Elecciones 26 de mayo: Victoria agridulce de la izquierda y revés para los “Ayuntamientos del cambio”

Las elecciones del 26 de mayo, municipales, autonómicas y europeas, han vuelto a confirmar la victoria de la izquierda en las elecciones generales del 28 de abril pasado. En las elecciones municipales, las más relevantes, la izquierda estatal y nacionalista consiguió el 48,7%, mientras que la derecha estatal y nacionalista alcanzó el 42%. En las elecciones europeas, con un nivel similar de participación, la victoria del bloque de izquierdas fue aun más marcada: 51,13% frente al 41,33%. Además de esto, están los votos de Junts (el partido de Puigdemont), más de 1 millón (el 4,58%), que sería incorrecto ubicarlos mecánicamente dentro de la derecha, puesto que fundamentalmente tienen un carácter de reivindicación democrática y republicana y de rechazo al régimen del 78.

Globalmente, la izquierda ha ganado en Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha, Catalunya, País Valenciano, Extremadura, Galicia, Baleares, La Rioja, Euskadi y Asturias. Tanto en Catalunya como en Euskadi fueron decisivos para esto, los resultados de ERC y Bildu, respectivamente. En Navarra, los votos de la izquierda y de Geroa Bai (próximo al PNV), derrotaron al bloque de la derecha, Navarra Suma. La derecha, en cambio, sólo ganó en Madrid, Castilla y León, Murcia y Aragón. En esta última, agónicamente.

En lo que se refiere a las elecciones autonómicas en la mitad del mapa territorial del Estado: el PSOE ha retenido Baleares, Castilla-La Mancha, Extremadura y Asturias, mejorando sus resultados de 2015. Además, le ha arrebatado La Rioja al PP, y Canarias a los regionalistas de derechas de Coalición Canaria. Su único borrón ha sido en Aragón, donde la derecha le ha arrebatado la plaza. Como en Andalucía con Susana Díaz, los dirigentes más derechistas del PSOE y que con más énfasis atacaron a Pedro Sánchez, como Lambán en Aragón, han sido castigados en las urnas. Si Page, en Castilla-La Mancha, se ha salvado, ha sido solamente por el salvavidas de Podemos que al entrar en su gobierno de coalición le lavó completamente la cara.

El PP retiene Madrid, su plaza más importante, Castilla y León, y Murcia. Cantabria se mantiene dentro de la coalición entre el partido de Revilla y el PSOE.

Tanto las elecciones municipales como autonómicas tuvieron una participación similar a las de 2015, 65,2% frente a 64,9%. Esto contrasta con el 76% de participación del pasado 28 de abril y habría que atribuirlo a dos razones: primero, por la proximidad de ambas rondas electorales y el lógico agotamiento de la población ante dos campañas sucesivas (3 en el caso de Andalucía), y en segundo lugar por la desaparición del “factor Vox” como elemento movilizador de la base social de la izquierda, tras comprobarse el 28 de abril las limitaciones que tiene la ultraderecha en España para alcanzar una audiencia creciente.

Antes de entrar en el análisis de las elecciones municipales, del resultado de los “Ayuntamientos del Cambio”, y del papel y las perspectivas de Unidos Podemos, merece la pena detenerse brevemente en el resultado de las elecciones europeas. Dado que el nivel de participación en estas elecciones fue similar a las otras dos, un 64,30% y al no estar mediatizadas por factores locales ni regionales, expresan de una manera más “pura” las tendencias políticas generales de la sociedad y del momento actual.

Aquí, el PSOE fue el más votado con el 32,8%, y 7,3 millones de votos, 100.000 menos que en las elecciones generales del 28 de abril (28A). El PP consiguió el 20,1% y 4,5 millones, 150.000 votos más que el 28A. Ciudadanos consiguió el 12,2% y 2,7 millones (¡pierde casi 2 millones respecto al 28A!). Unidas Podemos consigue el 10,1%, 2,25 millones y 850.000 votos menos que el 28A. Vox saca apenas el 6,2%, 1,4 millones ¡1,3 millones menos que el 28A! Los nacionalistas de izquierdas (ERC, Bildu, BNG) sacan el 5,61%, 1,25 millones, 65.000 votos menos que el 28A. El resultado de Junts de Puigdemont es muy llamativo, al alzarse con la victoria en Catalunya. Consigue el 4,58% y más de 1 millones de votos. Así, los partidos independentistas consiguen el 50% de los votos en Catalunya y 10 puntos más de apoyo que el 28A.

