Para llevar a la Izquierda al gobierno, la calle debe tomar la palabra

Dos meses y medio después de las elecciones del 20D, el Congreso de los Diputados aún no ha podido elegir un nuevo gobierno y Pedro Sánchez, tras alcanzar un acuerdo con Ciudadanos, acaba de fracasar en la votación de su investidura. La realidad es que, dado el bloqueo parlamentario existente y las dificultades para conformar un gobierno con una mayoría parlamentaria suficiente, cada vez más se abre paso la posibilidad de nuevas elecciones.

Dos meses y medio después de las elecciones del 20D, el Congreso de los Diputados aún no ha podido elegir un nuevo gobierno y Pedro Sánchez, tras alcanzar un acuerdo con Ciudadanos, acaba de fracasar en la votación de su investidura. La realidad es que, dado el bloqueo parlamentario existente y las dificultades para conformar un gobierno con una mayoría parlamentaria suficiente, cada vez más se abre paso la posibilidad de nuevas elecciones.

 

El acuerdo PSOE-Ciudadanos: una estafa

 

El acuerdo de gobierno “reformista y de progreso” entre PSOE y Ciudadanos era una estafa al electorado de izquierdas, y a la clase trabajadora en general. No por casualidad, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, declaró repetidas veces que el acuerdo iba en la línea de su programa y que esperaba una futura incorporación del PP al mismo. En un artículo anterior, hemos analizado en detalle el contenido de este acuerdo.

 

Las pocas medidas progresistas incluidas en él, quedaban diluidas entre un montón de propuestas proempresariales y de medias tintas, que no desmontaban el grueso de las políticas antisociales del gobierno de Rajoy en los 4 años pasados. No se planteaba la derogación de las leyes más reaccionarias del gobierno del PP: la reforma laboral de 2012, la Ley Mordaza que ataca derechos democráticos básicos, la repudiada ley educativa LOMCE, o la reforma de la ley del aborto. Simplemente, se retocaban algunos aspectos no esenciales de los mismos.

 

Lo cierto es que este acuerdo, de aplicarse, dejaría a la clase obrera, a la juventud, a los estudiantes y pensionistas, y a la clase media empobrecida, con menos derechos sociales y democráticos, con menos prestaciones sociales y con peores condiciones laborales que las que tenían antes de la llegada del PP al gobierno. Tampoco daba el más mínimo paso adelante para resolver o aliviar la situación explosiva en Catalunya. Al contrario, se solidarizaba con la posición reaccionaria mantenida sobre este tema por el PP durante la legislatura pasada.

 

Resulta patético que Sánchez y la dirección del PSOE hablen de la existencia de una “pinza” entre PP y PODEMOS contra su propuesta de gobierno “progresista”, cuando han sido él y Ciudadanos quienes han formado tal “pinza” contra la posibilidad de formar un gobierno de izquierdas y progresista.

 

Del patetismo del acuerdo, se pasó a la farsa. Para “vender” el acuerdo entre sus bases –como le reprochó públicamente el mismo Albert Rivera– Sánchez tuvo el descaro de mentir y anunciar que derogaría la reforma laboral. En la semana de la investidura Sánchez trató de convencer al resto de la izquierda y de la opinión pública que podía firmar una cosa con Ciudadanos –limitarse a reformar algunas leyes reaccionarias del PP, o congelar el gasto social– y hacer al mismo tiempo lo contrario: derogar esas leyes y terminar con los recortes. Para su desgracia, no  engañó a nadie.

 

Sánchez no quiere un gobierno de izquierdas

 

Este acuerdo era tanto más sangrante cuanto que existe la posibilidad matemática y real de un gobierno de izquierdas en el país –con la más que probable abstención de un sector de los nacionalistas catalanes y vascos– a través del pacto ofrecido por PODEMOS, IU y Compromís a los dirigentes del PSOE.

 

Ha quedado claro que ni Pedro Sánchez ni la dirección de su partido tienen el más mínimo interés en tal gobierno de izquierdas, y que son más firmes los lazos que los atan a los ricos y privilegiados que a su base de clase trabajadora. Simplemente, querían asegurarse la abstención de PODEMOS e IU en la investidura para darle un barniz “de izquierdas” a su acuerdo de gobierno con Ciudadanos.

 

PODEMOS, IU, Compromís y sus listas de confluencia en Catalunya (En Comú Podem) y Galicia (En Marea) adoptaron la postura correcta de votar en contra de la investidura de Sánchez-Rivera.

