Sobre la burocracia en los partidos y sindicatos revolucionarios

La burocracia se define como aquel poder que se ejerce desde el escritorio, desde las oficinas, desde una comodidad. Antes de empezar a hablar sobre la burocracia en los partidos y sindicatos revolucionarios y todos sus nocivos efectos, debemos introducirnos en el tema, y para esto es necesario comprender dos premisas fundamentales: la relación que existe entre las bases y la dirección de dichos partidos y que la posición de clase no siempre se corresponde con la conciencia de clase.


La burocracia se define como aquel poder que se ejerce desde el escritorio, desde las oficinas, desde una comodidad. Antes de empezar a hablar sobre la burocracia en los partidos y sindicatos revolucionarios y todos sus nocivos efectos, debemos introducirnos en el tema, y para esto es necesario comprender dos premisas fundamentales: la relación que existe entre las bases y la dirección de dichos partidos y que la posición de clase no siempre se corresponde con la conciencia de clase.

Respecto a la primera premisa, Trotsky explicaba en su libro “¿Adónde va Francia?”, que: “La base del partido (refiriéndose a los partidos socialista y comunista de esa época en Francia) está más a la izquierda, es más revolucionaria, y más audaz que las direcciones: precisamente por eso está dispuesta a no ofrecer su confianza más que a los jefes de izquierda. Más aún empuja a los socialistas sinceros cada vez más a la izquierda. ¿Por qué la base se radicaliza por sí misma? Porque se encuentra en contacto directo con las masas populares, con su miseria, con su indignación, con su odio. Este síntoma es infalible. Se puede tener confianza en él”.

Es otras palabras, las bases siempre son más radicales, por su condición de clase, porque pertenecen directamente a la clase trabajadora, en cambio, la dirección de los partidos reformistas generalmente es más titubeante, más indecisa, hecho explicado también por su condición de clase, porque normalmente pertenecen a la capa “intelectual” de la sociedad, o a capas medias, un poco más privilegiadas que la clase obrera; aunque está no es una regla lineal, existen excepciones ya que históricamente han existido dirigentes del movimiento proletario que su origen y trayectoria se encuentra en el seno de la clase trabajadora, tal es el caso de Miguel Mármol en El Salvador.

Referente a la segunda premisa, Marx explicaba en su magnate obra “La Ideología Alemana”, que si bien es cierto que el ser social determina la conciencia social, el proceso tampoco es del todo lineal, a toda regla le existe su excepción, por ende, no siempre la posición de clase se corresponde con la conciencia de clase, esto se explica a partir de lo siguiente: que las únicas dos clases capaces de ostentar el poder en sus manos y de adoptar una conciencia de clase propia de sí mismos, ya que son homogéneas -aunque no lo son del todo, ya que hay estratos dentro de ellas mismas, pero son las que pueden adquirir una mejor consciencia de su peso y rol en la sociedad debido a las relaciones de producción imperantes- son el proletariado y la burguesía. La clase media, o la pequeña burguesía, entre ellos el campesinado, el artesano, etc., por su heterogeneidad, no pueden adoptar una conciencia de clase propia de sí misma, y tienen que oscilar a defender ya sea los intereses del proletariado o los intereses de la burguesía. El deber de todo marxista es ganar a estas capas al lado de la revolución. Sumado a esto, tampoco se descarta que pueden existir elementos del proletariado que, en un momento decisivo, defiendan los intereses de la burguesía, pero es más difícil que elementos de la burguesía se pasen al lado del proletariado en los hechos concretos, es decir más allá de las palabras y los discursos hipócritas de algunos filántropos, es más difícil porque son ellos quienes siempre cuidarán a capa y espada, material e ideológicamente los medios de producción que hoy están en sus manos.

El freno de la burocracia

En El Salvador existen muchos sindicatos consecuentes y combativos, de igual forma existe el partido de las masas trabajadoras, el FMLN. El pueblo salvadoreño tiene grandes tradiciones revolucionarias, que históricamente ha puesto en práctica, sin embargo, esta poderosa fuerza de las masas no ha sido correspondida con una dirección marxista, para nosotros esto es un punto fundamental ya que tarde o temprano todo error teórico se verá reflejado en la práctica.

