A un año del régimen de excepción, un análisis marxista

Recientemente se cumplió un año de la imposición del Estado de Excepción en El Salvador o como comúnmente se le conoce Régimen de Excepción. El cual fue impuesto por el gobierno como una medida extraordinaria, en la “guerra contra las pandillas” en marzo del 2022. Este fue un giro radical por parte del gobierno, que pasó de pactos secretos a una supuesta guerra frontal contra los pandilleros en los barrios populares de El Salvador, este giro repentino en la política de Bukele se dio después de una masacre que duró 3 días y dejó un saldo de 82 personas asesinadas.

A simple vista, se podría tener una posición positiva acerca del régimen de excepción, y es que no se puede negar que los asesinatos, asaltos y extorsiones han desaparecido a niveles no vistos en las últimas décadas. Y al menos popularmente, la política de Bukele, tiene una opinión favorable. Lo que es completamente normal, una sociedad que pasó del terror y la sangre como diario vivir a una donde mínimamente se puede andar a altas horas de la noche, entrar a lugares, colonias y/o comunidades donde anteriormente no se podía si se venía de un lugar donde controlaba una pandilla contraria, de andar cuidándose de los asaltos a mano armada y con el miedo de no quedar atrapado entre una balacera o encontrarse con la muerte en cualquier calle del país, entre otras experiencias comunes de años pasados.

Desde este punto de vista, es casi imposible tener una opinión contraria a la política de seguridad de Bukele y entendemos perfectamente la aceptación popular que tienen los resultados de esta. Sin embargo, debemos señalar que detrás de estos resultados, hay también una serie de nuevos problemas que están afectando a las familias más pobres del país y el hecho de que la política no vaya a la raíz del problema, deja mucho que desear sobre el futuro de la sociedad salvadoreña. 

En un año el Régimen de Excepción se han capturado a más de 66 mil personas, una buena parte de estas han sido en condiciones de arbitrariedad; han muerto más de 134 personas en custodia del Estado, muchos de ellos inocentes que no tuvieron una legítima defensa, las causas de muerte han sido palizas y condiciones de enfermedad agravadas por las condiciones carcelarias extremas. Muchos de los detenidos son personas inocentes. 

Víctimas de la estigmatización de la juventud y la pobreza, decenas de personas entre adultos y jóvenes son arrestados sin el debido proceso, algunos deben esperar como mínimo 6 meses para tener una audiencia en la que se procesan hasta 500 personas a la misma vez. Madres, hermanos y cónyuges sufren agónicamente la desesperación de no saber dónde está su pariente detenido, esto debido a las reservas con las que se manejan estas detenciones. Algunos de estos hacen vigilia día y noche fuera de los centros penales a donde normalmente están siendo llevados los detenidos esperando una noticia o con la esperanza de la liberación de sus familiares.  

En un año, El Salvador se ha convertido en el país con la tasa carcelaria más alta del mundo, un informe de Amnistía Internacional a un año del Régimen, planteaba lo siguiente: “Dentro del paquete de reformas legales que acompañó el lanzamiento del régimen de excepción destacan aquellas realizadas al Código Penal y Procesal Penal que han permitido la utilización indiscriminada de la figura de la detención provisional por parte de los operadores de justicia. Esto no sólo ha representado la violación al derecho a la libertad (ya que este tipo de detención debe usarse en circunstancias muy limitadas), derecho a ser juzgado o liberado en un tiempo razonable, sino también ha provocado un serio problema de hacinamiento en las cárceles. Actualmente, El Salvador registra una población carcelaria que supera las 100,00 personas, lo cual lo coloca como el país con la mayor tasa de personas privadas de libertad en el mundo, con más del 1.5% de su población en prisión”. 

Mientras todo esto pasa los grandes medios de comunicación nacionales e internacionales afines a la política de Bukele, esconden y maquillan la realidad represiva que hay detrás de su política. Cada vez más se imponen más trabas al periodismo, desde criminalizar los reportajes sobre pandillas, por “apología” a las pandillas, hasta persecución y acoso a los periodistas. En una lógica utilización de medios estatales para esconder la verdad, para lo que en realidad sirven las instituciones del Estado burgués, el gobierno utiliza todo su aparataje comunicacional para destacar los logros de su política y esconder todo lo represivo que hay detrás de esta.

Lo que estamos viendo en El Salvador es cómo bajo una sociedad enferma se intenta controlar un cáncer que ha generado el propio sistema capitalista, puede que los efectos de este cáncer sean momentáneamente controlados con políticas represivas como las de Bukele, pero eso no significa que el mal haya desaparecido, lo más probable es que haya una transmutación de este. 

El origen de las pandillas se remonta a la condiciones opresivas y miserables a las que fue sometida la sociedad salvadoreña posterior a la guerra civil, acompañado del saqueo del Estado y los recursos naturales por los diferentes gobiernos de las últimas décadas. Leyes a favor de la explotación por parte de empresas nacionales y extranjeras, restricción de derechos fundamentales, explotación intensa, bajos salarios y condiciones de pobreza extrema solo podían generar fenómenos violentos, como las pandillas, entre la juventud. 

