En defensa de la ideología

La crisis orgánica que atraviesa el sistema capitalista no se limita a sus contradicciones económicas, que están dadas por la sobreproducción y  la depredación masiva de los recursos naturales en un ecosistema finito; sino que también trasciende a las esferas culturales y  académicas, y esto lo vemos reflejado en el nivel de decadencia alcanzado por la filosofía, en expresiones como el posmodernismo, que plantea que se deben rechazar todas las teorías sociales formuladas hasta ahora, por considerarlas abstracciones generales que no toman en cuenta las diferencias, por lo tanto a su juicio, no pueden reflejar fielmente la realidad.

Estas ideas son la base de discursos que pregonan el fin de las ideologías, que dicen que la lucha entre izquierda y derecha ha llegado a su fin, o las clases sociales mismas. Al final lo que buscan es diluir categorías establecidas como el género,  las clases sociales, y otras teorías sustituyéndolas por un sinfín de interpretaciones que hace cada sujeto individual, quitando así todo el contenido social. Lo que esto produce es un enfrentamiento entre las minorías: afrodescendientes contra blancos, mujeres contra hombres, LGTBI contra heterosexuales, etc. Este tipo de luchas seccionadas propician la división de los explotados y desvía la atención de la verdadera lucha que nos atañe a todos, la lucha contra el sistema capitalista como tal, y no sus múltiples expresiones. Eso sería como atacar los síntomas dejando la enfermedad intacta.

Muchas de esas iniciativas son apoyadas por la clase dominante a través de organismos internacionales, los gobiernos nacionales o por medio de las ONG que se dedican a reivindicar los derechos de estas minorías. No decimos que eso sea malo, puesto que como marxistas también buscamos la emancipación de la mujer y estamos en contra de las múltiples formas de opresión, pero consideramos que no son los métodos correctos para luchar contra ellos. En su lugar creemos que la lucha debe ser en líneas de clase, propiciando la unidad del movimiento obrero y demás sectores oprimidos por el capitalismo y su superestructura. Las condiciones de explotación son las mismas independientemente del género, religión o color de piel.

Estas teorías, como la interseccionalidad, feminismo burgués y pequeño burgués, veganismo, especismo, etc., no surgieron de forma natural dentro del movimiento; fueron introducidas sutilmente, presentándolas como revolucionarias o progresistas y que perseguían nobles y justas reivindicaciones. Pero lo cierto es que las ideas que hoy se nos presentan como ciertas, verdaderas y universales son las que la clase dominante a difundido por medio de la educación, la religión y la cultura. Esto lo explicaron Marx y Engels cuando afirmaban lo siguiente:

Las ideas de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante. La clase que controla también los medios de producción material controla también los medios de producción intelectual, de tal manera, que en general las ideas de los que no disponen de los medios de producción intelectual son sometidas a las ideas de la clase dominante.[1]

Cada vez que una persona dice: “yo no me meto en política”, “no soy de izquierda ni de derecha” no es porque haya hecho un análisis que lo llevó a pensar así, sino que ha sido víctima las ideas de la clase dominante, quienes buscan socializar la idea de que la política es para gente “preparada” y que al obrero lo que le queda es trabajar para poder comer. Esta forma de pensar es funcional al sistema y lo reproduce, cuando el trabajador no tiene una ideología clara termina sucumbiendo ante la ideología dominante.

Se nos ha dicho que la ideología es un conjunto de ideas que caracterizan una colectividad o una época, y que son esas ideas las que deben predominar, sin embargo, en una sociedad divida en clases sociales antagónicas, una misma ideología no puede representar el pensamiento y los intereses de todos por igual. Quienes niegan la lucha de clases solo preparan las condiciones para propagar la ideología dominante.

Los posmodernos, se han atrevido incluso a proclamar el fin de las ideologías políticas entre izquierda y derecha. Nada más falso que eso. Si observamos la realidad nos damos cuenta que la desigualdad económica entre las clases sociales es cada vez más alarmante y la lucha intrínseca que esto conlleva está más vigente ahora que nunca, como quedó plasmada en el Manifiesto Comunista:

Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.[2]

Para terminar con esa contradicción el movimiento obrero no debe abandonar su ideología como la burguesía quiere, sino por el contrario debe volver a la teoría que hasta ahora ha dado muestras de ser la única capaz de superar este orden de cosas, esto significa retomar el estudio consciente del socialismo científico, conocerlo y difundirlo entre los trabajadores, estudiantes, campesinos y todas aquellas minorías que buscan emanciparse de la dominación capitalista. Pero no en una simple lucha estéril y discursiva, sino una verdadera organización de hombres y mujeres que serán los constructores de la nueva sociedad.


[1] Marx, K., y Engels, F. (1979). La ideología alemana. México: Ediciones de cultura popular, p. 78

[2] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm Consultado el 23 de abril de 2019

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