Política de seguridad de Estados Unidos: un peligro para nuestros pueblos

El imperialismo norteamericano defiende una política de seguridad a base de terror, esto podemos comprenderlo mejor si revisamos las bases militares que tiene diseminadas por todo el mundo que son 872.

El imperialismo norteamericano defiende una política de seguridad a base de terror, esto podemos comprenderlo mejor si revisamos las bases militares que tiene diseminadas por todo el mundo que son 872.

En julio del 2008 se revitalizó la IV Flota naval creada en 1943 durante la segunda guerra mundial, primero para asegurar que los Nazis no penetraran el hemisferio y, luego, para evitar la llegada de los comunistas. “La IV Flota concentrará sus esfuerzos en la lucha en contra del tráfico ilícito, y en proveer ayuda humanitaria y socorro en casos de desastres” dicen los marinos. La IV Flota se desbandó e integró en la II Flota en 1950 sustituyéndose la seguridad naval hemisférica por los programas UNITAS de cooperación naval a partir de 1959. UNITAS ya cumplió 50 años de existencia y ahora es la articulación de las marinas de guerra de países suramericanos, con excepción de Venezuela y Cuba. La reaparición de la IV Flota, en este marco, es redundante pero sugerente si se considera que fue tres meses después del ataque colombiano en la frontera ecuatoriana a una unidad de las FARC donde murió Raúl Reyes, el mediador de paz de dicho grupo.

La percepción del gobierno de Estados Unidos en América Latina con el desenvolvimiento de la primera década del siglo XXI se ha visto complicada. Tras haber sostenido una política de derechos humanos, aunque contradictoria, en la primera década la abandonó e implementó la tortura como instrumento en la lucha contra el terrorismo. Los defensores de derechos humanos lucharon contra la tortura en todas sus formas por lo ocurrido en los años 70 durante las dictaduras sudamericanas. La injustificada invasión a Irak, ejecutada claramente para asegurar petróleo y hacer negocios en un momento crítico de la economía del país del norte, le ganaron más adversarios y el espacio creado por la concentración de la política exterior en Oriente Medio dieron lugar a gobiernos independientes de la política exterior de Washington. Con las excepciones de México, Colombia y el Perú, con el triunfo de Funes en El Salvador, toda Latinoamérica continental más Cuba tienen políticas independientes de Washington y están sumidos en algún proyecto de integración subregional como el ALBA.

 Dentro de este encuadre de seguridad hay que comprender el golpe militar de Honduras y las declaraciones del departamento de Estado sobre ello: “Lo que hemos dicho es que legalmente no le podemos calificar como golpe militar”.  Cuando el golpe a Chávez en el año 2002, ni siquiera Washington, instigador del mismo, pudo retrotraerse de la carta democrática de la OEA. Cuando el intento de derrocamiento de Morales en Bolivia en septiembre del 2008, el presidente de dicho país expulsó al embajador de Estados Unidos y Washington enmudeció. Finalmente el golpe de Honduras es el tercer intento y el primero con alguna permanencia a pesar de la oposición de toda Latinoamérica y la OEA al mismo tiempo.

 Hillary Clinton no lo define como un golpe y por lo tanto no toma represalias, en suma lo apoya. La situación entonces es que la OEA no tiene la garra para impedir un golpe de Estado y si los golpistas persisten, ganan. Washington pelea su debilitado poder en la región en Honduras y si tiene éxito, seguirá ese camino para recuperarlo en otros lados. Lo que no ganó  con los golpes a Chávez o Morales, lo logrará en Honduras. Centroamérica otra vez juega el papel de espacio para la definición del poder del país del norte. El reto latinoamericano es impedirlo. Lo que está claro es que la doctrina de democracia y derechos humanos se enterró con Bush y sus secuaces y Obama no la ha podido desenterrar.

Debemos tener claro que los imperialistas utilizan su poder militar y económico para garantizar sus propios intereses y las burguesías locales de nuestros países son sus servidores más fieles.  Los únicos que pueden garantizar una independencia real es la toma del poder por nuestra clase trabajadora. 
 
¡No al imperialismo!

¡Viva el internacionalismo proletario!

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