El TSE y nuevas ideas: los conflictos de la “horizontalidad”

 

Desde la masiva recolección de firmas, a finales de abril del presente año, que llevo a cabo el Movimiento Nuevas Ideas (MNI), el Tribunal Supremo Electoral (TSE) puso una serie de obstáculos “legales” y burocráticos para realizar la respectiva revisión de las 200,000 firmas recolectadas por MNI, y esto ha retrasado el proceso de inscripción como partido político a la que aspira dicho movimiento.

Los frenos burocráticos desde el Estado burgués que se han opuesto al movimiento, llevan ya cerca de dos meses dilatando el proceso y tienen una clara intención de detener el avance de cualquier movimiento que canalice el descontento de las personas ante la crisis del capitalismo y la incapacidad de los partidos tradicionales de izquierda para solventarla. La burguesía y sus aliados poseen miedo de perder sus privilegios ante un nuevo despertar político de los explotados y oprimidos.

Nayib Bukele es solo un personaje que llena el vacío de dirección; y el éxito del movimiento que lidera, llena el vacío político, dejados por las estructuras organizativas que durante años fueran las herramientas de lucha de los trabajadores salvadoreños, por ello, muchos de estos últimos ceden su apoyo incondicional al movimiento y rechazan la actitud de las instituciones “democráticas” del país. Por tanto, expresan unos ánimos intrínsecos de cambiar sus condiciones de vida a través de un nuevo instrumento político, y se ilusionan e impacientan con las esperanzas que NI está levantando.

Desde sus inicios, el líder de dicho movimiento declaró que el movimiento sería de autoridad horizontal. Existen tantos tipos de horizontalidad, tantas interpretaciones y tantos métodos de dicho régimen, pero ninguno es una opción seria para construir un partido político que sirva como nueva plataforma de lucha y de cambio para la vida de los trabajadores salvadoreños. Sin jefes, proclamo Bukele, pero los acontecimientos mismos crearon estructuras locales y nacionales con referentes puestos por su trabajo de construcción de los grupos, por la confianza y relación personal con Bukele, o por autoproclamación, en algunos casos. Naturalmente, el desarrollo de la construcción de un partido político de masas implica la necesidad de estructurar de manera democrática y centralizada la dirección del mismo. En efecto, es esto lo que ha sucedido.

Sin embargo, aunque es natural que estas estructuras no se formen democráticamente desde el inicio, el objetivo de todo movimiento político que pretenda ser una verdadera alternativa para cambiar la vida de las masas, debe ser aspirar a dicha democracia, de lo contrario, las luchas intestinas por intereses personales de los líderes nombrados comienzan a tener lugar y desarrollan tendencias nocivas, divisionistas y oportunistas.  Estas tendencias aíslan, coartan y desvían los esfuerzos e intenciones sanas de las personas honestas que se acercan al movimiento.

Los frenos burocráticos del TSE se hubiesen combatido con un verdadero proceso de movilización de las bases de NI a dicho ente para generar presión. Dos o tres veces se realizaron estos esfuerzos, pero debido a la incomprensión política de algunos dirigentes de la necesidad para presionar con estas movilizaciones, a la poca fluidez de información o de información falsa, al miedo de confrontar con los donantes de USA, a las “alianzas político-estratégicas”, a la “libertad de decisión de cada grupo”, y a la “línea estratégica para no confrontar con la legalidad del país”, legalidad de la burguesía, el movimiento no pudo realizar un esfuerzo unificado y coordinado que presionara fuertemente al Tribunal, y más bien, han estado expectante a todas las dilataciones e indiferencia de dicha instancia. Al parecer, el actuar conforme a la ley y fortalecer la democracia burguesa será un pilar fundamental del programa político de NI, lo que no tendría nada de diferente del programa reformista del FMLN, o el programa neoliberal de ARENA.

Las luchas incipientes de las cúpulas burocráticas “en formación”, las políticas oportunistas, los esfuerzos aislados, los conflictos financieros con los donantes, el miedo a no confrontar la ley burguesa, las alianzas estratégicas solo consultadas en los altos mandos, las nuevas ideas y la vieja politica de fortalecer el Estado para sacar de la crisis al capitalismo, etc., generan un clima de descontento en las bases de NI, y se deben a la ausencia de una democracia interna y una política y programa claros del movimiento. Por tanto, consideramos que, si NI quiere aprovechar el papel político que la historia de nuestro país le ha otorgado en estos momentos, debe adoptar medidas revolucionarias en su funcionamiento interno y en su política externa como partido político.

Es necesario que cada dirigente local y nacional sea escogido por voto directo de las bases de cada grupo en Asambleas abiertas de militantes en cada municipio, luego en cada departamento, y posteriormente en una coordinación nacional. Debe ganar no más que tres salarios mínimos. Y ser posicionado en dicho cargo por su capacidad política y organizativa, no por llenar cuotas. Solo estas medidas permitirán tener una dirección unificada, democráticamente elegida y capaz de dar el siguiente paso: definir un amplio debate del programa político, que debe proponerse el trastocar los intereses de los capitalistas y oponer el poder popular y la administración obrera de la sociedad a la crisis del sistema actual, pues solo de esta manera NI pasará de ser una ilusión a significar un verdadero cambio en la vida y en la conciencia de la mayoría de la población trabajadora del país.

 

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