Durante décadas, generaciones enteras de jóvenes han sido arrojadas cada vez más a condiciones de miseria y explotación, sin acceso a educación de calidad básica y superior, oportunidades de empleo, vivienda digna, salud integral y recreación, etc., el futuro para la juventud salvadoreña sigue siendo totalmente incierto. Una política integral, que de verdad pueda acabar con el cáncer de la delincuencia, debe tomar en cuenta la erradicación de toda esta loza opresiva que está sobre las juventudes, sin embargo, en la política de Bukele no hay ni un atisbo de que esto pueda empezar a desaparecer.

Como marxistas revolucionarios estamos a favor del combate de la criminalidad y luchamos por acabar con la violencia criminal en todos sus niveles, esto debe quedar claro, no estamos a favor de las pandillas y en numerosas ocasiones hemos escrito sobre este cáncer generado por la sociedad capitalista. Y al igual que una buena parte de la población vemos con buenos ojos la reducción de los homicidios -que antes promediaban los 15 diarios- y  la reducción de otros hechos delictivos perpetrados por las pandillas. 

Sin embargo, advertimos que la política de Bukele conduce a un callejón sin salida y no es sostenible en el tiempo, además que justifica el fortalecimiento de los aparatos represivos que de un momento a otro se volverán contra el pueblo trabajador. Como hemos explicado arriba, para poder acabar de raíz con el cáncer de la delincuencia pandilleril debemos partir de las condiciones sobre las cuales esta pudo emerger, y esas condiciones son las de la opresión y explotación, donde millones de personas son obligadas a vivir en condiciones de miseria y pobreza. 

Los efectos de la crisis económica está golpeando duro la economía de las familias obreras, la canasta básica urbana ha alcanzado en este abril los $500, mientras miles de obreros siguen ganando apenas los $365 del salario mínimo. ¿Qué significa esto? que miles de jóvenes ahora mismo no tienen las condiciones mínimas de existencia, sus padres tienen que trabajar el doble y consumir cada vez menos lo básico. La tasa de desempleo juvenil sigue superando las dos cifras, el periodo post pandémico también ha empeorado la deserción escolar que está creciendo abruptamente. Ahora mismo, el gobierno prefiere invertir en un megapenal que en una nueva sede de la universidad nacional, la cual se prometió en campaña. En conclusión las condiciones de miseria y exclusión siguen estando intactas bajo el régimen de Bukele.  

La guerra contra las pandillas está siendo la hoja de parra con la que Bukele, está ocultando su política capitalista en favor de los grupos oligárquicos y con la cual fortalece todo el aparato represivo para evitar posibles revueltas en el futuro. Muchos creen que Bukele ha hecho una revolución en su forma de gobernar el Estado. Sin embargo, más allá del aparente cambio superficial. Lo que Bukele está haciendo es favorecer cada vez más la explotación de los grandes capitalistas, mantiene los mismos miserables salarios, utiliza los sindicatos para apaciguar y controlar las luchas, abre las puertas a los inversionistas extranjeros que se frotan las manos porque El Salvador posee condiciones seguras para explotación sin preocuparse de las exigencias de los trabajadores por mejorar sus condiciones laborales.

Bukele, que ha obtenido resultados positivos tras un pacto con líderes de las pandillas, a quienes les ha ofrecido mejores condiciones en los penales e incluso la protección del Estado ante la extradición de criminales reclamados por los EE.UU., se enrolla cada vez en un torbellino de contradicciones que a largo plazo le pasarán factura. Este acuerdo con los líderes de las pandillas no se podrá sostener en el tiempo, esto necesita una inversión constante de recursos del Estado y la crisis estatal que posterga cada vez más a través de la deuda, estallará tarde o temprano. Este escenario es sumamente peligroso para la sociedad salvadoreña, el cáncer de las pandillas no ha sido extirpado, y sin duda mutará en el futuro. 

La crisis económica aprieta cada vez más, mientras Bukele no ofrece soluciones al problema de miles de trabajadores. En estas condiciones, la euforia y celebración de su popularidad por la política represiva de seguridad caerá en cualquier momento, la actitud de la población es de paciencia y expectación, están a la espera de las soluciones a la pobreza y el desempleo, la cruda realidad es que estos problemas no se pueden resolver en los límites del capitalismo, Bukele tendría que romper con las grandes familias oligárquicas que hoy se benefician de su política para empezar a solucionar estos problemas. Sin embargo, este no es el camino por el que se conduce este gobierno, por lo cual una respuesta combativa de la clase obrera está por verse en el futuro, ¡debemos prepararnos y luchar por una sociedad diferente, una sociedad socialista que acabe de raíz con todos los males del capitalismo! 

 

Editorial Militante No. 101, mayo 2023

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