A pesar que muchos “filósofos de izquierda” hayan declarado muerto al “viejo y ortodoxo marxismo” las conclusiones a las que hace mucho tiempo llegaron grandes revolucionarios como Lenin y Trotsky son ahora más vigentes que nunca, al respecto queremos analizar una situación que es de mucha importancia para los revolucionarios que estamos organizados en el FMLN: el combate a la burocratización, entendida esta como una degeneración anti revolucionaria.

Las ilusiones democráticas y parlamentarias han minado, de cierta forma, las tradiciones revolucionarias de los trabajadores, Lenin, uno de los mejores estrategas de la revolución socialista en ningún momento desechó la participación de los revolucionarios en los parlamentos, todo lo contrario, explicó que en aquellos lugares donde no existiesen aún las condiciones para sustituir al parlamento burgués con una forma más avanzada de organización social debe de utilizarse este como tribuna agitativa y organizadora para la verdadera conquista del poder: la revolución socialista. Sin embargo, también explicaba en su libro “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”: “Tenéis la obligación de decirles la amarga verdad (a los trabajadores); de decirles que sus prejuicios democrático-burgueses y parlamentarios son eso, prejuicios. Pero, al mismo tiempo, debéis observar con serenidad el estado real de conciencia y de preparación precisamente de toda la clase (y no sólo de su vanguardia comunista), de toda la masa trabajadora (y no sólo de sus elementos avanzados).”

Creemos que nuestros dirigentes deben regresar a las máximas que desarrolló Lenin al respecto, es decir ver al parlamento como un medio para elevar la conciencia de clase y no como un fin en sí mismo, Alan Woods, uno de los representantes del marxismo contemporáneo explica muy bien que puede sucederle a los dirigentes obreros si no existe un control de la base hacia estos: “Las presiones del capitalismo tienen sus efectos más perniciosos en las cúpulas del movimiento obrero, y la tendencia de la burocracia de las organizaciones obreras a separarse de la base y caer bajo la influencia de las ideas burguesas siempre se multiplica por mil cuando disminuye la presión de la clase obrera. Esta es una ley que puede demostrarse históricamente… Eso lleva a una mayor degeneración en la dirección que cada vez se divorcia más de las masas y las bases del partido. Gradualmente, casi de manera imperceptible, se pierden de vista los objetivos revolucionarios. Los dirigentes quedan absorbidos en la rutina diaria de la actividad parlamentaria o sindical. Llega un momento en que se encuentran teorías para justificar este abandono de los principios.”

Las herramientas de lucha de los trabajadores están en un período de desuso, y si se usan solamente es bajo los límites de la legalidad burguesa, donde sin una postura revolucionaria no existe ningún margen de maniobra para avanzar a medidas socialistas. Como bien explicó Trotsky, en su “Programa de Transición”: la crisis de la humanidad es la crisis de la dirección revolucionaria, esta es una frase que recalcamos con insistencia, porque tiene aún mucha vigencia, las tradiciones de lucha combativa se esfuman cada día de las mentes reformistas de las direcciones burocráticas del partido y de los sindicatos consecuentes.

Las recientes coyunturas nos dan la razón de que las actuales direcciones revolucionarias se han burocratizado a tal grado que la solución de los problemas siempre se busca en los métodos legales, estas coyunturas demuestran precisamente los límites de la legalidad burguesa, pero preguntamos ¿Qué es lo legal? Pues, solamente lo que conviene y fortalece a la burguesía, todo lo que pretenda atentar contra ella y tocar sus privilegios económicos, sociales y políticos es declarado inconstitucional -o ilegal-, pero es lógico si nuestra actual Constitución de la República, como la de todos los pueblos dominados por el yugo del gran capital, es una Constitución burguesa, contiene leyes que solamente sirven para defender arduamente el derecho a la propiedad privada de los medios de producción, es el garante de la explotación del hombre por el hombre. Bajo el capitalismo todo lo que contribuya a mantener su dominio es legítimo, legal, moral, y correcto, y lo que contribuya para acabar con su dominio es ilegitimo, ilegal, inmoral e incorrecto, pues quién domina el poder material en una sociedad, controla así mismo todo el pensamientos de los individuos que la habitan, a saber: la ideología, la educación, las artes, las leyes, etc.

