Grecia: Syriza gana las elecciones, pero no es un mandato a favor de la austeridad

SYRIZA ganó las elecciones de ayer, que Tsipras afirma le dan un mandato para continuar en el camino que ya había puesto en marcha este verano; es decir, aplicar las condiciones dictadas por la Troika. Él, sin embargo, ignora convenientemente el detalle no poco importante de que su coalición de gobierno (SYRIZA-ANEL) perdió un total de 416.000 votos en comparación con el voto de enero.


SYRIZA ganó las elecciones de ayer, que Tsipras afirma le dan un mandato para continuar en el camino que ya había puesto en marcha este verano; es decir, aplicar las condiciones dictadas por la Troika. Él, sin embargo, ignora convenientemente el detalle no poco importante de que su coalición de gobierno (SYRIZA-ANEL) perdió un total de 416.000 votos en comparación con el voto de enero.

En términos porcentuales SYRIZA recibió el 35,46%, casi lo mismo que el 36,3% en enero, pero en términos absolutos el partido perdió 320.000 votos. Nueva Democracia consiguió el 28%, casi lo mismo que el 27,8% en enero, pero también perdió muchos votos en términos absolutos, casi 200.000.

Lo que ha distorsionado el resultado fue el número mucho mayor abstención en esta ocasión. En enero no votó el 37%, mientras que esta vez fue el 43,5%, y de los que fueron a los centros de votación el 2,5% votó en blanco. Así, el total que no emitió su voto fue del 46%, casi la mitad de la población con derecho a voto. No debemos olvidar que, de acuerdo con el artículo 51 de la Constitución griega «El ejercicio del derecho al voto es obligatorio». Y a pesar de esta obligación legal casi la mitad de la población se negó a votar. Esto demuestra la profundidad de la decepción entre una amplia capa del electorado.

En enero, algunos comentaristas de derecha, en un intento de restar importancia al entonces resultado de SYRIZA, señalaron que sólo representaba el 36% del 63% que fue a votar, lo que era menos del 23% del electorado. Fue entonces cuando SYRIZA defendía el programa de Salónica de reformas y se presentaba con un programa anti-memorándum, anti-austeridad, y anti-Troika. Si aplicamos la misma lógica hoy, tendríamos que decir que el 35,46% de 54% significa que sólo el 19,14% del electorado votó por SYRIZA esta vez. Por otra parte, los partidos que votaron a favor del nuevo Memorándum el 20 de julio perdieron un total de 1,1 millones de votos.

Esto no es un verdadero mandato para la austeridad, que el nuevo gobierno va a aplicar en el próximo período. La verdadera expresión del pueblo griego fue el referéndum de julio, cuando la gente sentía que tenía un partido en el gobierno que estaba dispuesto a enfrentarse a la Troika. Esa sensación se ha ido ahora, e incluso los que votaron a SYRIZA esta vez están resignados al hecho de que todo lo que está ofreciendo es austeridad. Ellos simplemente esperan que bajo Tsipras no será tan dura.

Lo que esta elección muestra es lo que ocurre cuando la dirección de la clase obrera no está preparada para llevar una lucha contra la clase capitalista que controla la economía. No hay ningún camino intermedio entre lo que los capitalistas exigen y lo que los trabajadores requieren. Ahí es donde está el problema.

La clase obrera griega hizo todo lo posible, más de 30 huelgas generales, muchas manifestaciones y protestas masivas y un voto por lo que entonces parecía ser un partido de «extrema izquierda», como los medios de comunicación lo presentaban. SYRIZA en un período muy corto de tiempo emergió de ser un partido marginal con un 5,4% de los votos a ser el ganador de las elecciones de enero. Este meteórico ascenso no se logró mediante la venta de austeridad a las masas, sino ofreciendo el fin a la austeridad. Era su programa radical de reformas lo que llevó a la victoria de SYRIZA en enero. Sin embargo, después de haber adoptado la austeridad exigida por la troika, SYRIZA bajo Tsipras ha conseguido perder 300.000 votos.

