La salud es un derecho, no debe ser una mercancía

La salud de una persona constituye una buena parte de la base que rige su existencia. Por lo cual se ha de deducir que una sociedad justa debe asegurar la salud a sus habitantes, más cuando su mayoría se constituye por obreros y vendedores formales e informales. Entonces, un gobierno que verdaderamente se deba a la población debería luchar para crear las condiciones idóneas para el funcionamiento de un sistema de salud integral. Un sistema de salud capaz de cubrir la demanda de pacientes que emergen diariamente de la población, producto de su estilo de vida, y que se encuentre equipado con medicamentos y buena infraestructura; además de poseer todos los utensilios necesarios para que los pacientes reciban una atención de calidad. Sin embargo, este ideal dista mucho de la realidad en varios países; siendo uno de ellos El Salvador.

Debemos destacar que hay algunas enfermedades que protagonizaban las principales causas de muerte en nuestro país, antes de la venida del Covid-19, y dentro de las enfermedades prioritarias en el país está la enfermedad renal crónica, la cual constituye un grave problema de salud pública, de acuerdo  al especialista Carlos Orantes, nefrólogo del Ministerio de Salud, y en cuanto a otras hospitalizaciones a causa de enfermedades no transmisibles, el 30% son por enfermedades cardiovasculares, el 17% por cáncer, y el 17% por diabetes, según el Diario de Hoy.

En el mismo artículo explica que la enfermedad renal crónica la sufren, en su mayor parte, las comunidades agrícolas, por los trabajos y contaminación que ello implica. En este punto también podemos comprender las condiciones que se ven condenados a vivir los trabajadores de la industria cañera, y al final de la jornada ellos se encuentran sin una pensión digna o insuficiente, en caso de tenerla, para subsanar las enfermedades adquiridas durante el período de actividad laboral.

También debemos comprender que otras enfermedades relacionadas con el metabolismo, como la diabetes, la obesidad, etc., son el producto directo de una mala alimentación. Es que el dinero no alcanza, y no gozamos de las condiciones idóneas para disfrutar de un desayuno óptimo, un almuerzo o una cena. Por lo cual se debe saber que no estamos consumiendo los nutrientes que el cuerpo diariamente necesita o porque no consumimos nuestros alimentos a la hora que corresponde. No, no tenemos esa capacidad adquisitiva y estamos alimentándonos como sea posible, tratando de que el sueldo del mes cubra los gastos básicos de la familia.

Y algunas otras enfermedades derivadas del estrés, muchas veces son producto de la extensa jornada de trabajo, a esto sumado el tiempo de desplazamiento. Y otras enfermedades provienen directamente del cambio climático, o simplemente el cambio de clima facilita las condiciones para que tal o cual virus pueda desarrollarse. Lo común en todas estas epidemias es el sistema, su estado putrefacto.

Luego, al final del recorrido nos encontramos con tantas enfermedades que proceden del estilo de vida al que estamos obligados a vivir, con nuestra salud corrompida. Y por si esto fuera poco, también nos encontramos con un sistema de salud que simplemente no puede darnos soluciones efectivas porque no hay aparatos, no hay personal, no hay tecnología, -y una voz allá al fondo grita: no hay dinero-. Esto porque no hay inversión en la tecnología, en educación o simplemente porque no hay aumento en el presupuesto de dichos ministerios. Es imposible apostarle a un sistema de salud eficiente cuando otras áreas son el fuerte del presupuesto del gobierno.

Hoy, El Salvador y el resto del mundo está sufriendo los terribles efectos del Covid-19, por lo que en tantos países brilla la incapacidad de los sistemas de salud, lo que a la vez se debe al corto avance tecnológico que es permitido bajo el sistema (por su concentración en pocas manos). Pero, ¡ojo! cuando hablamos de cruentas consecuencias en la salud de la población, hemos de remitirnos a la clase trabajadora, puesto que ella no tiene a la mano los jugosos recursos económicos para cumplir las medidas que la declaración de tal o cual Estado de Emergencia contenga. No podemos quedarnos en casa cuando los ahorros están decreciendo, mientras hay que pagar el recibo de agua, de luz y el alquiler, ¡no queda de otra que salir a jugarse la salud!

