Tras la guerra de Netanyahu: emerge un movimiento palestino unido

Tras once días de bombardeo despiadado sobre Gaza, Israel ha aceptado finalmente un alto el fuego. La población de Gaza pagará un alto precio durante muchos años por el ataque de Israel. Sin embargo, el movimiento palestino no se siente derrotado y en la sociedad israelí están apareciendo fisuras ¿Cuál es ahora la perspectiva?


Tras once días de bombardeo despiadado sobre Gaza, que ha causado la muerte de más de 240 palestinos (casi la mitad de los cuales eran niños y mujeres) y ha dejado miles de heridos graves, Israel ha aceptado finalmente un alto el fuego. Los bombardeos han provocado el desplazamiento de 75.000 personas. Sus casas han sido destruidas y se ha infligido graves daños a las infraestructuras esenciales: escuelas, hospitales (incluido el único centro de pruebas y vacunación de COVID-19), electricidad y suministro de agua potable. La población de Gaza pagará un alto precio durante muchos años por el ataque de Israel.

El régimen egipcio de Al-Sisi, que durante años aplicó un bloqueo en colaboración con el Estado israelí que ha estrangulado los medios de vida de la población de Gaza, se atribuye el mérito de haber negociado el alto el fuego. Junto con otros regímenes árabes reaccionarios que se pusieron del lado de Israel y lo apoyaron abiertamente el año pasado -los EAU, Arabia Saudí, etc. – están intentando renovar sus credenciales pro-palestinas anunciando planes de ayuda y reconstrucción, que utilizarán como presión ante Hamás o que convenientemente archivarán a la primera oportunidad.

Todos los regímenes reaccionarios árabes, desde Marruecos hasta Arabia Saudí, han sido sorprendidos por la creciente combatividad de la lucha palestina. En particular, han sido sorprendidos por la forma en que ha conectado con el sentimiento revolucionario de las masas de la clase obrera y la juventud de todo Oriente Medio. La legitimidad de estos regímenes se ha visto enormemente socavada por estos acontecimientos, añadiendo material combustible a las crisis revolucionarias que se están preparando en esos países.

La llamada administración «progresista» de Biden ha vuelto a mostrar sus verdaderos colores. Apoyó inmediatamente el «derecho a la autodefensa de Israel» en el curso de la campaña de bombardeos, mientras presionaba discretamente, entre bastidores, a Netanyahu para que aceptara un alto el fuego una vez que Israel hubiera causado suficiente destrucción. La hipocresía de la pretensión de neutralidad del imperialismo estadounidense queda completamente expuesta. Estados Unidos subvenciona al ejército israelí con miles de millones de dólares cada año, al tiempo que exporta enormes cantidades de material militar a Israel. Nadie puede dudar de cuál es la posición del imperialismo estadounidense y, como siempre, está del lado de los opresores.

Tenemos que ser claros: a Biden y al imperialismo estadounidense no les preocupa en lo más mínimo el sufrimiento del pueblo palestino, ni sus legítimas demandas. Lo que les preocupa es que las aventuras de Netanyahu puedan provocar una mayor desestabilización de los regímenes árabes afines a Estados Unidos en la zona: Egipto, Jordania, las monarquías del Golfo y más allá. Lo que realmente teme el imperialismo estadounidense es el resurgimiento de la revolución árabe a un nivel aún mayor que hace diez años.

La juventud palestina ha estado dirigiendo una lucha de masas combativa contra la despiadada guerra de Israel contra sus hermanos y hermanas de Gaza. Es importante señalar que la lucha comenzó dentro de las fronteras del Estado de Israel fijadas en 1948 [la llamada “línea verde”, NdT] y fue dirigida y organizada por comités, redes y organizaciones que estaban fuera de la «dirección» oficial palestina. Esto reveló una profunda desconfianza hacia Fatah y la Autoridad Nacional Palestina, así como hacia Hamás. En particular, hemos asistido a la organización de la autodefensa de masas contra las violentas actividades de pogromos antipalestinos de las turbas de extrema derecha y de los colonos sionistas, que atacan a los palestinos y sus hogares y comercios que viven dentro de la “línea verde”, y que fueron llevadas a cabo con la aquiescencia o el apoyo abierto de las fuerzas de seguridad israelíes.