Todo el escenario en Grecia expone la verdadera naturaleza de la democracia burguesa. Un partido defiende un programa que entra en conflicto con los intereses de los capitalistas, y con ese programa es elegido para el gobierno. En unos meses, los capitalistas presionan a ese partido para que abandone el programa con el que fue elegido y adopte exactamente lo contrario de lo que la gente votó. El programa que Tsipras ahora llevará a cabo fue decidido en otro lugar, por los grandes capitalistas de Europa.

Un artículo publicado ayer por The Guardian tenía un título interesante, «Poderes sin precedentes: quienquiera que sea el que gane las elecciones en la arruinada Grecia será mantenido a raya por este hombre …», seguido por el subtítulo, «El comando de fuerzas especiales del economista holandés Maarten Verwey supervisará la aplicación del paquete de rescate del «dinero por reformas» de Grecia». El artículo continúa explicando que: «El que se aloje finalmente en la Mansión Máximos, la residencia oficial en Atenas de los primeros ministros de Grecia, después de las elecciones del domingo, en ningún sentido significativo estará dirigiendo el país. Ese honor podría decirse que le corresponderá a un economista holandés alojado en Bruselas con el título imponente de Director General de la Secretaría General de la Comisión Europea a cargo del Servicio de Apoyo a la Reforma Estructural … Según el semanario financiero, Ágora, la tarea de la sólida plantilla de 20 personas de Verwey «será esencialmente la de escribir la legislación de casi todas las áreas de la política del gobierno, del impuesto a los ingresos de las sociedades y de la política del mercado laboral, y hasta del sistema de salud y de los gastos sociales … y preparar informes provisionales durante la evaluación de la economía.»

Como explicamos en nuestro artículo del 18 de septiembre (Grecia ante las elecciones – en qué etapa estamos), el último Memorándum exige que el 80% de lo que se especifica en su interior deberá estar incorporado en la legislación griega para finales de este año. Eso significa que el pueblo griego se verá afectado por un aluvión de medidas de austeridad en un período muy corto de tiempo. Las cosas van a ser muy diferentes en unos pocos meses. Las esperanzas de que Tsipras «suavizará el dolor» serán demolidas y la verdadera naturaleza de lo que ha firmado llegará a quedar muy clara para todos. Entonces tendremos un partido diferente.

Los resultados de las últimas elecciones no son más que una instantánea de la situación tal como es hoy. Los resultados de las elecciones griegas han de entenderse en el contexto del estado de ánimo de apatía y cansancio que existe en el país después de cinco años de movilizaciones y de esperanzas de que algo podría hacerse para detener la austeridad draconiana que se impone a los trabajadores.

Grecia ha pasado por cinco años de inestabilidad política con una terrible crisis económica como telón de fondo; cinco años, por una parte, de coaliciones inestables, gobiernos tecnocráticos y elecciones anticipadas; y por otra parte, con docenas de huelgas generales, manifestaciones y movimientos de masas que no dieron lugar a ningún cambio político inmediato y que exigieron un gran esfuerzo a la clase obrera.

Además de eso vinieron los cinco meses de presión insoportable hacia el gobierno SYRIZA: crisis constantes, negociaciones, idas y vueltas, con una vacilación constante por parte de la dirección de SYRIZA y sin perspectivas convincentes a largo plazo. Esto fue seguido por un referéndum donde el pueblo se enfrentó a una campaña política y económica nacional e internacional brutal.

Y todos estos acontecimientos, a pesar de todo el impulso que se ha generado, culminó en una capitulación rotunda, donde el gobierno SYRIZA se mostró completamente indefenso y el NO se convirtió en un tigre de papel en las manos del gobierno.

La revolución es una gran devoradora de energías humanas y los últimos meses han desmoralizado y agotado a las masas, que ya no confían en ningún partido y sólo quieren seguir adelante con sus vidas y conseguir un poco de estabilidad.

