% del PIB. Lo paradójico de este sistema es que la mayoría de los cotizantes no tiene garantizada una pensión más que del 30% de sus ingresos de la vida laborable y por un periodo definido de tiempo, es decir que si vives más de la cuenta ya no se te pagara nada.

4.- El peso del comercio exterior. En 1990 el comercio exterior representaba el 15% del PIB, en el año 2018 el peso del comercio exterior respecto del PIB era del 75%, casi todo orientado hacia los Estados Unidos.

5.- El rescate bancario que no existía en la década de los ochentas. En los noventas se destinaron 700 mil millones de pesos, pero ahora su monto ha crecido a 2 billones de pesos.

Estos rasgos determinan la profunda transformación que México vivió en torno a 30 años en el terreno económico y obviamente suponen una modificación de su estructura legal que se ha venido sucediendo desde el sexenio mismo de Miguel de la Madrid. Todas ellas acordes con cobijar los cambios que ya hemos señalado pero que se expresan de manera nítida en lo que respecta a las relaciones laborales. En 1980, efectivamente, el peso del aparato sindical corporativo era tremendo, en este sentido dado que era necesario para contener las luchas de los trabajadores, no obstante a la larga resultaba costoso para los capitalistas y al final ni siquiera eran útiles como mecanismo de contención política.

El objetivo de las reformas en materia laboral suponía la “flexibilización” es decir reducir los costos por despido y prestaciones de distinta índole, para ello se empleó la destrucción de los contratos colectivos de trabajos, la atomización de los sindicatos entre otras cosas, derivado de ello el nivel de sindicalización cayo en todo este periodo de un 20% a un 13% y la cantidad de trabajadores sin contrato colectivo supera la mitad del total para este año.

Otro tema que está vinculado con cada uno de los anteriormente citados es del de los recortes al gasto social, no obstante, este se ha quedado más en intenciones que en efectivos resultados, si bien se han eliminados subsidios a la producción estos se han trasladado al consumo, no por voluntad del gobierno, sino por las implicaciones políticas de un estallido social, siempre latente en México, al menos desde 1985.

Ahora bien, revisando estos parámetros ¿Cuál es el panorama económico de México y cuáles han sido las medidas que lo diferencia, de los anteriores gobiernos neoliberales?

El estado de la economía

En esencia, no se ha implementado en el terreno económico ninguna medida que lo diferencie de los anteriores regímenes. Es cierto que el actual gobierno, sin lugar a duda ha puesto freno a la continuación de las políticas de entrega del sector energético que aún quedaban y al reinado de los organismos reguladores “autónomos”. No obstante, en general, solo ha gestionado la política económica que se ha aplicado en México desde hace treinta años con resultados dispares. Por ejemplo, si bien se han suspendido los perdones fiscales la disminución del ritmo de crecimiento económico ha llevado a una disminución de la recaudación, esto ha forzado a que el gobierno tenga que recurrir a 150 mil millones de pesos del fondo de estabilización. Hubiera sido muy sano que dicho monto se empleara para algún desarrollo productivo y no para cubrir los faltantes del gasto.

El estímulo al sector privado sigue boyante, recientemente se dio a conocer un acuerdo por medio del cual se impulsarán inversiones privadas por 180 mil millones de pesos, En dirección opuesta está la inversión del estado cuyo gasto en infraestructura cayó un 5.45% respecto del año anterior, un subejercicio casi de 150 mil millones de pesos. Los macroproyectos si bien representan promesas de desarrollo estos aún siguen en el plano de proyectos y de forma paralela el Estado anuncia inversiones privadas en proyectos de infraestructura por 160 mil millones de pesos, repitiendo el esquema de sustituir inversión pública por privada.

La banca a lo largo del año ha tenido un beneficio de 121 mil millones de pesos, en suma, sus ganancias crecieron un 9.2%, ésto contrasta con un crecimiento cero de la economía a lo largo del año. En un contexto en donde no hay creación de riqueza nueva, el aumento de los beneficios de la banca representa una transferencia de recursos.

La estrategia fundamental de crecimiento económico sigue siendo el comercio exterior, el cual en sí mismo representa prácticamente el 40% de toda la América Latina, Brasil le sigue muy de lejos con apenas la mitad de lo que exporta México, ello a pesar de la severa contracción de sectores como el del automóvil.

El tamaño del comercio exterior explica la razón por la cual el tipo de cambio se ha mantenido estable, una severa caída del peso frente al dólar significaría una ventaja competitiva respecto a los Estados Unidos.

¿Se puede reactivar el crecimiento?

En el marco de la estrategia que ha implementado el gobierno definitivamente no, ya que sigue sumido en la misma lógica de los gobiernos anteriores; es decir, políticas de contracción sacrificando el crecimiento en aras de “equilibrios macroeconómicos”.

No obstante, una política de inversión pública intensiva que recupere la participación del estado a un nivel que incremente en un 2% el PIB anualmente permitiría un poderoso estímulo.

La nacionalización de la banca es clave para este propósito, dado que como vimos, estamos hablando de 120 mil millones de pesos en beneficios que van a para a manos de los oligarcas nacionales y a las matrices de Estados Unidos y Nueva York. Lo mismo sucede con el negocio de las telecomunicaciones en el cual el Estado tiene una injerencia raquítica.

En suma, es necesario convertir al sector social de la economía en el principal impulso del crecimiento sobre la base de eliminar el poder de la oligarquía y sustituirlo por el de los trabajadores.

Estas iniciativas deberían ser acompañadas con una política enérgica de apoyo a la revolución latinoamericana. Los trabajadores mexicanos no tenemos el camino, sin duda una transformación económica como la que señalamos implica sacrificios, pero la meta sería una autentica transformación económica, sin la cual los cambios a los que espiramos como trabajadores se quedarían en simples utopías.

Mantener la política neoliberal común hasta ahora implica sacrificios, luego de los cuales el deterioro tanto familiar como colectivo se hace más patente. Urge un viraje, un auténtico cambio de rumbo, que rompa con lo que conocemos como neoliberalismo que no es otra cosa que el rostro actual del capitalismo.

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