Estas movilizaciones han traspasado las divisiones existentes, unificando la lucha palestina contra la ocupación, la discriminación y la opresión en Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, los campos de refugiados palestinos y, sobre todo, dentro de la línea verde israelí de 1948. Esta lucha está resonando en la clase trabajadora y la juventud de todo el mundo, y ha inspirado una ola internacional de solidaridad que está creciendo a escala mundial.

Los palestinos en lucha recibieron el alto el fuego con manifestaciones desafiantes, alegría y alivio, pero también con la conciencia de que no se ha resuelto nada fundamental. Han demostrado su determinación y voluntad de seguir luchando.

Como marxistas, saludamos con entusiasmo el surgimiento de una lucha de masas palestina unificada como la conquista más importante de estas últimas semanas.

Las cínicas maniobras de Netanyahu quedan al descubierto

Netanyahu y las Fuerzas de Defensa israelíes afirman que han logrado sus objetivos militares. Sin embargo, estas afirmaciones son débiles y poco convincentes. En contra de lo que Netanyahu desea que todo el mundo crea, está claro que no se ha resuelto nada desde el punto de vista de la clase dirigente israelí.

El alto el fuego no es más que una maniobra táctica, pero la estrategia de la derecha sionista de desplazar a la población palestina, robando de hecho sus hogares y medios de vida, y recortando progresivamente sus derechos, continúa.

El programa de los colonos sionistas fue resumido por Arieh King, vicealcalde de Jerusalén: «Quiero que Jerusalén esté asegurada para siempre como ciudad judía, y la única manera de protegerla de los musulmanes radicales es siendo más que ellos», dijo. «El corazón de la nación judía es el Monte del Templo, y las barreras que protegen el Monte serán la presencia judía alrededor de él».

El objetivo de Israel –o más bien de Netanyahu– nunca fue el de destruir a Hamás, sino el de contenerlo. Netanyahu, y sus aliados de la derecha, necesitan a Hamás.

Desde el punto de vista militar, los cohetes de Hamás, aunque han mejorado en número y precisión, no son rivales para la potencia de fuego de Israel, y el 90% de ellos son interceptados por sus defensas Iron Dome. Sin embargo, el sonido de las sirenas de ataque aéreo en todo Israel es muy útil para Netanyahu desde el punto de vista político. Tiene el efecto de agrupar a los judíos israelíes en torno al Estado y al gobierno «frente al enemigo extranjero». Este fue el cínico cálculo de Netanyahu cuando intensificó las provocaciones en la mezquita de al-Aqsa durante el Ramadán en un momento en que estaba a punto de formarse un gobierno de coalición que lo excluía.

Además, Israel tiene todo el interés en oponer el dominio de Hamás en Gaza a la Autoridad Palestina de Abbas, dirigida por Fatah, asegurando la división y la fragmentación de la llamada dirección palestina. Por último, Israel no quiere destruir a Hamás porque es la única fuerza existente capaz de controlar –reprimir y vigilar– a la población palestina de Gaza. En los últimos años, Netanyahu incluso llegó al extremo de intervenir –entre bastidores– para presionar al régimen qatarí para que garantizara un salvavidas financiero a Hamás.

El principal objetivo de Netanyahu era utilizar cínicamente la escalada bélica que él provocó deliberadamente, para salvarse de la presión que crecía en su contra, y consolidar su inestable posición al frente de un gobierno que se desmoronaba. Netanyahu no tenía mejor forma de conseguirlo que practicando el juego ya probado anteriormente de confrontar con Hamás, reuniendo apoyos en torno a sí mismo, y posando en su papel favorito de hombre fuerte de Israel ante una emergencia nacional. Pero esta vez, la apuesta de Netanyahu no parece haber dado resultado.

¿Por qué no hubo invasión terrestre de Gaza?

Netanyahu había asegurado a los judíos israelíes que el pueblo palestino había sido neutralizado, dividido, derrotado y desmoralizado. Les aseguró que los regímenes árabes vecinos estaban dispuestos a aceptar y reconocer la existencia de Israel a pesar de la persistente opresión del pueblo palestino y la ocupación de su tierra. Les aseguró que, bajo su puño de hierro, Israel se había convertido en un lugar seguro para los judíos. Todas estas garantías están siendo expuestas como mentiras a los ojos de la población israelí.

