El Régimen de Excepción y la criminalización de la juventud

 

El 24 de abril, a petición del presidente Bukele y su Consejo de Ministros, fue ampliado por 30 días más el Régimen de Excepción aprobado por la Asamblea Legislativa el 27 de marzo pasado. Tal régimen fue decretado con el objetivo de combatir la repentina ola de asesinatos del mes pasado, donde 87 personas fueron asesinadas en 3 días.

Como revolucionarios estamos interesados en el combate contra la delincuencia y la criminalidad en el país, pero creemos que la aplicación del régimen excepcional no tiene ningún efecto en el combate a la problemática. Al contrario, estas acciones profundizan las causas principales de la crisis social que atraviesan los barrios más pobres de la clase obrera salvadoreña. La suspensión de los derechos como la presunción de inocencia y las reformas al código penal, están propiciando un ambiente de incertidumbre y vulnerabilidad para las comunidades más pobres del país, pero principalmente para la juventud. 

El saldo del régimen policiaco militar impuesto por Bukele ha dejado más de 17 mil capturas (entre ellos más de cien menores de edad) y cuatro víctimas mortales. En un mes de medidas excepcionales, los policías y militares abusando de sus poderes, han ejercido violencia verbal, física e incluso serias torturas físicas a los detenidos. Se denuncia que algunas de estas capturas no están basadas en acusaciones reales, basta con ser joven de un barrio pobre y conflictivo para ser considerado sospechoso. Tras esta ola de capturas, por lo menos tres jóvenes han muerto a consecuencias de golpizas propinadas por militares, custodios y/o policías del Estado, y por lo menos uno ha muerto en un centro penal debido a la ausencia de atención médica.   

Detenciones arbitrarias 

A menudo, durante los días que duró el primer régimen de excepción, han circulado denuncias de detenciones arbitrarias de jóvenes que no están involucrados en pandillas. Algunos casos, muy raros, han llevado a la liberación de los detenidos debido a la presión ejercida en redes sociales, otros aún permanecen en bartolinas o en el peor de los casos en los Centros Penitenciarios donde sufren graves violaciones a sus derechos. 

El último censo de pandilleros arroja una cifra de más de 70 mil pandilleros activos, y según estimaciones de la PNC existen unos 100 mil pandilleros en todo el país y a eso hay que agregarle miles de colaboradores más, que en conjunto controlan la mayor parte de los barrios y comunidades del país. En estas condiciones es difícil no haber tenido vínculos con algún miembro de las pandillas, pues estos forman parte de la vida cotidiana de las comunidades, ya sea por coacción o por simplemente ser vecino de un pandillero se tienen algún nivel de relación que podría ser motivo de delito para las autoridades, un delito que se paga con 15 años de cárcel según la reciente reforma al código penal. Esto pone en riesgo a miles de personas que tienen que soportar el acoso de la pandilla en sus comunidades.

Además, según denuncias del Movimiento de Trabajadores de la PNC, a los agentes policiales se les exigen altas cuotas de arrestos diarios, los cuales tienen que cumplir para ser considerados eficientes en la Guerra Contra Las Pandillas, guerra que inauguró el presidente Bukele desde el 27 de marzo, como una alternativa para combatir el actuar delictivo de quienes según investigaciones periodísticas han sido sus aliados en la gestión del gobierno, todo esto después del millonario fracaso de su programa “insignia” el Plan Control Territorial.

La percepción de la gente ante las medidas excepcionales 

La percepción de la gente común sobre lo que está ocurriendo se encuentra dividida; en tanto les parece excelente que los causantes del terror y la sangre sean encarcelados, por otro lado, se encuentran expectantes ante el actuar autoritario del Estado y temen las consecuencias del actuar del gobierno. Algunas familias se están viendo afectadas por el acoso policial/militar en sus comunidades. Irrupciones violentas a viviendas o cateos a microbuses y buses exponen el autoritarismo del actual régimen. Algunas de estas familias han tenido que sufrir las consecuencias de ver a sus hijos arrestados o incluso que se los devuelvan sin vida después de haber recibido golpizas. 

La ampliación del régimen de excepción es sumamente peligroso porque supone hacer de algo excepcional una normalidad dictatorial. Por supuesto que esto es algo muy conveniente para el régimen, bajo esta modalidad millones de dólares sin control alguno, han ido a parar a reforzamiento policial y militar, y se han abierto las puertas para la construcción de nuevos centros penales donde empresas constructoras privadas serán beneficiadas con contratos del Estado. Toda esta crisis, está siendo una oportunidad de jugosos negocios para los ricos.

La supresión de los derechos democráticos se presta para la imposición de un gobierno reaccionario contra los intereses de los más pobres. El gobierno de Bukele ha demostrado que es incapaz de resolver los problemas fundamentales de la clase obrera y la juventud, no tiene nada que ofrecer más que violencia, opresión e incertidumbre. Su único objetivo es ofrecer un paraíso a inversionistas extranjeros, a costa del sufrimiento de miles de personas que sobreviven en pésimas condiciones de pobreza sin ver el más mínimo avance en sus condiciones de vida. 

