Feminicidios: no es cuestión de ser valiente

Magdalena Aguilar, 23 años. (México, Guerrero, enero 2018). la última vez que habló con su mamá fue el 13 de enero, momentos antes de verse con César su expareja. Las autoridades mexicanas hallaron en la ciudad de Taxco su cuerpo desmembrado dentro de un local propiedad de César. A ella ya la encontraron, ahora lo buscan a él.1

Aicha B., 30 años. (España, Andalucía, noviembre 2018). Feminicidio íntimo. Su cadáver fue hallado en un vertedero en Gádor por trabajadores de la instalación. La investigación posterior determinó que era una mujer prostituida por su pareja, un hombre identificado como K.K., de nacionalidad mauritana de 30 años, era proxeneta y pareja de la víctima, es el autor del feminicidio por asfixia. Deja huérfanas a cuatro niñas menores.2

Chiara Páez, 14 años. (Argentina, Santa Fe, mayo 2015). La Policía la encontró enterrada en el patio de la casa de los abuelos de su novio. Estaba embarazada. Según la autopsia, la joven fue asesinada a golpes y tenía restos de un fármaco abortivo en su cuerpo. Manuel Vallejos, de 16 años y novio de Páez desde hacía siete meses, asumió la culpabilidad del crimen y quedó detenido.3

Carla Ayala, 37 años. (El Salvador, San Salvador, diciembre 2017). La agente policial fue asesinada y desaparecida después de una fiesta de fin de año supuestamente a manos de Castillo Arévalo “Samurai”, también agente policial, este disparó a Ayala al interior de la patrulla cuando la llevaban hasta su casa, según confirmaron peritos forenses contratados por Fiscalía.4

Una de las tantas formas que emplea el capitalismo para mantener el control de las sociedades es la violencia. Este se ha vuelto un código universal sobre todo cuando se trata de ejercerlo contra las mujeres para que no trasgredan el sitio al que histórica y culturalmente se les ha conferido: la subordinación ante el poder de lo masculino, lo cual es funcional a los intereses del sistema. Este mecanismo opera de manera efectiva y logra su cometido manteniendo a las mujeres en el espacio de lo privado, en el ambiente doméstico, donde la violencia es aceptada y no denunciada.

La definición más conocida del término feminicidio fue propuesta por Diana Russell, quien lo considera como «el asesinato de mujeres a manos de hombres debido a que son mujeres».5 Esta aportación trascendió el aspecto teórico y logró constituirse como una acción afirmativa a favor del colectivo femenino, ya que al  diferenciarlos de los homicidios se evidencia la intención verdadera de este tipo de delitos; se vuelve una denuncia pública a la bota opresora del sistema capitalista patriarcal.

Es importante anclar el término feminicidio al término de violencia basada en género (VBG) ya que esta es un continuum de violencias que enfrentan las mujeres, tomando diferentes variantes en el que su última expresión puede desembocar en la muerte. La VBG es un monstruo sigiloso que está a la orden del día metida en la familia, espacios laborales, cotidianidad, etc., como algo establecido naturalmente. Este tipo de violencia está directamente vinculada a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas que se establecen entre hombres y mujeres desde que la sociedad se dividió en clases, estas acciones permiten perpetuar la desvalorización de lo femenino y su subordinación a lo masculino. Es necesario recalcar que lo que diferencia a este tipo de violencia de otras formas de agresión y coerción es que el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer.

El feminicidio es la cima de la violencia basada en género, es pertinente ahondar en cómo este fenómeno se convierte en una construcción social y lleva a la impunidad de estos delitos; abordar y cuestionar por qué el Estado no los ataca de una forma agresiva con marcos jurídicos y su debida aplicación para esclarecer los casos.

Debemos comenzar aclarando que el Estado burgués como tal, es la máxima expresión de las contradicciones de clase y su función es la de proteger los intereses de la clase dominante, en ese sentido si para el capital el ser humano es un bien de consumo, es normal que en las relaciones desiguales de poder, la mujer se convierta en propiedad del poderoso, en propiedad del hombre. El Estado se convierte en el principal reproductor de la violencia basada en género. Las consecuencias para la mujer son nefastas, podemos hablar de la falta de mecanismos para que todas las mujeres tengan acceso a la justicia y a la reparación del daño. Al parecer la democracia es solo una simulación para las mujeres ya que carecen de Estados democráticos de derecho que garanticen y defiendan los derechos de las féminas.