Aquellos que, dentro y fuera de Israel, apoyaron el bombardeo de Gaza como medio de «proteger las vidas israelíes de la amenaza de Hamás» se preguntan ahora: ¿cómo puede el gobierno israelí afirmar que la capacidad de Hamás para ensamblar y lanzar cohetes ha sido destruida por estos llamados bombardeos «quirúrgicos»? Una de las principales lecciones de los anteriores ataques israelíes contra Gaza –remarcada por los medios de comunicación israelíes– ha sido precisamente que, sin una invasión terrestre, el bombardeo por sí solo está destinado a ser ineficaz, incluso suponiendo que Israel tenga acceso a la inteligencia más precisa sobre lo que debe atacar. Así lo dejó claro en octubre de 2020 Avi Kochavi, Jefe del Estado Mayor de Israel, según informó Haaretz: «Es imposible llevar el triunfo sobre nuestros enemigos sin una maniobra [terrestre], sin una entrada masiva de fuerzas».

La conclusión que sacan los israelíes de a pie es, naturalmente, de escepticismo. Una vez más habrá otra tregua incómoda, hasta la próxima e inevitable escalada. El capitalismo y el sionismo, independientemente de la figura de Netanyahu, no están creando las condiciones para una vida digna o un refugio seguro para los judíos en Israel. Todo lo que pueden garantizar es la continuación de la pesadilla actual y una opresión y un odio más profundos en líneas nacionales y religiosas.

Durante el bombardeo de Gaza, en varios momentos las FDI anunciaron que estaban considerando la posibilidad de invadir Gaza – como lo hicieron en 2014 (matando a 2.400 palestinos). Pero la amenaza de invasión terrestre nunca se materializó ¿Por qué?

Haaretz señaló cómo la propia posición precaria de Netanyahu fue un factor clave:

«En cuanto al primer ministro Benjamín Netanyahu, en este momento tiene un mínimo de crédito público para lanzar movimientos controvertidos. Es difícil lanzarse a una peligrosa incursión militar que generará grandes bajas cuando la mitad de la población no cree una palabra de lo que dice y sospecha, con cierto grado de justicia, que ha calentado deliberadamente la tensión en Jerusalén por razones políticas y personales.»

Los palestinos israelíes en el centro de la lucha

Sin embargo, las consecuencias inmediatas del alto el fuego confirman que algo ha cambiado en la situación, y de forma bastante dramática. Lejos de estar domesticada y desmoralizada por el despliegue asimétrico de la fuerza bruta de Israel, la lucha de masas palestina, dirigida por los jóvenes, ha conquistado el centro del escenario.

La huelga general palestina del 18 de mayo, junto con el creciente desafío y la determinación mostrados a lo largo del último período por la juventud palestina dentro de Israel y en los territorios ocupados, ha demostrado el poderoso impacto que el movimiento de la clase trabajadora puede tener en los acontecimientos.

Por primera vez en décadas, la huelga general demostró claramente –en la práctica– lo que venimos sosteniendo desde hace mucho tiempo: que una lucha de masas unificada contra la ocupación y la opresión del pueblo palestino en todo el territorio de la Palestina histórica era necesaria y representaría un avance. No sólo era posible, sino que se ha hecho realidad.

Este es el resultado de años de resentimiento acumulado causado por la creciente presión sobre los palestinos por las políticas discriminatorias y opresivas del Estado israelí. En los últimos años, hemos sido testigos de una rápida aceleración del reaccionario proyecto sionista, diseñado para marginar y discriminar a la minoría palestina dentro de Israel, junto con el crecimiento del movimiento de colonos en Jerusalén Este y Cisjordania, que ahora cuenta con más de 650.000 colonos judíos ilegales.

