ANÁLISIS MARXISTA SOBRE LA SITUACIÓN DE LAS MUJERES SALVADOREÑAS (I PARTE)

Los niveles de desigualdad, exclusión, discriminación, criminalidad y explotación hace mucho sobrepasaron límites inimaginables. Son reflejo del sistema capitalista que tortura a la clase trabajadora, pero las que sufren más estas torturas son las mujeres, expuestas a doble opresión, por el capitalismo y el patriarcado. Ambos sistemas se han encargado de oprimir a la mujer hasta los niveles más bajos, esta opresión encuentra sus orígenes en el surgimiento de las clases sociales, del Estado y de la propiedad privada, mientras estas condiciones no desaparezcan la opresión continuará.

Los niveles de desigualdad, exclusión, discriminación, criminalidad y explotación hace mucho sobrepasaron límites inimaginables. Son reflejo del sistema capitalista que tortura a la clase trabajadora, pero las que sufren más estas torturas son las mujeres, expuestas a doble opresión, por el capitalismo y el patriarcado. Ambos sistemas se han encargado de oprimir a la mujer hasta los niveles más bajos, esta opresión encuentra sus orígenes en el surgimiento de las clases sociales, del Estado y de la propiedad privada, mientras estas condiciones no desaparezcan la opresión continuará.

La situación actual de las mujeres en el país es insostenible, no solo por los niveles de explotación sino por factores ideológicos de subordinación y violencia naturalizada muy enraizados incluso en el ideario de sus propios compañeros de clases.  En los periodos de crisis capitalista las que más recienten los ataques son las mujeres, condenándolas a más explotación, largas jornadas, recortando en salud, educación, subsidios, etc. Todos estos ataques deben impulsar a todos los revolucionarios, hombres y mujeres, a dar todo por la lucha revolucionaria. Este documento pretende analizar de manera breve las problemáticas a las que se enfrentan las mujeres salvadoreñas, hacer un análisis marxista de ellas, para luego dar paso al trabajo de la Comisión de la Mujer del Bloque Popular Juvenil y a un programa reivindicativo de la lucha de las mujeres en la sociedad.

Entendiendo que es el capitalismo el principal enemigo de los derechos humanos de las mujeres, junto al patriarcado: un análisis que aborde la dominación sobre las mujeres es incompleto sino toma estos dos sistemas como perpetuadores de esta dominación, incluyendo el análisis marxista.

La información demográfica que ofrece la última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM) es la del 2015. En la que se reporta que la población total del país ronda las 6, 459,911 personas. De este total, las mujeres representan el 52.5 % y los hombres el 47.5 %; de esto se obtiene un índice de masculinidad de 0.91, lo cual quiere decir que existen 91 hombres por cada 100 mujeres. Según estimaciones la cantidad de hogares a nivel nacional ascienden a 1, 761,772, de estos un 34.9 % se encuentran en pobreza; 8.1 % en pobreza extrema; y el 26.8 % en pobreza relativa. Al hacer la segregación por sexo, se obtiene que del total de personas en condición de pobreza, más de la mitad son mujeres.

Mujeres y empleo

Una de las más grandes discriminaciones hacia las mujeres se da en el ámbito laboral, desde el pago diferenciado respecto a los hombres por realizar el mismo trabajo, hasta las condiciones de explotación y doble jornada que realizan las mujeres.  Según el Observatorio de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la autonomía económica se define como la capacidad de las mujeres de generar ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo renumerado en igualdad de condiciones con los hombres, considera el uso del tiempo y la contribución de las mujeres a la economía.

En El Salvador, la participación de las mujeres en el trabajo remunerado o por rama de actividad económica representa diferencias muy marcadas con respecto a los hombres. Hay una fuerte tendencia de que las mujeres encuentran sobre todo oportunidades laborales en sector informal de la economía, en contraste a los hombres que logran ocuparse dentro del sector formal.

Esta división ocupacional genera por inercia una participación desigual de mujeres y hombres en el sector productivo de la economía, la cual está determinada por condicionantes de género y materiales relacionadas a la división sexual del trabajo, esto es determinante, pues tiene un impacto directo en las desigualdades de trato para el acceso a las oportunidades y espacios de trabajo.