Según datos del observatorio de igualdad de género de América Latina y el caribe de la CEPAL, al menos 2.795 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 23 países de esta región en el 2017, de acuerdo con datos proporcionados por organismos públicos de esos países. Un dato que realmente asusta y debe ser tomado muy en serio en El Salvador, es que acá el fenómeno alcanza una extensión que no encuentra paralelo en ningún otro país de la región: la tasa de feminicidios por cada 100.000 mujeres en el 2017 fue de 10,2, la cual es seguida por Honduras, que en 2016 registró un 5,8. En Guatemala, República Dominicana y Bolivia también se observaron altas tasas para el año 2017, iguales o superiores a 2 casos por cada 100.000 mujeres. Solamente Venezuela, Panamá y el Perú registran tasas inferiores al 1,0 en la región.6

Amnistía Internacional se pronunció sobre estos datos e hizo pública su valoración de que El Salvador debido a los elevados índices de violencia de género era uno de los países más peligrosos para las mujeres, ya que solo en 2016 y 2017 registró tasas de feminicidios de 16 y 12 por cada 100.000 habitantes, respectivamente, por encima de lo considerado a nivel internacional como una epidemia.7

ORMUSA por medio de su observatorio de violencia reportó que en el 2018 la Policía Nacional Civil, informó que se cometieron 383 feminicidios8, así mismo se identificaron los departamentos que mostraron más alta dicha tasa, los cuales son: San Salvador, La Libertad, Sonsonate y Usulután.

La casa, que debería ser un lugar seguro para las mujeres, no lo es, lo cual se confirma, con los feminicidios de pareja, de los cuales, según el monitoreo de prensa escrita y digital, realizado por ORMUSA, hasta el 18 de julio, se contaron 15. Más de la mitad de las mujeres asesinadas, el 52.84%, son mujeres jóvenes menores de 34 años. Es preocupante que en este período se cometieron 3 feminicidios de niñas menores de 4 años y 2 de adolescentes menores de 14 años.

El panorama no pinta alentador para este año, ya que en lo que va del 2019 según noticias publicadas: “Los asesinatos de mujeres durante el mes de enero representaron el 11.9 % del total de asesinatos registrados durante el primer mes; El jefe policial precisó que entre el 1 de enero y el 13 de febrero fueron asesinadas 46 mujeres, mientras que en el mismo período del 2018 la cifra fue de 41, una diferencia de 5 muertes violentas más.”9

El feminicidio debe ser reconocido y tratado como un acto que restringe el ejercicio de derechos de las mujeres, y no cualquier derecho, sino el más fundamental: el derecho a la vida.  El feminicidio no necesariamente indica el final de la historia violenta, ya que al no dársele el trato necesario desde el Estado y su aplicación de leyes, esos hechos marcan la pauta para  una situación de mayor vulnerabilidad y de más violencias articuladas. Los niveles de impunidad son el mejor ejemplo de la indiferencia del sistema judicial para la aplicación de la búsqueda de la justicia.

Es pertinente  luchar por un sistema socioeconómico que genere Estados que sean garantes de los derechos de sus habitantes mujeres, que promuevan estrategias y mecanismos que delimiten las responsabilidades de  garantías y protección  de los derechos de las mujeres, los cuales deben ser compartidas por las instituciones gubernamentales y la sociedad en general en aras de erradicar estos crímenes y sus consecuencias nefastas. Debemos combatir las malas praxis de los Estados pequeño burgueses que no toman este fenómeno con la seriedad del caso. Para erradicar los feminicidios, debemos luchar por el socialismo.

 

“No es cuestión de ser valiente… es cuestión de ser libre».

 


Referencias:

1: https://cnnespanol.cnn.com/2018/01/25/magdalena-taxco-feminicidio-mexico-desmembrada/
2: https://feminicidio.net/articulo/listado-feminicidios-y-otros-asesinatos-mujeres-cometidos-hombres-espa%C3%B1a-2018
3: https://www.clarin.com/sociedad/chiara-femicidio-rufino-muerte-crimen-novio-enterrada_0_H1dPqYFD7x.html
4: https://www.elsalvador.com/fotogalerias/noticias-fotogalerias/471813/10-rostros-de-mujeres-victimas-de-la-violencia-en-el-salvador/
5: Bejarano Celaya, Margarita. El feminicidio es sólo la punta del iceberg. Región y Sociedad, núm. 4, 2014, pp. 13-44El Colegio de Sonora Hermosillo, México.
6: https://oig.cepal.org
7: https://www.amnesty.org/es/countries/americas/el-salvador/report-el-salvador/
8: http://observatoriodeviolencia.ormusa.org
9: EFE, La cifra de feminicidios en El Salvador se eleva este año más del 12 %, 14.01.19 https://www.efe.com/efe/america/sociedad/la-cifra-de-feminicidios-en-el-salvador-se-eleva-este-ano-mas-del-12/20000013-389823

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