Se confirma el giro a la izquierda

Lo que vemos es que el PSOE sale reforzado del 26M, el PP recupera posiciones a costa de Ciudadanos y de Vox, que se desinflan. También mantienen su declive Unidos Podemos, que prosigue su curso descendente. Aun así, los partidos tradicionales, PSOE y PP, superan por poco el 50% de los votos. Los partidos nacionalistas, fundamentalmente en Catalunya y Euskadi, mantienen su vigor espoleados por la deriva represiva y antidemocrática del régimen del 78 contra las aspiraciones democrático-nacionales en ambas zonas.

En rigor, se confirman los rasgos fundamentales que vimos en las elecciones generales del 28 de abril y el giro general a la izquierda en la sociedad española, pese a los vapores venenosos del nacionalismo español, que sigue siendo el santo y seña de la derecha española y que han tenido éxito en mantener movilizada a su base social, incidiendo también en un sector atrasado –aunque no decisivo– de la clase obrera.

Aparte de esta apreciación general, es necesario hacer una evaluación del voto de Unidos Podemos en estas elecciones. El declive de Unidos Podemos tiene una clara explicación política. La política suicida de Iglesias-Garzón, ya iniciada un año atrás, de implorar al PSOE durante toda la campaña un lugar en su gobierno, como ya lo hizo en la anterior campaña de elecciones generales, no ha hecho sino reforzar aún más al PSOE y transmitir una imagen de UP como una mera organización subsidiaria de Sánchez, borrando cualquier perspectiva de presentarse como una alternativa al mismo, y de ofrecer un cambio claro y entusiasta a las condiciones de vida de las familias obreras. Esta táctica, también liquida la imagen que la hizo fuerte hace 4 años, la de ser una organización de oposición radical al régimen del 78, a sus instituciones y a su corrupción.

El ejemplo más claro de esto ha sido el batacazo de Unidos Podemos en Castilla-La Mancha, donde Podemos se ha quedado sin representación en el parlamento regional. Haber entrado en la legislatura anterior en un gobierno de coalición con el PSOE de Page, uno de los más derechistas del Estado, ha hecho aparecer ante los ojos de la mayoría que el PSOE es confiable y depositario de políticas progresistas, y que por tanto para conjurar una victoria de la derecha lo mejor era depositar la mayor cantidad de votos posibles en el partido que aparecía como el más seguro ganador en las elecciones, el PSOE. Esto, que podía ser visto hasta por un niño de 5 años, sin embargo, fue considerado por los dirigentes de Unidos Podemos como el pináculo de una política “realista” e “inteligente”. Para peor, un día después de las elecciones, Pablo Iglesias sigue insistiendo en esta misma política. Por este camino, Unidos Podemos se encamina al desastre.

Las elecciones municipales

En las elecciones municipales, el PSOE consiguió el 29,3% de los votos (1 millón más que en 2015), el PP el 22,2% (1 millón menos), Unidos Podemos y las diferentes listas de izquierdas afines cerca del 11%, frente al 16% de 2015. Ciudadanos consiguió el 8,25%, apenas 470.000 votos más que en 2015, cuando aún era un partido en formación.

Aunque la izquierda ha ganado las elecciones municipales en general, sin embargo ha retrocedido algo en las capitales de provincia y grandes ciudades. Así, mientras que en 2015 la derecha sólo consiguió 2 de las 10 mayores ciudades del país (Málaga y Murcia), ahora ha conseguido 4 (Madrid, Zaragoza, Málaga y Murcia), más otras poblaciones importantes que estaban en manos de la izquierda (Alicante y Córdoba). Globalmente, la derecha ha pasado de controlar 19 capitales de provincia a hacerlo en 24. La izquierda, que ganó en 8 de las 10 ciudades más importantes en 2015, ahora lo ha hecho en 4 (Valencia, Sevilla, Palma y Las Palmas). Barcelona también ha quedado en manos de la izquierda, pero con la izquierda independentista (ERC) como partido más votado. Globalmente, la izquierda estatal ha pasado de controlar 24 capitales de provincia en 2015 a hacerlo sólo en 16. Los nacionalistas de izquierda y derecha han pasado de controlar 7 a 10, incluidas las tres provincias vascas y las 4 catalanas, ya que es bastante probable que Barcelona quede en manos de ERC, puesto que es improbable que la derecha españolista (PP y Ciudadanos) otorgue sus votos a una coalición de Colau y el PSC.