Parece que el objetivo inmediato de Bukele es mostrar que sí resuelve los problemas que aquejan a los más pobres, la idea es aumentar su popularidad mostrándose como un aparato fuerte que combate efectivamente al crimen, pero en la práctica está haciendo todo lo contrario con su actuar está creando crisis por todas partes, utilizando el aparato represivo del Estado sin tratar las causas principales del problema pandilleril que está cimentado en la vulneración de derechos fundamentales como educación, salud, empleo y vivienda. Nada, absolutamente nada de esto se está tratando desde una política estatal. Aparentemente la popularidad de Bukele no ha disminuido y se mantiene en lo más alto, pero eso choca con lo que vive la clase obrera día con día. 

La criminalización de la juventud se profundiza bajo el régimen de excepción

Como en todas las crisis del sistema y el actuar de los Estados, quienes pagan los platos rotos de los planes represivos para “combatir” las consecuencias de la explotación y la represión sistemática, son los jóvenes. En El Salvador se está criminalizando a la juventud por el simple hecho de ser joven. Lejos de que los jóvenes puedan acceder a escuelas, universidades y centros recreativos, se les acosa, se les detiene y se les estigmatiza como delincuentes. 

La juventud se encuentra en un callejón sin salida, han sido acosados por años por las pandillas y al mismo tiempo han sido excluidos de sus derechos fundamentales como educación de calidad y asequible, empleo digno y vivienda digna, y como si fuera poco, ahora mismo se tienen que adaptar a vivir bajo el estigma de los aparatos represivos del Estado. Esto es realmente asfixiante, es absurdo pensar que el futuro de la juventud puede ser próspero bajo estas condiciones opresivas.

La concentración de la riqueza la principal causa de la criminalidad y la delincuencia

Es bastante irónico que las familias que sostienen al país, moviendo día con día los hilos de la economía tengan que vivir las peores inclemencias del sistema, la pobreza, la delincuencia, el acoso del Estado, mientras que los que viven a costillas de la clase obrera, los grandes ricos nacionales e internacionales, se encuentran tranquilamente en sus palacios sin preocupación alguna y sentados sobre sus grande fortunas pensando en qué botella de licor de calidad o qué coche de lujo deben comprar en los próximos días. 

Son precisamente estas familias parásitas millonarias protegidas por el Estado y las leyes, las responsables de la actual descomposición de la sociedad. Tras años de explotación y dominación de estas familias, se han creado las peores degeneraciones sociales, entre ellas las pandillas, que son el fruto de la guerra civil, guerra en la que la clase obrera se alzó para acabar con la miseria impuesta por estas mismas familias, pero que fue brutalmente asesinada durante más de 20 años, lo que conllevo a una profundización de la miseria y el desarrollo de más y nuevos problemas.  

Para acabar con la violencia de las pandillas y del Estado, necesitamos comprender todo el entramado del sistema capitalista. La delincuencia, la pobreza y las pandillas son el producto de una sociedad que se basa en la explotación y la opresión de una clase acomodada que lo posee todo sobre otra que apenas y sobrevive con su trabajo y a la que se le niegan casi todos sus derechos. 

La juventud debe comprender cómo funcionan estas relaciones sociales en el capitalismo, para de forma organizada luchar efectivamente contra la opresión capitalista. Por ahora los sectores más conscientes de la sociedad no tenemos otro camino que la construcción de la organización y la preparación teórica para jugar un papel relevante en el próximo estallido social que se avecina. Cuando una vez más la sociedad busque un ajuste de cuentas con los que por años les han impuesto las peores inclemencias, necesitaremos estar preparados organizativa y teóricamente para completar las tareas pendientes de la pasada lucha revolucionaria. 

En nada ayuda la frustración y desesperación, la apelación a instituciones internacionales; y la agitación en redes sociales es efectiva para objetivos mínimos, lo que necesitamos es participar efectivamente en la organización juvenil. Necesitamos construir militancia revolucionaria para transformar nuestras condiciones de vida, debemos retomar el legado de nuestros mártires y héroes de los años 80 para luchar por nuestro futuro y el de las futuras generaciones. 

No hay otro camino: o militamos y construimos organización o padecemos los ataques del gobierno reaccionario de Bukele y la crisis sistémica del capitalismo. Si nuestras generaciones pasadas pudieron acabar con las dictaduras militares por qué nosotros no podemos acabar con el gobierno reaccionario de Bukele y el capitalismo mismo, las condiciones actuales son sumamente superiores a las pasadas, el desarrollo de las comunicaciones, el peso numérico de los oprimidos y la experiencia acumulada son grandes puntos a nuestro favor. Sólo la lucha organizada del pueblo trabajador puede construir una sociedad digna donde vivir. 

Por esto y más organízate ahora con el Bloque Popular Juvenil, la organización revolucionaria que necesita la juventud salvadoreña para luchar por su futuro. ¡Únete!  

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