La Población en Edad de Trabajar (PET), definida a partir de los 16 años en el país, permite caracterizar a los mercados de trabajo. Para el año 2015 la PET representaba el 71.5 % (4, 616,655) de la población total de El Salvador; de esto el 54 % de la PET son mujeres y el 46 % son hombres.

La Población Económicamente Activa (PEA) que es definida como la parte de la PET que realiza alguna actividad económica y ofrece su fuerza de trabajo al mercado laboral, está constituida por 2,867,966 personas; de éste total el 59.4% es representado por los hombres y el 40.6% por las mujeres. Esta desigualdad puede explicarse por la tendencia de las mujeres a dedicarse a los cuidados del hogar, cuidado de niños, ancianos, enfermos, actividades que no son tomadas en cuenta en las estadísticas oficiales de la economía capitalista pues no generan ganancias monetarias. 

Ahora bien, tasa de ocupación que es la PEA que tiene un trabajo el cual es remunerado, u obtienen ganancia, o trabajan sin remuneración en un establecimiento de tipo familiar, representa el grado de aprovechamiento efectivo del recurso humano disponibles para el trabajo. Para 2015 la tasa de ocupación es de 93%, es decir de cada 100 personas económicamente activas 93 estaban ocupados; En cuanto al sexo, el 58.5% de las personas ocupadas son hombres y el 41.5% son mujeres.

La tasa de desempleo, por su parte, expresa la proporción de la PEA que el sistema económico no logra absorber, esta para el año 2015 fue del 7 %. Aquí, se da una tendencia mayor entre los hombres de 3.4 puntos porcentuales respecto a las mujeres. Aunque en general, la tasa de desempleo marca una disminución para ambos sexos respecto a años anteriores. Aquí el análisis debe concentrarse en los tipos de empleos y salarios que perciben las personas trabajadoras.    

La EHPM 2015, registra que los salarios promedios a nivel nacional ese año fue de $300.13, de estos los hombres percibieron en promedio $322 mensuales y las mujeres $272.04, esto da una diferencia salarial de $49.96 a favor de los hombres. La misma encuesta señala una relación determinante: la relación que existe entre el número de grados académicos aprobados y el salario promedio mensual, este último sube si el nivel de escolaridad es mayor. Aun así, la desigualdad de género se mantiene independientemente del nivel educativo que logren alcanzar las mujeres. Con la aprobación del aumento al salario mínimo esta brecha salarial no se elimina, sino más bien se profundiza, la diferencia salarial entre hombres y mujeres es mayor a medida que los salarios son mayores, pues los hombres ocupan  los puestos de mayor responsabilidad, como funciones técnicas, de supervisión y administrativas; a pesar de esto el aumento representa un alivio para la clase trabajadora en general, sobre todo en aquellos sectores donde no podían pagar ni siquiera la Canasta Básica Alimentaria mínima, y ahora sí. 

Otro fenómeno en cuanto a las mujeres y el empleo es la condición de precariedad del empleo doméstico remunerado. En 2015 según la EHPM 119,186 mujeres estaban empleadas en servicios domésticos remunerados, en comparación el número de hombres empleados en esta actividad fue de 12,397. La situación de las mujeres con este tipo de empleo es de gran explotación. La situación de las mujeres con este tipo de empleo es de gran explotación. Deben pasar en los hogares donde son contratadas todos los días de la semana, en algunos casos apenas salen una vez a la semana o dos veces al mes. Por ser un trabajo que se da en el ámbito de las familias dónde se emplean no está regulado aún por la ley, las trabajadoras domésticas no tienen prestaciones sociales y sus salarios son miserables. De hecho, cuentan con uno de los menores salarios contemplados en las diferentes ramas de actividades, asciende en algunos casos a $120 mensuales. Y en otros a una cantidad mucho más deplorable. A menudo, las empleadas son víctimas de jefes infames que se sienten en derecho de violarlas, amenazándolas de quitarles el empleo en caso denuncien. Por todo esto, es necesario la regulación de este tipo de trabajo que lastimosamente seguirá existiendo bajo el orden de cosas existentes, solo la socialización del trabajo doméstico lo eliminará completamente, mientras tanto se debe reivindicar las condiciones de dignidad para las trabajadoras de este sector.  Así como este hay muchos empleos precarios para mujeres, por ejemplo, las bordadoras a domicilio, las vendedoras informales, etc.