La razón de este avance de la derecha en grandes ciudades se debe a varias razones. La primera es que, aunque ha habido una bajada general del voto respecto al 28A, la derecha ha conseguido movilizar una parte sustancial de su base social, con su habitual campaña de histeria respecto a Catalunya, aumento de impuestos, etc. La caída del voto en los barrios obreros ha sido mucho mayor que en los barrios burgueses y de clase media. Otra razón ha sido la caída del voto conjunto Podemos-IU, debido en muchos casos a la división de las listas, fundamentalmente por intereses de aparato sin contenido político alguno, lo que ha mermado el número de votos y concejales respecto a 2015. Como ahora veremos, esto también ha pesado más en los llamados “Ayuntamientos del Cambio”, como Madrid, Zaragoza y otras ciudades, reforzado por las políticas timoratas de aceptación de recortes, que no han llevado un cambio sustancial a los barrios obreros, y que han frustrado las enormes ilusiones y expectativas que habían sido depositadas en ellos hace 4 años.

No obstante lo anterior, los grandes cinturones industriales y obreros alrededor de las grandes ciudades: en Madrid, Barcelona, Valencia, Asturias, Andalucía, etc. han quedado en manos de la izquierda, y sobre todo en las del PSOE.

Balance de los “Ayuntamientos del Cambio”

Las elecciones del domingo 26 de mayo han supuesto un duro revés para la mayoría de los llamados “Ayuntamientos del Cambio”, en manos de coaliciones alrededor de o vinculadas a Podemos, IU y formaciones afines, como Madrid, Barcelona, Zaragoza, Coruña, Ferrol, y Santiago. Otros ayuntamientos que tenían mayoría de izquierdas como Alicante, Córdoba u Oviedo, con coaliciones inestables de IU, PSOE y candidaturas afines a Podemos, pasaron a la derecha. En cambio, en otros, como Valencia, Cádiz o Zamora, la izquierda ha mantenido, incluso reforzado su mayoría, como en las dos últimas.

Además de las razones que expusimos en un apartado anterior, lo que ha revelado la experiencia en la mayoría de estos ayuntamientos han sido los efectos negativos de circunscribir sus políticas “progresistas” a administrar las migajas del sistema, sin solucionar los problemas de fondo de los barrios obreros: vivienda, infraestructuras, etc. A eso se suma su política institucionalista, el alejamiento de los alcaldes y equipos de gobierno de la gente común, y el abandono y desprecio hacia la participación popular, sobre la que asentaron su victoria hace 4 años.

Ante el bloqueo impuesto por el anterior gobierno del PP al incremento del gasto social, no se apeló en ningún caso a la movilización popular para exponer el chantaje político y económico de la derecha. No se establecieron mecanismos auténticos de participación popular en los barrios que fiscalizaran la labor de los ayuntamientos, para reforzar el vínculo de éstos con su base vecinal. No se estableció un frente común de lucha estatal entre estos ayuntamientos, con actos y movilizaciones simultáneas por reivindicaciones sociales, para librar una batalla política con el anterior gobierno central de Rajoy ni el actual de Sánchez. Para peor, como en Madrid, Barcelona y otras ciudades, se purgó al ala izquierda en los equipos de gobierno y se hizo ostentación de actitudes burocráticas, en aras de “gobernar para todos”. Carmena, en Madrid, cedió a la presión del BBVA para avalar el pelotazo urbanístico de la Operación Chamartín y tuvo una posición vergonzosa cuando avaló el intento de golpe de Estado de Juan Guaidó en Venezuela.

Hubo cambios progresistas, sí, pero limitados e insuficientes para reforzar y ensanchar la base social de apoyo para estos ayuntamientos.

