Histórico: Atentado a FENASTRAS y los derechos laborales hoy.

Escrito por: Víctor Cruz.

El 31 de octubre de 1989 en la sede de la Federación Nacional del Sindicato de Trabajadores Salvadoreños detonaba una bomba, la que al instante asesinaba a 10 personas y hería a muchas más. Entre éstas moría la dirigente sindical Febe Elizabeth Velázquez. De sobra se sabe que tal crimen fue organizado y consumado por parte del Estado salvadoreño.

Para el que se interese en dicho acontecimiento debe cuestionarse acerca de las condiciones sociales propias de la época -época marcada por la guerra- e indagar acerca de la naturaleza de los sindicatos como órganos de lucha de la clase trabajadora, donde ésta encuentra su modo de expresión, su medio combativo y el instrumento para materializar sus reivindicaciones.

Sabemos que en la guerra la población salvadoreña encontró el medio para expresar su descontento y anhelos por una sociedad más justa, para despojarse de tantos años preñados de la explotación, abusos y persecución que había sufrido. Y es que nuestra historia está teñida por la sangre de aquellos que no hicieron suya la explotación, quienes encontraron en las calles su manera de luchar, quienes no desmayaron ante la furia de la clase dominante y sus persecuciones, quienes entregaron la vida como soporte de nuestra liberación. Fueron estos revolucionarios abnegados quienes cimentaron el desenvolvimiento de nuestra vida actual. En este artículo, trataremos algunos aspectos de las condiciones laborales con los que contamos hoy, ya que se encuentran muy condicionados por lo más reciente de la historia salvadoreña.

Los derechos laborales que poseemos son el producto directo de las luchas llevadas a cabo por la clase trabajadora al calor de la guerra misma. Éstos no los otorgó la patronal así por así, sino que los trabajadores mismos presionaron para que se contara con ellos, en su trayecto muchos perdieron la vida, fueron encarcelados, desaparecidos, torturados, etc. Posiblemente hayan sido familiares los que vivieron esto, nuestros padres en el caso de los jóvenes.

Los derechos laborales y el gobierno, ¿a quién le corresponde velar porque se cumplan?

Oficialmente le corresponde al Ministerio de Trabajo velar porque los trabajadores gocen de sus derechos. Pero en la actualidad hemos tenido un acontecimiento que prueba la negativa y vacilación de tal Ministerio para con los asuntos propios de la clase obrera, este es el caso de las obreras de Industrias Florenzi, en el que se ha tenido que hacer un trabajo muy fuerte y constante para que sean escuchadas, no se logró sin lucha, pero… ¿por qué habría que luchar si ya este Ministerio existe para la resolución de asuntos de tal índole? Está claro que por su servicio a los trabajadores antepone los intereses de la patronal. De esto concluimos que nadie más que los trabajadores pueden garantizar el cumplimiento de sus derechos, nadie más.

¿Qué garantía tienen nuestros derechos laborales?

Hemos de echar un vistazo a las condiciones actuales, es decir, las condiciones legadas por el Covid-19, la crisis que ya se ha desatado. Debemos tener en cuenta que antes de que se extendiera por todo el mundo el coronavirus, tales derechos ya eran violentados por parte de la patronal. Nos encontrábamos con salarios no acordes con la jornada laboral, sin garantía de prestaciones en muchos casos, discriminación; ya sea por la inexperiencia o, en el caso de las mujeres, ya sea por embarazos y lo que esto conlleva, más dudosa estabilidad, sobreexplotación en detrimento de la salud y acoso en lo concerniente a la libertad de organización dentro de las empresas.

Ante la nueva situación debemos asegurarnos que estos derechos no sean violentados o suprimidos en el peor de los casos; ya que la patronal pondrá como excusas sus pérdidas por causa del Covid-19; pero ¿qué hay de los años anteriores en que se nos explotaba con libertad? ¿Dónde está ese dinero? Dinero que hoy podría utilizarse para echar a andar de nuevo sus empresas, pagar salarios y prestaciones; pero si antes no pudieron mejorar nuestras condiciones de vida, no podemos esperar tanto de estos “empleadores” hoy.

El papel de los sindicatos

Se abre una nueva etapa en nuestro diario vivir, los capitalistas no dudarán en acosar nuestros derechos, por la mejor vía: pervirtiendo los sindicatos. Los sindicatos por su naturaleza son los órganos de expresión de la clase trabajadora. Éstos adquieren una influencia significativa cuando nacen y se nutren en un ambiente de lucha, de acontecimientos convulsivos; de acá resulta la necesidad de participar de manera activa dentro de éstos, depurarlos internamente; es decir, despojarlos de todos esos elementos oportunistas o simplemente de aquellos que han sido seducidos por la patronal y que, en consecuencia, a ellos son a quienes se deben. Ya que estos son los encargados de encauzar los movimientos de los trabajadores por una vía utópica, cuando la tierra tiembla bajos sus pies. De ellos deben cuidarse los sindicatos y esto se logrará con la participación de los trabajadores dentro de ellos.