 

Los dirigentes de PODEMOS, IU y sus listas de confluencia, deben resistir toda la presión mediática de la derecha que trata de hacerlos responsables del naufragio de un gobierno encabezado por el PSOE. En realidad, no hay más peligro de gobierno de la derecha que el que había el día después de las elecciones del 20D. Bastaría con el voto negativo del PSOE en el Congreso para hacer naufragar cualquier posibilidad de gobierno del PP o de PP-Ciudadanos. La pelota, por tanto, sigue en el tejado del PSOE.

 

Poner en pie una campaña estatal contra las políticas de austeridad y a favor de un gobierno de izquierdas

 

Pese a todo lo anterior, debemos hacer una crítica a la política parlamentaria de PODEMOS e IU de estas semanas, tras anunciar su propuesta de gobierno “de progreso” PSOE-PODEMOS-IU a fines de enero.

 

Tal propuesta había creado enormes expectativas en millones de trabajadores, jóvenes y pensionistas. Hasta los dirigentes de centrales sindicales como CCOO –pese a su nefasto papel en estos años– se vieron obligados a proclamar su simpatía por ese gobierno. Lo que ha faltado, y sigue faltando, es una apelación clara y contundente a la movilización social y popular en la calle a favor de esta propuesta. Desde el primer día, los dirigentes de PODEMOS  e IU deberían haber puesto en pie una plataforma amplia en todo el Estado de movimientos sociales y populares, sindicatos, Mareas, asociaciones de vecinos, comités de empresa y organizaciones juveniles y de izquierdas, para organizar actos públicos y manifestaciones contra las políticas de austeridad y reaccionarias del PP, y a favor de un gobierno de izquierdas.

 

Si a lo largo del mes de febrero toda la geografía nacional se hubiera cubierto de actos e iniciativas de este tipo, culminando esa campaña con una marcha y un acto central multitudinario en Madrid, eso habría creado un ambiente irresistible en la calle, poniendo a la dirección del PSOE en una situación insostenible. En el peor de los casos, si finalmente la dirección del PSOE hubiera mantenido su negativa a confluir con la izquierda en un gobierno del cambio, eso habría desgarrado al partido, y habría revelado de manera inequívoca a la mayor parte de sus millones de votantes el carácter fraudulento de la dirección del partido, su falso “izquierdismo”, y su papel de muleta izquierda del régimen caduco. En caso de adelanto electoral, eso le habría asegurado a un frente PODEMOS-IU un avance decisivo sobre el PSOE y, quizás, la victoria electoral, transformando toda la situación.

 

Aún hay tiempo para lanzar esta campaña. La derrota de la investidura de Pedro Sánchez debería servir de punto de salida de esta campaña. No hay tiempo que perder. Los compañeros Pablo Iglesias y Alberto Garzón –juntos con los demás dirigentes de sus listas de confluencia– deben  ponerse manos a la obra.

 

Perspectivas

 

Tanto Ciudadanos como el ala de derechas del PSOE, que domina la mayor parte del aparato del partido, eran conscientes de las limitaciones de un eventual gobierno PSOE-Ciudadanos, con apenas 130 diputados, que estaría a merced del PP y de la izquierda. Este sector del PSOE nunca compartió el entusiasmo de Pedro Sánchez por acceder a La Moncloa de una manera tan precaria.

 

En realidad, unos y otros, junto con el núcleo más concentrado de la clase dominante, habían apostado inicialmente por un gobierno de la derecha (PP en solitario o PP-Ciudadanos) que tuviera el aval del PSOE en la “oposición”, para no dejar a PODEMOS el monopolio de la misma. Pero para que dicho gobierno tuviera alguna autoridad debería prescindir de Rajoy y de su entorno inmediato para transmitir algún tipo de renovación, tras el hartazgo popular hacia sus políticas antisociales y represivas y hacia la corrupción orgánica del partido. Ha sido la negativa del aparato del PP, hasta el momento, de apartar a Rajoy lo que abocó a la propuesta de investidura de Sánchez.

 

Tras el fracaso de la misma, arreciará la presión hacia el PP por parte del sector clave  de la clase dominante (las grandes empresas y bancos del IBEX35) para que Rajoy dé un paso atrás, que permita algún tipo de acuerdo PP-Ciudadanos-PSOE que evite nuevas elecciones que podrían llevar a una confluencia PODEMOS-IU a la segunda posición, por delante del PSOE. Temen que ese resultado desate un entusiasmo popular desbordante hacia la izquierda “radical” que ponga de nuevo a millones en las calles y acelere su llegada al gobierno.

 

 

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