Así, en Galicia, ante el avance general del PSOE, todos estos ayuntamientos cayeron del lado de este partido. En Barcelona, a todo lo anterior, se sumó la postura cobarde de Ada Colau hacia la cuestión nacional catalana, cuando en determinados momentos, trató de competir por la base antiindependentista del PSOE y Ciudadanos en los barrios obreros, con discursos y posiciones reaccionarias que le enajenaron el apoyo de un sector de la izquierda republicana catalana, lo cual ha beneficiado a ERC.

Llamativamente, las ciudades que aparecían con alcaldes más a la izquierda, como “Kichi” en Cádiz, del sector anticapitalista de Podemos, y Francisco Guarido de Zamora (de IU, aunque ubicado en el ala derecha de esta organización) han salido reforzados con mayoría absoluta del segundo, o a punto de conseguirla en el caso del primero. En el caso de Cádiz, con enormes problemas sociales, una actitud más decidida y valiente en sus políticas, y la mayor cercanía personal a la población de los barrios por parte de “Kichi”, que contrastó con la torre de marfil en la que se encerraron Carmena en Madrid , Colau en Barcelona y Santisteve en Zaragoza, amplió su base social de apoyo.

La batalla de Madrid

Objetivamente, era difícil mantener la alcaldía de Madrid en manos de Carmena y arrebatarle la Comunidad a la derecha, si partimos del resultado de las elecciones generales del 28 de abril. Tanto en la ciudad de Madrid como en la región, la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) consiguió entonces el 53% de los votos frente al 43% de PSOE y Unidos Podemos. Rebajar 10 puntos en un mes, y con una participación previsiblemente menor, como la que finalmente hubo, era una tarea complicada. Pero ese es sólo un aspecto de la cuestión.

En ciudades con una base tradicional de la derecha, como Zamora, o que estuvieron largos años en manos del PP con mayorías sólidas, como fue el caso mismo de Cádiz o Valencia, la izquierda ha conseguido en estas elecciones (y también en 2015) victorias resonantes. De hecho, ése fue el caso del ayuntamiento de Madrid en 2015.

Es cierto que en Madrid la derecha tiene una base muy fuerte, porque aquí se concentran las palancas fundamentales del aparato del Estado, con su legión de funcionarios, administrativos, jueces, militares, policías, abogados, y sus familias, tanto de la administración estatal como regional. Igualmente se concentran las sedes centrales de las grandes empresas con sus miles de empleados cualificados, y una proporción mayor que en otras zonas de aristocracia obrera con su ideología pequeñoburguesa y nacionalista española, y todo esto impregna incluso a otros sectores menos privilegiados de la clase.

Por ello, en Madrid más que en ninguna otra parte, se necesitan organizaciones, dirigentes y políticas mucho más audaces y radicales que saquen de su rutina a las masas de la clase obrera, que siguen siendo el sector más numeroso de la población, y las pongan en movimiento hacia una expectativa real de cambio que arrastre también a las capas inferiores de la pequeña burguesía y la clase media. En 2015 vimos que fue esto, precisamente, lo que ocurrió, cuando la izquierda ganó tanto en el ayuntamiento como en la Comunidad, que la derecha sólo pudo retener porque IU no alcanzó en ese momento el 5% de los votos, se quedó a un 0,8%, y no consiguió una representación que habría anulado automáticamente la mayoría artificial de la derecha en el parlamento regional.

Que la victoria de la derecha en Madrid no era inevitable, con otra política más audaz, valiente y que se hiciera notar en avances sustanciales en las condiciones de vida de los barrios, incluso en zonas de fuerte base social de la derecha, lo muestra el caso particular ya citado de Zamora.

No existen elementos para afirmar que la pequeña burguesía zamorana sea en modo alguno más progresista que la madrileña. En las elecciones del 28 de abril en Zamora, la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) consiguió casi el 56% de los votos, frente al 53% conseguido en Madrid; mientras que la izquierda sacó el 41,5% frente al 43% conseguido en Madrid. Sin embargo, en las elecciones municipales de este domingo la derecha en Zamora sacó el 31,1% y sólo Izquierda Unida, del actual alcalde Francisco Guarido, consiguió un sorprendente 48,1% de los votos, con el PSOE consiguiendo un 11,7% adicional. Es decir, la derecha sacó 56% el 28A (cuando toda la izquierda estaba movilizada para frenar al Trifachito) y luego la izquierda sacó el 60% el 26M en las elecciones municipales ¡en la misma ciudad y en el lapso de un mes!