Esto explica la apatía y la altísima tasa de abstención. La victoria poco impresionante de SYRIZA tiene que ver con el miedo a que Nueva Democracia volviera al poder, a los últimos brillos de izquierdismo que aún conserva Tsipras y a su promesa de ser el partido pro-Memorándum más «progresista», al hecho de que el impacto económico del Memorándum aún no ha sido sentido verdaderamente todavía, y al hecho de que ninguna fuerza política creíble ha presentado una alternativa convincente al plan de ajuste.

A la izquierda de Syriza, ni el KKE (Partido Comunista), ni el nuevo partido Unidad Popular lograron un gran resultado. El KKE consiguió el 5,5% de los votos, exactamente el mismo porcentaje que en enero, pero en términos absolutos perdió 37.000. El partido Unidad Popular, que se formó a partir del ala izquierda de Syriza, y al que se adhirieron 25 diputados, obtuvo 155.000 votos, solamente el 2,86%, quedándose a 11.000 votos del umbral del 3% y por lo tanto no obtiene representación parlamentaria. ANTARSYA consiguió el 0,85% de los votos, relegándola a los márgenes del proceso político en Grecia. Sus dirigentes creían que podían conseguir ganancias de las traiciones de Tsipras. En enero consiguieron 39.411 votos, un 0,64%, mientras que en esta ocasión consiguieron 45,937 votos. Si Unidad Popular y Antarsya hubieran llegado a un acuerdo para construir un frente electoral conjunto, podrían haber conseguido más de 10 diputados en este Parlamento, y hubieran aparecido como la voz de la oposición de izquierda. En lugar de eso, no tienen nada.

La falta de crecimiento del KKE se explica por su posición sectaria a lo largo de todos estos años. A pesar de que hace toda una serie de críticas correctas tanto a SYRIZA como al nuevo partido Unidad Popular, no hace ningún intento de aplicar la táctica del Frente Único desarrollada por Lenin. No es suficiente tener la razón en teoría; uno tiene que demostrarlo en la práctica. Uno tiene que demostrar a las masas que el KKE quiere ganar la dirección del movimiento, y eso sólo se puede hacer ofreciendo la unidad a los otros partidos obreros, sin hacer concesiones a sus tendencias reformistas, pero planteándoles demandas, demandas que satisfagan los intereses de la clase obrera. Los dirigentes del KKE se quedan satisfechos denunciando a los demás como traidores y diciendo que todo estará bien cuando el KKE crezca. El partido pagó en estas elecciones el precio de su sectarismo hacia los movimientos sociales, hacia las otras fuerzas de la izquierda, y hacia el campo del NO en el referéndum.

Unidad Popular, por otra parte, ha quedado atrás por su programa débil basado principalmente en un retorno al dracma y en una forma de capitalismo proteccionista, y por el hecho de que su dirigente Lafazanis (él mismo un burócrata gris, que resultó ser un crítico muy desdentado con SYRIZA, mientras estaba en el gobierno) y compañía todavía están asociados al gobierno y, por lo tanto, afectados por el escepticismo general. Por qué votar por una pequeña fuerza desconocida como Unidad Popular, que no parece ser muy diferente a lo que Tsipras decía hace unos meses, es lo que muchos votantes deben haber estado pensando.

Los dirigentes de Unidad Popular ha pagado un precio muy grande por su actitud anterior hacia Tsipras dentro de SYRIZA. En su momento, la mayoría del Comité Central de SYRIZA estaba en contra de Tsipras, el Secretariado Político estaba en contra, el ala juvenil del partido estaba en contra, los cuadros sindicales de SYIRIZA estaban en contra. Si Lafazanis hubiera querido, podía haber lanzado una batalla para tomar SYRIZA, para conseguir una mayoría que estaba allí para ser ganada. Pero para hacer eso, habría tenido que ser consistente a lo largo de estos últimos ocho meses y habría tenido que movilizar a las filas del partido. En lugar de eso, prefirió ir a un «divorcio amistoso» como algunos han planteado. Él por lo tanto le entregó SYRIZA a Tsipras, que hasta entonces estaba en minoría dentro del partido. Este es el comportamiento que explica también por qué muchos en la izquierda no confiaban en el nuevo partido.