Otra forma de trabajo precario es el trabajo en la maquilas. En el país se contabiliza un total de 73,352 personas que laboran en este sector. De este total, 58,681 son mujeres, esto es el 80 %, convirtiendo a El Salvador como el país con más mujeres que trabajan en la industria en la región. Y también donde más predominan los despidos injustificados a las mismas.

El trabajo en las maquilas textiles es uno donde más se violan los derechos laborales de las mujeres. En estos lugares las condiciones de desigualdad son palpables: hay bajos salarios, acoso sexual y laboral, descuentos salariales por permisos personales, de salud, por llegadas tardes, entre otras, y aunado a eso hay poco interés por parte de las instituciones del Estado para solventar esta problemática, atentando directamente al desarrollo y socavando la integridad de ese sector de la población.

Las mujeres de las maquilas padecen varias enfermedades y dolencias asociados a su trabajo, desde problemas en la columna vertebral, por los incansables movimientos repetitivos, hasta sinusitis crónica por la aspiración de pelusas al cortar tejidos. El ambiente precario, largas jornadas ininterrumpidas de trabajo que alcanzan, según estudios, hasta 16 horas al día, los sueldos miserables y la falta de higiene en las fábricas degradan la vida de las personas vilmente.

El perfil de las mujeres en las maquilas es que suelen ser mujeres jóvenes de entre 18 y 35 años, a ellas se les sigue pide exámenes de sangre para comprobar si están embarazada o no,  y se les cuestiona sobre si tienen hijos o hijas para poder explotarlas con horas extras. La mayoría de las mujeres en este sector no cuentan con formación académica más allá de la básica. Muchas son madres, y según varios estudios el 80 % son jefas de hogares monoparentales. Otra característica que evidencia la vulnerabilidad de estas mujeres es que muchas provienen de zonas rurales.

En El Salvador el salario mínimo en las maquilas si logra cubrir el costo de la canasta básica, pero aun así el precio de venta final de algunos de los productos que se confeccionan pueden representar hasta 300 veces el salario pagado a las trabajadoras por su elaboración. ¡Una injusticia total! Mientras los capitalistas dueños de estas maquilas explotan a las mujeres, llevándolas al límite de sus fuerzas, gozan de millonarias ganancias las mujeres apenas reciben lo mínimo para vivir.

Según un informe sobre las violaciones a los derechos humanos y laborales que enfrentan las mujeres en Centroamérica, presentado por la Concertación Regional de Mujeres por un Trabajo Digno, las fabricas más denunciadas son la zona franca internacional de Olocuilta, la de San Marcos y American Park. Las denuncias que se reciben apenas reflejan una mínima parte, pues hay un buen número de trabajadoras que no se atreven a denunciar por temor a ser despedidas o porque no confían en las instituciones. Esto es normal, ya que por lo general, lo que hacen las instituciones es re victimizar a las víctimas.

Las agudizaciones de las crisis capitalistas han ocasionado para las mujeres mayor brecha salarial, mayor precarización de sus vidas; en sus hombros cargan con las más profundas contradicciones de este sistema corrompido que las condena a más desempleo y mayor desigualdad. Esta situación inhumana que sufren las mujeres en el área laboral es la visualización de la ignominia capitalista; un sistema que esclaviza, que esparce su veneno en todas las áreas de nuestra vida, solo luchando contra este sistema somos consecuentes en nuestro ideal de lucha por una sociedad sin explotación para las mujeres y la clase trabajadora en general.

Otra forma observable de exclusión laboral que enfrentan las mujeres y especialmente las transexuales y transgénero es el trabajo sexual. Según un estudio realizado por la PDDH en 2013, al menos el 85% de las mujeres trans en El Salvador, ejercen o han ejercido el trabajo sexual, situación que las expone a riesgos como enfermedades de transmisión sexual, VIH, violencia y estigmatización social. La mayoría de mujeres trans adoptan una expresión de género femenina cuando son adolescentes lo que suele ser repudiado por sus comunidades, escuelas y familias de donde son expulsadas por “deshonrar los valores tradicionales”. Obligadas a buscar una forma de subsistir recurren al trabajo sexual en las peores condiciones.