Esto demuestra que incluso la pequeña burguesía atrasada es capaz de girar a la izquierda apoyando políticas avanzadas si se demuestra en los hechos que puede hacer avanzar sustancialmente las condiciones de vida en los barrios y ciudades.

El hecho de que la distancia entre la derecha y la izquierda se redujera en Madrid, tanto en las autonómicas como en las municipales, de 10 a sólo 3 puntos, entre el 26A y este 26M, demuestra que había condiciones para haberlo conseguido.

Una de las razones para que ello no ocurriera ya la hemos expuesto: la política timorata de Carmena en el ayuntamiento, donde los barrios no han visto cambios sustanciales. Otro factor, imposible de medir exactamente, pero que indudablemente ha tenido un efecto, ha sido la actitud divisionista de Carmena y Errejón que apenas unos meses antes de las elecciones hicieron estallar Unidos Podemos y Ahora Madrid, por su giro a la derecha y sus ambiciones personales, transmitiendo una imagen de zozobra y desconfianza en los barrios y zonas obreras de Madrid y su Comunidad, lo que reforzó a la derecha y al PSOE.

Esto dejó a Unidos Podemos en una situación de extrema debilidad en Madrid y la Comunidad. La debilidad de Madrid en Pie, de Sánchez Mato, impulsada por IU, Anticapitalistas y sectores de Ahora Madrid, ha sido presentar batalla muy tarde. No es muy comprensible que IU se haya mantenido prácticamente callada dos años sobre la insuficiencia de la gestión de Carmena, y a falta de dos meses, saliera a exponer todas sus críticas en tropel. La posición de Podemos fue peor, por cobardía de aparato, no quiso romper públicamente con Carmena para no aparecer como derrotado si apostaba abiertamente por una candidatura (Madrid en Pie) que iba a tener un resultado previsiblemente menor. Aunque en los últimos días, Pablo Iglesias pidió el voto para Sánchez Mato con la boca pequeña, su falta de apoyo público y explícito a éste a lo largo de la campaña, resultó fatal para impedirle alcanzar dicho 5% que le hubiera otorgado automáticamente 3 concejales.

La victoria de la lista de Errejón, Más Madrid, sobre Unidos Podemos en la Comunidad de Madrid, no es nada sorprendente y carece de mérito alguno. Errejón fue hasta hace poco el número 2 de Podemos y era igual de conocido y popular que Pablo Iglesias para las amplias masas de la población, a diferencia de Isa Serra, la candidata de Unidos Podemos en la Comunidad que era una completa desconocida y carente de carisma, como igualmente sucedía con la número 2 de la lista, Sol Sánchez de IU.

Así, Errejón se benefició de su popularidad en un amplio sector de votantes de izquierda poco inmiscuido en las trifulcas internas de Podemos. Su victoria sobre UP se vio reforzada además, no por sus cualidades ni la potencia de su discurso (no expuso una sola medida en sus mítines, sino frases generales), sino por haberse agarrado oportunamente de las faldas de Carmena, cuya imagen fue quien realmente le hizo la campaña, en la que no faltaron recursos.

Por si esto fuera poco, ambos –Carmena y Errejón– recibieron el apoyo desvergonzado de los medios de comunicación que silenciaron escandalosamente a Isa Serra y, sobre todo, a Sánchez Mato, tratando de explotar ante el electorado de izquierdas madrileño la cuestión del “voto útil” a favor de Carmena y Errejón y criminalizando a Mato por facilitar, según ellos, la victoria de la derecha en la capital. Al final, si los votos de Sánchez Mato hubieran ido todos a Carmena no hubiera habido ninguna diferencia con lo que finalmente ocurrió.