Netanyahu proclamó Jerusalén como capital indivisa de Israel, apoyado por el anuncio de Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén. Esto fue respaldado por el reconocimiento estadounidense de las reclamaciones israelíes sobre los Altos del Golán ocupados. Mientras tanto, hemos visto la intensificación de los asentamientos respaldados por el Estado israelí en Cisjordania y Jerusalén Este, hasta el punto de que Israel amenaza con la anexión unilateral de partes de la Cisjordania colonizada. La aprobación de la racista Ley del Estado de la Nación Judía hizo añicos la identificación residual de la inmensa mayoría de los palestinos israelíes con el Estado israelí y provocó la revuelta abierta y el alejamiento de las capas más leales y conservadoras de la población palestina, especialmente los drusos.

Esto eliminó cualquier ilusión de que Israel permitiría alguna vez un Estado palestino viable e independiente. Cualquier pretensión de negociación bilateral fue dejada de lado. También significó que mientras los palestinos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este estaban sometidos a un régimen de ocupación flagrante, dentro de Israel la minoría palestina estaba relegada a la posición de ciudadanos de segunda clase.

El movimiento de masas contra el desalojo de palestinos en Sheij Yarrah y la violencia desatada por el Estado israelí contra los fieles palestinos en Al-Aqsa en pleno Ramadán marcaron un punto de inflexión en la conciencia de los palestinos.

El bombardeo de Gaza se convirtió entonces en el punto central, unificando la lucha dentro y fuera de Palestina, uniéndola a un amplio movimiento de solidaridad internacional que movilizó a cientos de miles de personas.

Impacto de la huelga general palestina del 18 de mayo

Los llamamientos a la huelga general ya circulaban por las redes sociales mucho antes de que fuera adoptada formalmente por el Alto Comité de Seguimiento, la dirección unificada de la población palestina del ‘48 (la que vive dentro de Israel). La principal fuerza motriz que organizó la huelga del 18 de mayo fue la red de comités autoorganizados y grupos de jóvenes que hasta entonces eran el núcleo de las protestas. Estos comités autoorganizados surgieron a pesar de la pasividad de la llamada dirección tradicional y en muchos casos la han desafiado abiertamente.

Mondoweiss publicó un interesante informe de uno de estos activistas en Haifa, que revela la verdadera relación entre la dirección oficial del movimiento y los activistas de a pie:

«Los activistas están acostumbrados a desconfiar de la dirección del Comité de Seguimiento, y algunos pensaron que una huelga general de un día no era suficiente. Pero, pronto, en el espíritu de unidad y empoderamiento que permitió el actual levantamiento, se unieron todas las energías para el éxito de la huelga.»

La convocatoria conectó con el estado de ánimo de rebeldía de las masas y se convirtió en una lucha contra los bombardeos de Gaza, contra la ocupación, por la dignidad, la igualdad, en defensa del derecho elemental de los palestinos a defender sus medios de vida, y contra la violencia y la opresión del Estado israelí.

La huelga general fue una muestra extraordinaria de combatividad. A pesar de las medidas represivas y las amenazas de represalias anunciadas por las empresas y autoridades israelíes contra los trabajadores palestinos, en huelga sin cobertura legal de los sindicatos israelíes, la huelga tuvo un impacto visible.

La Asociación de Constructores de Israel admitió que sólo 150 de los 65.000 trabajadores palestinos de la construcción se presentaron a trabajar, paralizando por completo el sector. La huelga también afectó a los transportes, las entregas, la limpieza y la sanidad dentro de Israel, y se dejó sentir en todos los sectores donde hay una mayor presencia de mano de obra palestina.

El anuncio de la huelga fue recibido con gran hostilidad por parte de los medios de comunicación. Sin embargo, el lenguaje de la lucha de clases pudo abrirse paso y ser comprendido por el resto de la clase obrera israelí, incluso en una etapa en la que la mayoría de los trabajadores judíos israelíes no apoyan la lucha palestina, sino que responden a lo que perciben como una amenaza a su seguridad, respaldando así al Estado israelí.

Un comentario de un trabajador de grúas israelí, recogido por Haaretz, es sintomático del estado de ánimo. Observando las obras desiertas el día de la huelga general dijo: «Si todos lucháramos así por los derechos de los trabajadores quizá conseguiríamos algo». Independientemente de la opinión que tuviera este trabajador sobre la lucha palestina, es importante destacar que la huelga planteó en su mente, así como en la de muchos otros trabajadores, la cuestión de lo que se podría conseguir con una acción unida y colectiva de la clase obrera.