Las personas LGBTI “más afortunadas” que logran insertarse en el mercado laboral con un empleo formal, además de vivir la precarización de sus condiciones de trabajo como lo vive toda la clase trabajadora, experimentan formas de discriminación particulares. Por ejemplo, las leyes del Seguro Social y del Sistema de Ahorro de Pensiones al reconocer únicamente a las parejas heterosexuales, confinan a una segunda categoría a las y los trabajadores LGBTI quienes no tienen la opción de asegurar a sus parejas, menoscabando sus derechos laborales. Además, la mayoría de personas LGBTI opta por ocultar su verdadera orientación sexual, identidad y/ expresión de género por el temor a la discriminación de compañeros/as, acoso o despidos por expresar quienes son.

Como marxistas, y especialmente como mujeres marxistas, sabemos que solamente la superación del capitalismo y la destrucción del patriarcado pueden permitir una inclusión plena de todas y todos, con vidas dignas y libres de prejuicios capitalistas. Por ello, deploramos la situación que viven los y las camaradas LGBTI y acompañamos sus reivindicaciones legítimas en cuestión de los derechos humanos que los sistemas capitalista y patriarcal les han cercenado. Así mismo, incitamos a nuestros compañeros heterosexuales a sensibilizarse y dejar atrás las actitudes retrógradas que dividen a nuestra clase para beneficio de los intereses burgueses. No nos dejemos engañar, las personas trabajadoras LGBTI  son proletarias pues no poseen medios de producción y, por lo tanto, es nuestro deber solidarizarnos e incluirles en nuestras agendas y movilizaciones obreras con respeto y apreciación.

Situación de violencia hacia las mujeres

El Estado salvadoreño debido a la presión de la lucha de miles feministas y no feministas en contra de la violencia de género  que ha alcanzado índices muy altos y niveles de barbarie en los últimos años, ha buscado mecanismos para su erradicación. Con este fin se creó en el gobierno de Mauricio Funes, la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia hacia las Mujeres (LEIV), la cual entro en vigencia el 1 de enero de 2012, y tiene como gran finalidad establecer y garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia mediante la estipulación de políticas públicas preventivas y sancionatorias.

La LEIV a pesar de representar un gran paso en el marco normativo salvadoreño para asegurar que los derechos de las mujeres no sean vulnerados, no ha representado mayores avances para mejorar la situación de las mujeres en su totalidad. La situación de violencia en El Salvador, considerado uno de los países más violentos de Latinoamérica, tiene graves y especiales repercusiones en la vida de las mujeres. Desde que la LEIV entro en vigencia hasta finales del 2016 se han registrado más de 1,700 asesinatos de mujeres.  Esto ubica al país como uno con la mayor tasa de feminicidios a nivel de la región. Las denuncias por abusos sexuales también son altas, el acceso a la educación y salud sigue siendo inadecuado, etc. Esto confirma que la igualdad formal no es garantía de la igualdad real, que la erradicación de la violencia hacia las mujeres pasa necesariamente por erradicar todas las relaciones sociales y de producción  que perpetuán la discriminación, la dominación patriarcal del hombre hacia la mujer, y la dominación, sobre todo, de la clase dominante hacia la clase trabajadora.

La LEIV establece que la violencia contra las mujeres es cualquier acción basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer tanto en el ámbito público como privado. Reconoce los tipos de violencia: Económica, feminicida, física, psicológica y emocional, patrimonial, sexual y simbólica. Las modalidades de violencia son los ámbitos en que ésta ocurre: violencia comunitaria, violencia institucional y violencia laboral.

Violencia feminicida. La LEIV define la violencia feminicida como la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que conllevan a la impunidad social o del Estado, pudiendo culminar en feminicidio y en otras formas de muerte violenta de mujeres (Art. 9).               

El año 2016 cerró con cifras desalentadoras. Desde el primer semestre de ese año ya se verificaba un alza del 30 % en los casos de muertes violentas de mujeres, respecto al mismo periodo del año 2015, la cual llegaba a los 299 asesinatos. Al final del año la cifra fue de 520 feminicidios según reportes del Instituto de Medicina Legal (IML), esto significa que una mujer fue asesinada, por el simple hecho de ser mujer, cada 16 horas.