Por supuesto, ahora el régimen va a promocionar a Errejón, poniéndolo de ejemplo de izquierda “ganadora” frente a UP como izquierda “perdedora”. El régimen estaría encantado con tener una izquierda “blanda” a lo Gaspar Llamazares cuando dirigía IU, que fuera el sostén permanente de la socialdemocracia y del sistema.
En cualquier caso, un movimiento político como el que pretende poner en pie Errejón, tiene pocos visos de cuajar, aunque haya tenido un éxito efímero relativo en estas elecciones, gracias a su habilidad en la maniobra. Ya existe, lamentablemente, muy poco espacio político entre PSOE y UP; tratar de establecer una organización a medias entre ambos se hace enormemente difícil. Ante la polarización social inevitable. el «centro» soso, o edulcorado si se prefiere, de Errejón podrá entusiasmar acaso a sectores periféricos de la clase y a la pequeña burguesía progresista, pero no a las capas más amplias de la clase trabajadora. Es significativo, para reforzar esta conclusión, que las candidaturas de los partidarios de Errejón, quedaron en el cinturón rojo de Madrid por detrás de IU, Podemos y sus confluencias en casi todos los casos.

Unidos Podemos: para evitar el desastre, cambiar radicalmente de política y programa

Durante muchos meses hemos advertido hasta la saciedad que el giro a la derecha en los discursos y políticas de UP, y su acercamiento servil al PSOE de Sánchez, sólo podía llevar al desastre a UP, que nació vista como un referente radical de lucha y de superación del sistema, y del régimen monárquico español en particular.

El problema político fundamental es que los dirigentes de UP no consideran central la orientación a la clase trabajadora y carecen de un programa acorde con esto. Esta desconexión con las condiciones reales de vida de la clase es lo que explica el escepticismo de un número mayor de trabajadores y jóvenes hacia UP.

Lo que se necesita es una política de clase y socialista, que levante un gran ideal por el qué luchar, un modelo alternativo de sociedad que encienda la imaginación de millones, y que hoy está ausente en UP. Lamentablemente, no vemos ningún atisbo en las direcciones actuales de Podemos e IU de avanzar en esta dirección.

Es necesaria una refundación de Unidos Podemos, lo que incluye a Podemos mismo y a IU. Es necesario establecer una concepción claramente socialista, republicana e internacionalista que se proponga basarse en la movilización popular y la acción de masas para hacer llegar sus ideas a capas cada vez más amplias.

UP no debe proponerse como acompañante del PSOE en un gobierno limitado a conceder algunas migajas, y a sacrificar su propio programa. Ese sería el camino más directo al desastre completo, como ya ha ocurrido en Castilla-La Mancha. Al contrario, debe ofrecer una alternativa propia de gobierno a favor de las familias trabajadoras. Debe dotarse de un programa que abarque todas las demandas sociales y democráticas: derogación de las reformas laborales y Ley Mordaza, expropiación de los monopolios energéticos, de las viviendas vacías en manos de bancos y fondos buitres, por aumento general de salarios, eliminación del empleo temporal, reducción general de la jornada laboral para trabajar todos, aumento de impuestos a los ricos, dejar de pagar la deuda externa que eterniza el ajuste y los recortes, depurar el aparato de Estado de fascistas y reaccionarios, comprometerse a realizar referéndums democráticos por el derecho a decidir de Catalunya y sobre la monarquía, etc. y para llevar todo esto a cabo poner las palancas principales de la economía (bancos, grandes empresas y latifundios) al servicio de la mayoría, con su expropiación y propiedad común, bajo el control democrático de los trabajadores que las hacen funcionar.

Es necesario explicar claramente que un futuro próspero, digno y democrático oara la mayoría de la sociedad es incompatible con este régimen y su viejo aparato de Estado neofranquista, al servicio de las 200 familias de la oligarquía. De lo que se trata es dera construir una República democrática, socialista, que ofrezca al conjunto de pueblos del Estado español una unión voluntaria en pie de igualdad, y que sería la antesala de un movimiento revolucionario y socialista en el resto de Europa y el mundo entero.

Estas ideas y programa galvanizarían a millones que por fin encontrarían un gran ideal por el qué luchar y mostrarían la manera concreta en que podemos transformar realmente esta sociedad para terminar con el capitalismo caduco y bárbaro.

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