Las coyunturas del aumento al salario mínimo, la lucha por una pensión digna para los trabajadores, fueron ahogadas por el aparato burocrático que dirige nuestro movimiento popular hoy en día, porque se tenían que “agotar los recursos legales”. Los recientes fallos de la Sala de lo Constitucional le están preparando las condiciones a la derecha para asestar un golpe de Estado, ya sea por medio de los elementos más reaccionarios, como: la Fuerza Armada, o por medios “legales”. Ante esto la dirección revolucionaria sigue cantando la canción de “agotar los recursos legales”, “hoy la batalla es en el parlamento” dicen, mientras las bases gritamos a miles de voces, que es hora de tomar las riendas de la situación y que estos problemas se resuelvan en la palestra política, en la lucha de calle, defender a un gobierno de izquierda implica movilizarse por sus logros, y obligarle mediante la presión a ir más allá, para que estos logros sean premisas para avanzar hacia la transformación socialista de la sociedad.

Base y dirección

La contradicción entre la base y la dirección burocrática aún no se refleja, la dirección nos dice “debemos esperar y esperar”, y las bases en su mayoría asumen éste dictamen. La dirección dice “debemos tomar nota de los acontecimientos de Venezuela, Brasil, etc., para sacar las debidas lecciones”, pero debido a que nuestra situación no es una situación revolucionaria, sólo una capa minoritaria de la base lo hace y les dice lo que está mal y los errores de las direcciones burocráticas que estamos replicando en nuestro país, que debemos corregir y actuar conforme a esas correcciones, pero la burocracia responde “es que hay que entender que lo nuestro es otro contexto”. De esta forma se ahogan las coyunturas de lucha y se coloca en un pedestal al reformismo de izquierda cuando sabemos que, bajo el capitalismo, el reformismo de izquierda nace muerto, porque las reformas en un período de crisis capitalista se vuelven contrarreformas. Pero nos llaman a sacar las lecciones adecuadas, se nos dice que “esos países deben ser espejos para nosotros”, pero aquellos dirigentes que solo buscan vivir del partido, al ver que su status privilegiado se ve amenazado por el análisis correcto de las bases, cambian el discurso e inventan una y mil teorías para apaciguar la situación. Este análisis demuestra que una capa del partido está dispuesta a luchar, pero hace falta un llamado más combativo para conseguir mejores resultados, es decir que la base en su totalidad, en particular, y las masas en general, se convenzan de que la lucha de clases se decide con las fuerzas vivas de la sociedad.

Caso contrario sucede con la derecha, ¡Vaya que ellos si sacan las lecciones y actúan conforme a ellas!, estos señores han aprendido muy bien de las derechas internacionales para golpear a la izquierda, para ellos sí que los acontecimientos internacionales, no sólo han sido espejos, sino moldes –claro, diseñados por el imperialismo estadounidense- para sus acciones desestabilizadoras contra los gobiernos de izquierda en nuestra región centroamericana.

Pero lo que hoy podemos observar, respecto a nuestro partido y a los sindicatos consecuentes, es que los acontecimientos nos han pasado por encima, y aún no vemos un llamado serio a la lucha por nuestras demandas de parte de la dirección revolucionaria. Al contrario, las ilusiones parlamentarias y “legales” siguen alargando el proceso, y dilatando el golpe. Mientras las bases hoy en día poseen ánimos para irse a luchar, mañana se irán por delante de la dirección y lo harán “solas”, y si no existe una vanguardia revolucionaria que les oriente como es debido, serán derrotadas. Por eso los marxistas debemos estar en trabajo constante para que esto no suceda, y poder ser la alternativa de los trabajadores en un momento decisivo.