Los feminicidios muchas veces no son comprendidos como lo que son: el extremo de la putrefacción y el horror del sistema capitalista y patriarcal que genera desigualdad y violencia en todas las áreas y niveles de nuestras vidas. Los feminicidios apenas son lo más visible de toda la violencia a la que son condenadas las mujeres, y que se manifiesta de diversas maneras y de las cuales muchas veces, consciente o inconscientemente, somos participes. Las cifras de feminicidios en el país son alarmantes, pero todas las ocasiones en las que las mujeres se sienten humilladas, silenciadas, violentadas, olvidadas y privada de derechos y libertades, no figuran en las estadísticas simplemente porque no hay control sobre eso. Por lo mismo, cuesta identificar incluso el machismo internalizado y cotidiano producto de la sociedad patriarcal.

Violencia sexual. Se define como todas las conductas que amenazan o vulneran el derecho de la mujer a decidir voluntariamente su vida sexual.    

Según datos procesados en el Observatorio de Violencia de ORMUSA, la Policía Nacional Civil (PNC) recibió 3,506 denuncias por delitos sexuales, de enero a noviembre de 2016. Entre ellas figuran los delitos de agresión sexual, agresión sexual en menor incapaz, estupro, violación y el delito más denunciado: violación en menor incapaz.

La alta incidencia de violencia sexual contra las mujeres, especialmente contra niñas y adolescentes, se hace visible en el hecho de que el 30 % del total de embarazos que registra el Ministerio de Salud (MINSAL), son embarazos en niñas y adolescentes con edades entre los 10 a 19 años.

Violencia física. Es la que está dirigida a ocasionar daño o sufrimiento físico contra la mujer, ejercida mayormente por la pareja sentimental de la víctima.

Cifras brindadas por la PNC arrojan un total de 1,376 denuncias por violencia, en el periodo de enero a noviembre de 2016. Y según datos del IML, la mayor incidencia de violencia física contra las mujeres se ejerce en el ámbito familiar. A partir del reconocimiento de lesiones, el 61 % de la violencia física ocurre en el hogar. ¡Qué ironía! Pues son vulneradas en espacios que deberían considerarse seguros y por personas  con las que establecen relaciones de confianza.

Al comparar estas cifras con las del año 2015 podemos notar que la violencia contra las mujeres incrementó en el año 2016, se comprueba fácilmente por el alza de feminicidios. Esto a la vez, representa que la violencia contra las mujeres se lleva hasta el nivel más extremo. Por otra parte, las denuncias por violencia sexual y violencia física tienden a no representar lo agobiante que es la verdadera situación, esto debido a que las víctimas no se atreven a denunciar por temor, o por la dificultades para el acceso a la justicia y el descredito de las instituciones.                      

Violencia ocasionada por pandillas. La violencia que sufren las mujeres toma matices más oscuros por la violencia que ejercen las pandillas en el país. Según la investigación sobre el Impacto de la Violencia de Maras o Pandillas en la Seguridad y las Libertades de las Mujeres presentado por la Organización de Mujeres Salvadoreños por la Paz (ORMUSA), la segunda causa de violencia contra la mujer es originada por grupos delictivos, sobre todo en delitos contra la libertad sexual y estupro.

No es descabellado ni exagerado afirmar que las pandillas están sometiendo a mujeres y niñas a nuevas formas de esclavitud sexual y laboral. A menudo las pandillas utilizan a menores de edad para el cobro de extorsiones a los comerciantes o transportistas, o para que realicen actividades de “vigías” cuya función es prevenir sobre la presencia de la policía o de pandilleros rivales. Los pandilleros al sentirse dueños de territorios, se sienten dueños también de las mujeres que viven en él, esto debido a la exacerbación del machismo dentro de estos grupos. Una mujer es utilizada para satisfacer los más bajos instintos de todo el grupo, como y cuando ellos quieran, así las violaciones en masa son el pan de cada día de las mujeres pandilleras o mujeres que han sido esclavizadas por estos grupos.

El aparecimiento de las pandillas tiene su origen en factores como la pobreza, la exclusión, marginación y desigualdad social, alentados por toda la miseria que acarrea el capitalismo, y las consecuencias más nefastas las siguen pagando las niñas, niños, adolescentes, y mujeres. Por tanto, es necesaria la lucha decidida para acabar con el origen del problema, el capitalismo, para avanzar a una forma de sociedad mucho más desarrollada donde este tipo de hechos no tengan cabida.

