Estado Español: posición de clase frente al conflicto diplomático y crisis migratoria en Ceuta

El llamado “asalto” a la frontera de Ceuta por parte de miles de jóvenes migrantes en los últimos días es parte de la misma crisis migratoria que azota África en las últimas décadas. Sin embargo, el desencadenante de estos hechos ha sido una nueva crisis diplomática entre España y Marruecos cuyas causas hay que buscarlas en la crisis económica desatada por la pandemia y en el recrudecimiento del conflicto en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos.

El régimen marroquí, dirigido por el Majzen, la camarilla de burócratas y hombres de negocios que rodea al rey, ha lanzado una ofensiva para defender su posición en el Sahara utilizando como carne de cañón a miles de jóvenes que escapan de la miseria, provocando a su vez una respuesta cobarde y represiva del Gobierno español, que descarga su fuerza contra los trabajadores y menores migrantes sin ser capaz de dar una respuesta política a la cuestión del Sahara.La situación en el Sáhara Occidental, ocupado por Marruecos desde 1975, ha permanecido empantanada desde el alto el fuego que en 1991 declararon el Frente Polisario y el régimen marroquí. Una solución pacífica del conflicto está bloqueada por la negativa de Marruecos y España, secundada por EEUU y Francia, de impulsar un referéndum de autodeterminación en la antigua colonia española. El Estado español ha hecho todo este tiempo oídos sordos a las reivindicaciones de sus antiguos súbditos saharauis, alineándose en la práctica con el Majzen pese a los deberes que, como antigua potencia ocupante, le asigna el derecho internacional, así como ignorando que la solidaridad con la causa saharaui es mayoritaria entre la clase trabajadora del Estado español. El reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara y la represión del Majzen sobre la población saharaui han conducido finalmente a la ruptura del alto el fuego el pasado mes de noviembre.

En este contexto, el líder del Frente Polisario Brahim Ghali, que ya padecía cáncer, contrae el Covid. Éste fue ingresado en primer lugar en un hospital de Tinduf, pero ante el agravamiento de su situación, el estado mayor argelino intercedió para que fuese trasladado a España. En una operación digna de una película de espías, Ghali fue trasladado a un hospital de Logroño bajo identidad falsa para ser tratado de sus dolencias. Dicha operación contó con la oposición del ministro del interior Grande-Marlaska que advirtió de las consecuencias que esta decisión iba a tener en las relaciones con Marruecos.

El régimen marroquí por supuesto se acabó enterando y desde ese momento la crisis estaba servida. El Majzen, envalentonado por el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara por parte de la administración Trump y sus recientes acuerdos con Israel, ha visto la oportunidad de presionar al Estado español y la UE para evitar cualquier duda sobre sus pretensiones sobre el Sahara y, al mismo tiempo, mitigar la crisis económica y social interna facilitando la emigración y agitando el señuelo irredentista de Ceuta y Melilla. Su control sobre la frontera sur de la UE se ha revelado como un arma de presión diplomática de primera magnitud.

Hay testimonio gráfico de cómo, efectivamente, la gendarmería marroquí ha abierto su sector del paso fronterizo de El Tarajal, lo que ha generado la entrada en masa de miles de migrantes (los datos más conservadores hablan de 8.000). Esta entrada masiva ha desbordado completamente a los destacamentos fronterizos de la Guardia Civil y ha motivado el despliegue de unidades del Ejército en la frontera. Según datos del Ministerio del Interior, las fuerzas de seguridad han conseguido devolver a Marruecos a unos 4.000 de estos migrantes, mientras que el Ejército y la Policía están persiguiendo por las calles de Ceuta a los que han conseguido entrar en la ciudad. Poco después de estos hechos, la embajadora marroquí en España ha dejado claro que la apertura del sector marroquí de la frontera es una decisión consciente del Majzen en represalia por la hospitalización de Brahim Ghali en el Estado español.