Como clase trabajadora se debe mantener dentro de tales órganos, equilibrando las tendencias que han de surgir o nutrirse con la nueva realidad. Pero sobre todo, se deben tener objetivos claros. Bien sabemos que lo que ayer se nos dio con una mano, hoy se nos tratará de arrebatar con la otra. Las reformas no representan la mejor vía porque lo que se viene no son tiempos de bonanza. Claro, hemos de luchar por ellas; ya que son un paso, que a parte de avanzar, nutre y encamina la lucha de clases, su conciencia, pero no nos limitaremos a estas reformas, no las planteamos como una Victoria sino como un incentivo para continuar la lucha por reivindicaciones más profundas. La inminente crisis nos exige como clase la lucha, no solo por preservar los derechos que se tienen, sino que también porque se nos garantice que no se volverá a atentar contra éstos, una petición difícil para la clase dominante y el gobierno mismo, es por ello que tenemos que ir más allá.

Socavando la naturaleza propia del sistema, sus contradicciones brillan ante la nueva situación, las empresas ya no pueden estar a manos de unos pocos, el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, hoy en día, tiene la capacidad de producir a gran escala; es decir, para que las mercancías sean vendidas a un precio justo, pero esto se esfuma en esas pocas manos de la avara clase capitalista.

Hoy se debe exigir con determinación al gobierno y al mismísimo Ministerio de Trabajo que ejerzan por la clase trabajadora. Que ante los intereses de la patronal anteponga los nuestros, que por la excusa de que son ellos los empleadores se nos van a relegar al fondo del asunto no es discutible, pero para el gobierno es una tarea difícil, que desde el primer momento ha mostrado su postura reaccionaria ante las demandas de la población.

¿Cómo se pueden garantizar los derechos laborales en tiempos de crisis?

El garantizar empleo a la población de un país es deber del Estado, del gobierno que detente el poder; pero, ¿cómo hacerlo cuando las empresas alegan estar en quiebra? En un Presupuesto de la Nación no se puede y no se debería tener que elegir entre programas sociales y el incentivo de empresas, lo típico del Estado burgués. Lo que se debe hacer es fiscalizar el comercio y cobrar las evasiones de impuestos por parte de las grandes empresas. Pero lo que sucede es lo contrario. Ante ello se impone la necesidad imperante de la expropiación de las empresas por parte del gobierno, algo sumamente imposible; ya que cohabitan como cónyuges. Sin embargo, los trabajadores sí podemos, sí podemos expropiar, administrar y ejecutar las empresas, en fin, la producción; es posible reducir la jornada laboral, lo que generaría más empleo, sin la necesidad de disminuir el salario. Esto como respuesta a los empleos que ya se han perdido.

El programa sindical y el programa del marxismo

El trabajo de los sindicatos alberga las demandas más básicas de los trabajadores. Son demandas económicas básicamente. El mismo trabajo sindical contrae una gama de presiones externamente cuando éstos se están ejecutando de manera genuina; es decir, cuando un sindicato logra que se ejecuten sus demandas, aparentemente las causas del problema han sido resueltas; sin embargo, las causas del sistema siguen estando intactas, se sigue perpetuando por medio de un pobre sistema educativo, al igual que un sistema de salud precarizado.

La existencia de un salario mínimo no garantiza mejores condiciones de vida para una familia si nos ponemos a hacer cuentas y abarcar los costos de servicios como el agua, la energía y la educación de los hijos (y la actualización tecnológica que ella conlleva), a parte la alimentación y vestuario de la misma. Pero ante esto, los gobiernos se excusan alegando que no hay recursos, ¿cómo no hay recursos habiendo grandes empresas que evaden impuestos y funcionarios que malversan los fondos del Estado? ¿Por qué no confiscar sus patrimonios? Esto se debe a que la corrupción es inherente al sistema capitalista, porque el Estado mismo se eleva por encima de las condiciones de vida a las que es relegada la población. ¿Por qué un militar gana más que un maestro? ¿Por qué un diputado gana de tres a cinco veces más de lo que gana un obrero, sin tomar en cuenta sus viáticos…?

No hay diferencia entre el programa sindical y el de los marxistas, la única variante es que el programa marxista es mucho más consecuente y completo. Sabemos que el causante de todos nuestros males es el sistema capitalista, su propiedad privada y su sed por las ganancias, ante ello oponemos un sistema socialista, una propiedad nacionalizada y una economía planificada.

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