Históricamente uno de los sectores más violentados de la clase trabajadora ha sido el colectivo de personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI). La moral capitalista y el patriarcado han promovido entre las filas obreras las formas más viles de discriminación y odio por razón de orientación sexual, identidad y expresión de género distintas a la heteronormativa. En el 2015 se registraron 48 homicidios contra personas LGBTI, de éstas 32 fueron mujeres trans, 8 mujeres lesbianas y 8 hombres gais. En los primeros 6 meses del año 2016 la PDDH registraba 18 homicidios de personas LGBTI, nuevamente la mayoría eran mujeres trans. Ninguno de estos casos han sido judicializados

Avances y retos en la educación de las mujeres     

La educación es de suma importancia para todas las personas, es un derecho inalienable de cada una. Ayuda a mejorar el nivel de vida y desarrollo de los seres humanos, y en el caso de las mujeres es un elemento clave para la igualdad de oportunidades. La educación, como herramienta de lucha para nuestra clase, debe ser una educación de calidad, laica, gratuita, no sexista, con tecnología e infraestructuras adecuadas, con material pedagógico avanzado y con profesores bien remunerados y preparados para el desarrollo de sus funciones.

En los últimos años, ha habido avances significativos en el acceso a la educación y la permanencia en la escuela, esto debido a la implementación de los paquetes escolares y el vaso de leche que garantizan la permanencia de niños y niñas, la matricula ha aumentado y la deserción ha disminuido por causas materiales. Además la implementación de programas de alfabetización ha hecho que cada vez más municipios sean declarados como zonas libres de analfabetismo, un logro sin duda muy grande. Hay indicadores básicos que reflejan los avances y los retos del sistema educativo como la tasa de analfabetismo, la asistencia escolar y la escolaridad promedio.

El analfabetismo es definido, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO), como la situación de una persona que no posee las habilidades para leer, escribir y comprender una frase simple y corta. En la EHPM la tasa de analfabetismo es calculada con la población de 10 y más años que no sabe leer ni escribir, y para el año 2015 representaba un 10.8 % de las personas a nivel nacional, esto es 583,755 personas. Por sexo la tasa de analfabetismo de la población femenina es de 12.4%, mientras que para la población masculino es del 9.0%, registrando una brecha de 3.4 puntos porcentuales. Esto indica la dificultad de algunas mujeres salvadoreñas para tener acceso por lo menos al nivel básico de educación.

Ha habido avances muy grandes respecto a la alfabetización, con la implementación del Programa Nacional de Alfabetización “Educando para la Vida”, promovido por el Ministerio de Educación desde el 2009. Este es el camino que se debe seguir, y debe seguir siendo reforzado con el destino de mayor presupuesto para educación.

Otro de los grandes retos en materia educativa es la reducción en la deserción escolar. Las causas de la deserción escolar son variadas, puede ser porque las personas necesitan trabajar, por enfermedad, por discapacidad, etc. En el caso de las mujeres, muchas desertan por compromisos en el hogar, o por embarazo adolescente y porque luego deben ejercer una maternidad temprana, en El Salvador cada vez es más común que las personas deserten por amenazas de pandillas o por cambios de domicilio por el mismo motivo. De hecho en el último periodo la violencia infligida por pandillas es una de las causas principales para la deserción.

Para septiembre del 2016 el MINED confirmó la deserción de 23,000 estudiantes, las mayores cifras se ubican en la población masculina, quienes denuncian la inseguridad y la delincuencia como la razón por la cual abandonan sus estudios. En el caso de las mujeres, la violencia también tiene impacto negativo y las orilla a dejar sus escuelas, otro factor determinante son los embarazos. La seguridad con militares y policías en los centros educativos, poco o nada ha logrado aliviar este ambiente hostil que sufren los estudiantes por el acoso de los pandilleros.

Por otro lado, la discriminación y desigualdad para las mujeres no se ven minimizadas  por el hecho de que se registren altos niveles de matrícula femenina. Esto debido a que la educación en El Salvador sigue siendo sexista, esto significa que sigue existiendo una clara división entre lo que se espera de los hombres y de las mujeres determinado por las generalizaciones o estereotipos de género en la sociedad y la cultura. Las niñas necesitan un tipo de educación que no las discrimine desde el lenguaje, que no las considere inferiores por el simple hecho de ser mujer. Una educación no sexista también es una reivindicación de las mujeres de la clase trabajadora.