Las masas se van a una lucha defensiva y decidida cuando ven amenazadas sus conquistas, por pequeñas que sean, pero sólo se van a una lucha ofensiva y decidida cuando existe un programa claro y concreto que aglutine las reivindicaciones de todas las clases oprimidas por el capitalismo, un programa revolucionario que les convenza a dar la vida por ello, un programa socialista que no sólo busque dialogar con el sistema de opresión capitalista sino que se proponga derrocarlo de raíz, un programa del que carecemos en el partido pero que podemos conseguir con un debate serio y abierto en todas las instancias de éste, principalmente entre las bases. Los marxistas debemos llevar nuestro programa a las masas y darles las explicaciones necesarias para hacer girar de nuevo hacia la izquierda a nuestras herramientas de lucha: el partido y los sindicatos, para así luchar juntos contra los aires de golpe de Estado que se respiran desde hace algunos días, y en pro de la construcción del socialismo en nuestro país, Centroamérica y el mundo.

Pero ¿Cómo explicar el abandono de las ideas del socialismo, por parte de algunos miembros de la nuestra dirección actual? La burguesía indirectamente –como ya expusimos arriba- crea y utiliza muchos medios para apaciguar las mentes revolucionarias, sobre todo a través de las comodidades que algunos puestos de dirección ofrecen, y que debido a la poca presión de las bases, aún no han sido eliminadas. Los estilos de vida lujosos, los carros del año, el exorbitante sueldo que se perciben en la mayoría de estos cargos, y otras comodidades, han hecho mella en muchos dirigentes, y esto provoca, para nuestra desgracia, el abandono de las ideas marxistas. Esto ha dado paso a confusiones teóricas, que las vemos en cuestiones como plantear “el socialismo a lo guanaco”, y otro tipo de desviaciones teóricas que desechan lo fundamental de todas las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky.

Los marxistas sabemos y exponemos que la mayoría de la clase trabajadora no aprende de los libros, por su falta de tiempo, sino de la experiencia práctica, aprende en cada acontecimiento que construye la lucha por su liberación. Para eso están los comunistas según lo exponen Marx y Engels en “El Manifiesto Comunista”, los comunistas no forman un partido a parte de la clase trabajadora, no se aíslan de ella. Son su vanguardia teórica, y por ende, práctica. Pero si el comunista se hace llamar así, sólo para conseguir un cargo que le brinde poder y beneficios económicos, no hace más que desprestigiar el significado amplio que la palabra comunista posee, y por ende reduce este concepto, a simplemente un término. El comunista debe tener una conciencia férrea forjada en la comprensión teórica y en la lucha práctica, por ende, no debe dejarse viciar ni ser absorbido por el sistema, pues su tarea última es derrocar al mismo.

La solución

El comunista puede ser trabajador, estudiante, maestro, etc., pero eso no interesa si su formación política le ha llevado a adquirir una conciencia de clase, la conciencia de la clase obrera, la posición de clase puede ser cualquiera, menos la de un burgués y exceptuando por supuesto a los elementos desclasados del lumpenproletariado, que, debido a su condición de clase, en la mayoría de los casos terminan sirviendo a la reacción a cambio de comodidades materiales. Aunque aquí como en todo, existen excepciones a la regla. Es necesario que el individuo, por un lado, al ser parte de la clase obrera, se dé cuenta del nivel de explotación que sufre, para que lleve a cabo una lucha decidida contra dicha explotación, por el otro, aunque el individuo no pertenezca a la clase obrera, es necesario, si este se lo permite claro, que se dé cuenta del nivel de explotación que aquella clase sufre, para adoptar y forjarse una conciencia del lado de esa clase, y emprender la lucha hombro a hombro. Por tanto, no siempre, aunque sí en la mayoría de los casos, la posición de clase se corresponde con la conciencia de clase.