La «paz» imperialista: la continuación de la guerra por otros medios

La lucha del pueblo palestino contra la opresión se enfrenta constantemente al peligro de ser atravesada por los llamamientos de la clase dominante israelí a la población judía israelí para que se agrupe en torno al Estado contra las amenazas externas. Es vital para el movimiento de liberación palestino que, como parte de la lucha general por la liberación, se desarrollen también tácticas y formas de lucha dirigidas a romper conscientemente el apoyo al Estado israelí en líneas de clase, de ampliar la división de clases dentro de la propia población judía. Para ello, las capas más conscientes y consecuentemente revolucionarias del movimiento no pueden limitarse a las reivindicaciones puramente democráticas. Estas reivindicaciones desempeñan un papel vital en la lucha, pero, en sí mismas, no pueden resolverla. Hay que plantear con audacia la solución socialista.

En estas últimas semanas, hemos sido testigos de pequeñas manifestaciones conjuntas entre judíos y árabes, en las que las organizaciones de base judías han desafiado el ambiente general de hostilidad y han salido abiertamente a apoyar la lucha contra los bombardeos de Gaza. Estas manifestaciones son relativamente pequeñas, unos pocos miles a lo sumo, pero son importantes desde un punto de vista sintomático. Como marxistas damos la bienvenida a este tipo de movimientos y consideramos que nuestra tarea es luchar para romper las divisiones nacionales y religiosas fomentadas por la clase dominante, en líneas de clase.

Ahora que se ha suspendido el bombardeo de Gaza, la «paz» imperialista será una continuación de la guerra por otros medios. El régimen israelí tratará de frenar las fuerzas que han escapado a su control. Continuará la política de recortar gradualmente los derechos de los palestinos y responder a cualquier protesta con duras medidas represivas. Esta semana, cientos de palestinos más han sido detenidos en Israel. La política de desalojos continúa, con un nuevo impulso para expulsar a las familias palestinas de la zona de Batn al-Hawa, en Silwan, en la Jerusalén Oriental ocupada. La reciente huelga general y las protestas de masas son un avance importante para mostrar cómo enfrentarse a esto, y cómo se puede contrarrestar y desenmascarar al reaccionario Estado israelí.

El movimiento palestino forma parte del movimiento revolucionario internacional contra la explotación capitalista y la opresión imperialista. Está claro que la lucha por la liberación de los palestinos no se limita a las fronteras de la Palestina histórica. Está vinculada a la lucha contra los regímenes reaccionarios de Oriente Medio y sus patrocinadores de Washington.

Uno tras otro, los actuales regímenes reaccionarios de Oriente Medio serán sacudidos hasta sus cimientos por amplios movimientos revolucionarios. Como demuestran el movimiento revolucionario egipcio de 2011, que derrocó al régimen de Mubarak, y el levantamiento revolucionario de 2013 contra el gobierno de Morsi: no es suficiente con derrocar los regímenes reaccionarios si el capitalismo no es derrocado y si la clase obrera no toma el poder.

La lucha en Israel y Palestina sólo puede resolverse sobre una base socialista, como parte de la transformación revolucionaria de todo Oriente Medio. Es sobre la base de esta perspectiva que la juventud revolucionaria palestina y todos aquellos israelíes judíos que estén dispuestos a desafiar al Estado sionista opresor deben enfocar su lucha.

El movimiento revolucionario de masas en la Palestina histórica está conectando con el proceso revolucionario general contra la opresión imperialista y el capitalismo que está teniendo lugar en todo Oriente Medio. En el próximo período, veremos oleada tras oleada de poderosos movimientos de la clase obrera y la juventud que intentarán derrocar un régimen opresivo tras otro en la región. Es en el contexto de esta perspectiva que los marxistas levantan el programa de un Estado Socialista Federal de Israel/Palestina como parte de una Federación Socialista de Oriente Medio, donde la opresión puede terminar por medios revolucionarios y todos los pueblos, incluidos el judío y el palestino, y todas las demás nacionalidades de la región, tendrán el derecho a decidir sobre sus propios destinos, y encontrar un camino común hacia la prosperidad.

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