Acceso a la salud

La salud se define como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además es un derecho humano fundamental, por tanto, todas las personas deben tener acceso a los servicios básicos para mantener o recuperar su salud.

Sin embargo, en El Salvador este es otro derecho que se viola constantemente. Para las mujeres el derecho al acceso al sistema de salud en general, y a la salud sexual y reproductiva en particular es pisoteado. Debemos hacer un llamado a la organización para exigir la garantía de servicios de salud integral para las mujeres a lo largo de su ciclo de vida, salud de calidad y con calidez humana. Además se debe hacer mayores esfuerzos por la prevención de embarazos en adolescentes, a través de campañas de concientización y el acceso a métodos anticonceptivos que no pongan en riesgo la salud de las mujeres.

Sobre la penalización del aborto. Una reforma constitucional hecha en 1998 estableció, en el artículo 1 de la Constitución, que: “El Salvador reconoce a la persona humana desde el momento de la concepción”. Esto permitió que los diputados hicieran una serie de reformas al código penal para prohibir bajo cualquier circunstancia la interrupción del embarazo, ya sea que fuera por un aborto espontáneo, por violaciones sexuales, por incesto, por ser de alto riesgo o incluso por malformación del feto. Un paso atrás para el reconocimiento de los derechos de las mujeres, pues en la constitución de 1970 si se permitía el aborto bajo ciertas circunstancias.

Desde esta reforma constitucional, apoyada por los sectores religiosos más conservadores, las mujeres han sido criminalizadas incluso por abortos espontáneos donde no han tenido la posibilidad de hacer nada, y han sido sometidas a procesos judiciales injustos y con errores que han costado que pasen años en la cárcel pagando condenas sin tener la responsabilidad de lo sucedido. Otras han sido obligadas a llevar hasta el final un embarazo que pone en riesgo su vida, les hacen pasar por un proceso doloroso y traumático que es totalmente innecesario. Cabe señalar que las mujeres condenadas hasta hoy por aborto, son mujeres pertenecientes a la clase trabajadora.

El año pasado, Ricardo Velásquez Parker, diputado de Arena, presento una propuesta para elevar las penas de cárcel por aborto para que estas sean de 30 a 50 años. Vista desde cualquier punto era una propuesta que tenía como fin criminalizar aún más a las mujeres, negándoles derechos de acceso adecuado a salud sexual y reproductiva.

En aquel momento, nos pronunciamos y dijimos que el interés de fondo de esa propuesta no era la consigna hipócrita de “defender la vida”, sino mantener la moral burguesa y todo el sistema de leyes que favorecen a la clase dominante para perpetuar su poder hegemónico, los intereses de las mujeres no están supeditados a sus intereses de clase.

A mediados de octubre del 2016, el FMLN propuso una reforma que avale el aborto terapéutico, una postura acertada por parte de la diputada Lorena Peña. Como era de esperarse ARENA mostró su rechazo inmediatamente. El pasado 23 de enero, los diputados de la comisión de legislación y puntos constitucionales iniciaron el estudio de un proyecto de ley que pretende despenalizar el aborto. Esto abre un camino de posibilidades para llamar a la organización de las mujeres a favor de sus vidas, no se puede seguir jugando con la vida de las mujeres, la legalización no puede esperar.

Las exigencias sobre este tema es la total despenalización del aborto, educación sexual y reproductiva libre de prejuicios, métodos anticonceptivos accesibles para todas. La perspectiva es que esta lucha se agudice este año, debido a las reformas presentadas. El trabajo que como organización tendremos es de enfocarla a la lucha por la eliminación del capitalismo, que junto al patriarcado, ha materializado la situación de opresión y desigualdad que sufren las mujeres. Avanzar hacia la construcción de la sociedad socialista es la garantía de que el avance de la ciencia y la tecnología estarán al servicio de la vida de las mujeres, esto cambiaría radicalmente todo tipo de prejuicios debido al desarrollo mismo de la conciencia, eliminando las barreras materiales que lo obstaculizan por el momento.        

 (Continuará)

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