Pero entonces ¿cómo corregir los errores burocráticos a tiempo? Pues, la solución a esta cuestión, ya Lenin la dio hace un siglo, el método para acabar con la burocracia dentro de las herramientas de lucha de los trabajadores es la consigna de “Puesto público, salario obrero”. Y como bien comprendió y explicó la situación de la degeneración burocrática de las direcciones revolucionarias dentro del capitalismo, uno de los grandes líderes que ha tenido la izquierda, Schafick Handal, que decía: “Desde los primeros momentos en que hubo diputados del FMLN, la derecha dominante empezó a subir el salario de este cargo, que había estado a niveles bastante inferiores durante mucho tiempo; hasta abrir una distancia muy grande respecto al estándar de los trabajadores. Con los Alcaldes y Consejales ocurrió algo similar, aunque por iniciativa de ellos mismos, de manera que esos cargos se hicieron atractivos y mantenerse en ellos se volvió también una motivación muy fuerte para muchos”. Por esto, debemos ser consecuentes con Handal, y luchar porque estos cargos no sean visto como una atracción por los oportunistas sino con una tribuna de agitación por los marxistas revolucionarios, y que esta tribuna no otorgue un sueldo exorbitante a cambio, sino uno no mayor al de un obrero cualificado.

Lenin al explicar dicha consigna hacía mención que eventualmente todos debemos tener la capacidad de poder estar al frente del Estado, pero en la actualidad esto no es así, aún no se puede desarrollar esta consigna a plenitud, por el momento debemos luchar porque todo dirigente que haya sido elegido en nuestro partido revolucionario pueda ser revocable en todo momento por las bases, así se combatirán las malas prácticas que le son nocivas a nuestra herramienta de lucha, a nuestro partido, y podremos garantizar el buen desempeño de las actividades revolucionarias por medio de funcionarios que estén consagrados a vivir para la revolución socialista y a morir por ella.
El diputado, el dirigente local, y todo funcionario público, que provenga del partido de los trabajadores, o de los sindicatos consecuentes, debe poner en práctica esta consigna, de esta forma se combaten a todos aquellos oportunistas que ven en el partido una opción de enriquecerse hablando de la revolución, una actitud que se ve a diario en las organizaciones de masas de nuestro país, una actitud que contradice totalmente a aquel gran pensamiento del Che Guevara –a quién ellos mismos, hipócritamente le rinden mucho homenaje por su trayectoria revolucionaria- el cual expresaba que: “La revolución no se lleva en los labios para vivir de ella, la revolución se lleva en el corazón para morir por ella”. Debemos adoptar esto como regla para la construcción de una sociedad socialista fundada en las ideas del marxismo no falsificado.

En el proceso de que todos eventualmente tengamos la capacidad de estar frente al Estado, el partido se fortalecerá auto depurándose, esto significa que los elementos nocivos que hoy ostentan cargos públicos solo por las comodidades que estos ofrecen, y no por hacer avanzar la revolución salvadoreña, que lleva años estancada, abandonarán fácilmente estos puestos, y los ocuparán los elementos que estén del todo consagrados a la causa del socialismo, pero para llegar a este punto debemos comenzar por fortalecer la democracia interna del partido, luchar porque en los congresos las bases tengan una participación con un voto más directo, exigir asambleas democráticas, donde las bases puedan decidir el rumbo de la estrategia y táctica política, y no sólo someterse a lo que la dirección –burocratizada- manda. De esta forma fortaleceremos al partido acabando con el verticalismo que hoy en día, en muchas partes, lo controla, y sustituyéndolo por la democracia directa de las bases.

Esta medida, como ya mencionamos, pero insistimos, combate el arribismo y el oportunismo y promulga también que al ser los dirigentes elegidos por las bases, estos no tienen un período de tiempo determinado para cumplir su deber, no, son revocables en todo momento, y su período de tiempo trabajando para la revolución dependerá de su capacidad teórica y práctica en el trabajo político, de este modo, un funcionario incapaz de hacer avanzar las condiciones para la revolución puede que sólo dure veinticuatro horas en su cargo, pero un funcionario capaz de hacer avanzar las condiciones para la revolución puede durar una vida en ello, pues, no tendrá más comodidades que le hagan desligarse de su base, sino que ganará lo suficiente para vivir con dignidad. Debemos acabar con la burocracia que mina el trabajo político del partido revolucionario, y sustituirla por una verdadera democracia interna fundada en el centralismo democrático y no en el verticalismo burocrático que hoy domina a nuestro FMLN.

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