Infraestructura del sistema de salud, sus instituciones y políticas de salud

Hoy, en nuestro país contamos con 30 hospitales públicos y alrededor de 300 unidades de salud; de las cuales derivan instituciones con fines más específicos como la atención de emergencias, los programas de prevención, la atención de partos, etc. claramente se deduce la necesidad de más infraestructura hospitalaria, pero sin antes hacer un balance del funcionamiento de estos hospitales. Debemos cuestionar si existen herramientas y medicinas. Las herramientas vienen dadas por el grado de desarrollo tecnológico que tenga la sociedad y más específicamente, de la capacidad que tenga el Estado para adquirir dicha tecnología. Luego, para enfocarnos en los medicamentos debemos remitirnos a la existencia de laboratorios, y si son públicos o privados, dentro de los cuales hay una abismal diferencia, ya que si son públicos son precarios y si son privados el producto es caro.

Durante el lapso comprendido por los gobiernos anteriores, desde la firma de los acuerdos de paz, podría haberse desarrollado una red de hospitales muy amplia, equipada y con fuerte peso en el presupuesto de la nación. Esto sumado a la creación de políticas que favorezcan el mantenimiento de la salud de los trabajadores, tanto como la mejora de condiciones del personal médico.

Sin embargo, esta realidad no ha sido posible debido a que no se sigue una línea recta conforme a la creación de programas sociales acordes con la prevención y atención de la salud, no se sigue con los programas del gobierno anterior porque el gobierno cambio sus prioridades, ¡nuestra salud no es algo con lo que se puede estar jugando! De haber sido de esta manera no se tuviera que improvisar un hospital, el personal médico no tuviese que usar bolsas plásticas como una manera improvisada para evitar el contagio.

Un sistema de salud a la altura de las necesidades del pueblo

Como ya se mencionó anteriormente, éste debe estar abastecido con medicinas, especialmente con aquellas aptas para el tratamiento del virus. Ante esta situación se sitúa el papel de los laboratorios farmacéuticos, en su producción, su relación con la sociedad y el Estado. Primero que todo, sabemos que su modo de propiedad es privado, por lo tanto, entre el Estado y los propietarios de estos laboratorios farmacéuticos existe una relación comercial para la obtención de insumos médicos.

Y hay que destacar que en tiempos como hoy, cuando existe una emergencia epidemiológica resulta necesario el funcionamiento productivo de la industria farmacéutica, los propietarios de esta industria son el punto a donde se dirige el flujo de riquezas que provienen de la población y del Estado mismo. Estos burgueses se encuentran obteniendo riquezas sin importar la congelación de precios, pues hoy son el centro de la economía.

Esta fracción del presupuesto asignado al Ministerio de Salud fuese ahorrada si se tuvieran laboratorios al servicio del Estado, o de manera más constructiva, fuese utilizado para la financiación de investigaciones científicas y avances tecnológicos para equipar a los mismos.

La pandemia del Covid-19 ha revelado la incapacidad del sistema de salud, del gobierno y en general del sistema capitalista. Sopesando la necesidad de una mejora en el presupuesto hacia la salud, la necesidad de mejores condiciones laborales, de un salario digno y la imperiosa necesidad de funcionarios al servicio de la sociedad de manera genuina, pero sobre todo la necesidad de una administración desde las entrañas del área de salud por parte de sus trabajadores. Es necesario una administración por parte de la población, los médicos y el resto de trabajadores para crear políticas acordes con las necesidades de ambos, ya que cada cual conoce su ambiente laboral, sus recursos y sus necesidades. Juntos debemos parar este sucio comercio que corrompe nuestra salud, este acuerdo entre el Estado y las farmacéuticas, entre la constitución y la burguesía; podría ser un acuerdo entre los trabajadores con único interés de una salud y condiciones de vida justos.

Y es que ahí donde exista el derecho a la propiedad privada, mucho antes, el campo donde germinarán las vidas de los trabajadores que moverán dicha sociedad, ya ha sido minado.

Hoy frente a la incapacidad del sistema para asegurarnos la salud, es decir la vida, debemos exigir un sistema de salud eficiente, algo estrechamente se encuentra ligado al modo de producción y la existencia del mismo Estado, ya que hay otras áreas innecesarias que por su propia existencia y funcionamiento están derrochando buena parte del presupuesto de la sociedad; he aquí la razón por la que hay que romper con el sistema capitalista.

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