Sin embargo, sería enormemente simplista (y peligroso) el ver esta crisis simplemente como el resultado de una operación política del régimen marroquí. La llamada “presión migratoria”, o más bien la necesidad de huir del desempleo y la violencia que sufren miles de jóvenes magrebíes y subsaharianos, estaba ahí desde mucho antes. No es fruto de una decisión consciente del Majzen, sino el resultado de sus políticas y de las de Europa (incluida España) y EEUU sobre África, y que continúan el saqueo colonial del continente. El régimen marroquí simplemente ha abierto la compuerta para demostrar a España y la Unión Europea que su papel como gendarme fronterizo es indispensable para contener dicha oleada, aunque sea a costa de las vidas de miles de jóvenes.

El objetivo de estas miles de personas no es afirmar la soberanía marroquí sobre Ceuta, sino simplemente entrar en la UE por su frontera terrestre. En ese sentido, la situación es muy distinta a la de 1975, cuando Hassan II, el padre del actual rey, sí tuvo éxito a la hora de movilizar a sectores atrasados y lumpenizados de la población marroquí bajo el señuelo de una expansión territorial a costa del moribundo franquismo y de la población saharaui. Ahora, los jóvenes que se arriesgan a cruzar la frontera sólo lo hacen para tratar de mejorar su situación personal. Ante las preguntas de un reportero de ElDiario.es, uno de estos jóvenes declaró que sólo quería reunirse con sus hermanos en Barcelona. La cuestión migratoria va a seguir y ningún muro ni control fronterizo podrá resolverla.

Resulta especialmente irritante leer los argumentos de la extrema derecha, y de algunos grupos autodenominados comunistas y obreros, hablando de invasión y de defensa de la soberanía nacional como única respuesta a esta crisis. Por supuesto, los marxistas no apoyamos las pretensiones del Majzen sobre Ceuta y Melilla, y defendemos que el estatus político de las ciudades autónomas debe ser decidido democráticamente por sus habitantes (por todos sus habitantes). Sin embargo, repudiamos enérgicamente esa demagogia reaccionaria que pone el foco en los trabajadores migrantes mientras las oligarquías europeas y marroquíes se reparten los beneficios de la explotación colonial de los recursos de África condenando a la pobreza a millones de personas.

El tufo legionario y franquista de los llamamientos a la violencia contra los migrantes marroquíes y el ruido sobre la supuesta invasión no debe pasar desapercibido para ningún militante de la izquierda en el Estado español. No debemos olvidar que las únicas tropas marroquíes que entraron en el Estado español lo hicieron bajo el mando de Franco en 1934 y 1936, y lo hicieron para reprimir a las masas revolucionarias de Asturias primero y de todo el Estado después. Tampoco se puede olvidar la responsabilidad del régimen español en la situación del Sahara, ni tampoco a los migrantes asesinados en la misma playa de El Tarajal en 2014. Que haya sectores comunistas que olviden estos hechos y hagan coro a la extrema derecha es simplemente una vergüenza.

Por otro lado, poner la confianza en la supuesta defensa de la soberanía nacional en el ejército y la policía españolas, infectados hasta el tuétano de franquistas, sería otorgar credenciales morales a los mismos que nos reprimen aquí. Las clases dominantes a ambos lados del Estrecho utilizan los odios y suspicacias nacionales para enfrentar a trabajadores marroquíes y españoles mientras hacen suculentos negocios entre ellas, que se van a mantener no importa la manera en que termine la presente crisis diplomática.

Ante esta crisis, la izquierda del Estado español debe apoyar sin fisuras la autodeterminación del Sáhara Occidental y rechazar cualquier intento de cargar las consecuencias de la crisis diplomática sobre las espaldas de los trabajadores inmigrantes. La victoria del pueblo saharaui sobre el Estado marroquí colocaría al Majzen y al rey en una situación de desprestigio y crisis insostenibles que abrirán la puerta a la revolución magrebí. La monarquía dictatorial de Marruecos es un aliado clave del imperialismo en la región, por lo que pensar en sanciones internacionales y en una toma de partido de EEUU y la UE contra el Majzen es una utopía. La monarquía dictatorial de Marruecos sólo va a caer con la revolución de los obreros, campesinos y nacionalidades oprimidas del Magreb.

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