A pesar de todas estas dificultades en la izquierda, sin embargo, la verdad sigue siendo que Tsipras tendrá que aplicar un memorando salvaje que empujará a Grecia a una crisis muy profunda y que será inviable económica y políticamente. Los partidos burgueses están ahora más débiles que nunca, divididos y deslegitimados como están, y la clase dominante tiene que apostar por Tsipras como su último, y dudoso, aliado. La burguesía es demasiado débil para imponerse decisivamente.

Las exacciones y las tensiones de la primavera, y el golpe de traición de Tsipras, producirán desmoralización y estancamiento durante un período, pero bajo los golpes de la crisis la clase obrera levantará la cabeza de nuevo. Y lo hará sobre una base más alta, ya que esto va a suceder después de haber pasado por la dura escuela del reformismo pro-UE, que ha demostrado ser totalmente utópico. La conclusión de la debacle de SYRIZA está claramente expuesta para que todos la vean: las reformas sólo pueden ser conquistadas mediante la lucha y a través de medidas revolucionarias. Esta ha sido una derrota, pero que en el mediano plazo elevará la lucha de clases a otro nivel. Como Rosa Luxemburgo explicó:

«Todo el camino del socialismo –en los que se refiere a las luchas revolucionarias– está pavimentado nada más que con derrotas atronadoras. Sin embargo, al mismo tiempo, la historia marcha inexorablemente, paso a paso, ¡hacia la victoria final! ¿Dónde estaríamos hoy sin esas «derrotas», de la que sacamos la experiencia histórica, la comprensión, la energía y el idealismo? Hoy en día, a medida que avanzamos en la batalla final de la guerra de clases proletaria, nos erguimos sobre los cimientos de esas mismas derrotas; y no podemos prescindir de ninguna de ellas, porque cada una contribuye a nuestra fuerza y ​​entendimiento».

Lo que se necesita hoy en Grecia no es llorar ni reír, sino comprender. El reformismo no puede detener al gigante de la austeridad. Lo que se requiere es un partido de la clase obrera griega que pueda extraer todas estas lecciones y explicar a los trabajadores y la juventud que la lucha contra la austeridad no puede llevarse a buen término si no se convierte en una lucha contra el sistema capitalista en su conjunto.

Esta derrota no es el fin de la historia. Es un paso en un largo proceso, el resultado final del cual dependerá de la construcción de una tendencia marxista viable dentro del movimiento obrero y de la juventud de Grecia, una tendencia que pueda llevar el análisis y el programa del marxismo a las capas avanzadas y luego a la clase obrera en general. Las capas radicalizadas en torno al KKE, Unidad Popular, la juventud militante, serán las fuerzas alrededor de la cual un verdadero partido revolucionario de la clase obrera griega se puede construir, pero primero tenemos que entender por qué estamos donde estamos.

Posdata – Una nota sobre Aurora Dorada: En el período reciente ha sido planteada la amenaza de Aurora Dorada por algunos en la izquierda como una indicación de un voto de derechas creciente, pero la verdad es que en las últimas cuatro elecciones generales el número absoluto de votos emitidos a favor de Aurora Dorada ha estado en declive constante: mayo de 2012, 440.966; junio de 2012, 426 025; enero 2015, 388 387; septiembre de 2015, 379.539. Esto no excluye la posibilidad de que puedan recuperarse en el futuro a medida que se impongan las medidas de austeridad sobre el pueblo griego, pero por ahora no están ganando de la situación actual.

Deja un comentario