El futuro de la revolución salvadoreña

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El siguiente artículo que presentamos fue escrito exactamente hace 80 años por uno de los colaboradores cercanos a León Trotsky que fuese uno de los principales teóricos y protagonista junto a Lenin de la gran revolución rusa de 1917.

La publicación de este artículo en la Revista Clave órgano teórico de la Cuarta Internacional en México, muestra la importancia que Trotsky como responsable de las publicaciones le daba a los acontecimientos en nuestro país y a los demás países Latinoamericanos.

Debemos advertir al lector que era el año de 1939, la URRS ya estaba en proceso intenso de degeneración por el estalinismo y además estábamos a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, en pocas palabras el mundo estaba inmerso en una grave crisis política. Las observaciones políticas del autor parecerán duras para el Partido Comunista Salvadoreño que estaba a merced de las políticas del estalinismo, pero eran realmente correctas y hoy en nuestra época es un análisis ineludible para las luchas actuales. Recomendamos a las nuevas generaciones estudiar y asimilar las lecciones de este histórico artículo. 

1º de Mayo de 1939

Años de reacción se han sucedido después del fracasado intento de liberación campesina de 1932, llevada a cabo por primera vez en la historia salvadoreña, con el concurso de un proletariado incipiente, falto de un verdadero partido proletario, y al contrario, dirigido por un partido que no respondió a la hora de la revolución más que a los dictados de unos cuantos pequeño-burgueses vacilantes y faltos de una verdadera conciencia bolchevique-leninista.

Estos años de reacción han comprobado que el Partido stalinista (III Internacional) que hoy apenas existe en la cabeza de algunos abogados, médicos e intelectuales frente populistas y social-patriotas, fué incapaz de dirigir la lucha del campesinado contra los señores feudales de la tierra, al no combinarla con el proletariado para hacerla culminar con la revolución proletaria, única capaz de llevar hasta su fin la revolución burguesa. Tampoco podrá, en los actuales momentos que vive la humanidad, llevar al triunfo contra el fascismo al proletariado salvadoreño ni a la realización de la revolución nacional-demócrata que corresponde a este pequeño país como nacionalidad oprimida, país semi-colonial, bajo la dominación de los imperialismos yanqui e inglés fundamentalmente.

Mas sin embargo, aunque dolorosa la experiencia (20,000 campesinos y obreros ametrallados) la lección de esta revolución será histórica como lo fué la de la primera revolución rusa de 1905 para el proletariado de 1917. Será histórica, decimos, para el joven proletariado salvadoreño que se mostró demasiado débil en 1932 para tomar el poder. Los años de reacción brutal del régimen policiaco-militar del Gral. Martínez, que todavía padece, lo fortalecerán y le darán la madurez necesaria, que sólo da la clandestinidad, para llevar tarde o temprano la revolución nacional-democrática hasta su final realización.

Ocho años de reacción, transcurridos desde la revolución campesina, han transformado la mecánica política de las diversas fuerzas sociales. En los primeros años del régimen policiaco-militar del General Martínez, éste tuvo el apoyo de toda la sub-burguesía y clases feudales así como el de la mayoría de la pequeña burguesía.

La sub-burguesía se ha dividido en dos tendencias políticas frente al gobierno. Parte de ella, sirve las exigencias de los intereses imperialistas de los Estados Unidos e Inglaterra, y la otra responde a la presión de los imperialismos fascistas de Alemania e Italia en espacial. En la misma situación, se hallan las clases feudales, unidas por diversos vínculos económicos tanto al imperialismo internacional como a la sub-burguesía. La pequeña burguesía, por otro lado, afianza sus posiciones políticas, bien con las clases dominantes, bien con las masas populares (campesina y proletaria), divorciadas completamente del gobierno.

La acelerada penetración económica de los imperialismos fascistas de Alemania (fundamentalmente) e Italia, en los años en que el gobierno careció del reconocimiento diplomático de los Estados Unidos, dió origen a una pugna entre las dos fracciones sub-burguesas dependientes del capital financiero internacional, extendiéndose asimismo esta pugna a las capas feudales.

El gobierno del Gral. Martínez se inclinó desde un principio en favor de las clases que representaban intereses de los imperialismos fascistas mencionados, las relaciones comerciales y políticas con los estados totalitarios fueron estrechadas en detrimento del imperialismo anglo-sajón y de sus agentes del interior.

Esta pugna política en el seno de las clases dominantes se ha exteriorizado en los últimos años por medio de intentonas políticas en contra del régimen, dirigidas por coroneles y generales a sueldo de las sub-burguesía descontenta con el régimen. Estas intentonas de cuartelazo no han tenido más que un débil eco entre las clases populares, que intuitivamente se dan cuenta del origen de estas pugnas, cuyos resultados, sean los que fueren, no cambiarán el régimen económico, político y social a que están sujetas hoy, bajo el despotismo brutal del gobierno del Gral. Martínez.

La situación internacional se caracteriza por una profunda crisis política entre los diversos países imperialistas. El imperialismo fascista de Alemania, siguiendo la aventura del imperialismo fascista de Italia en Etiopía (sólo que cambiando de métodos) se anexa primeramente a Austria, luego a parte de Checoslovaquia para meses más tarde anexarse a Memel y a Checoslovaquia entera. En España, el fascismo italo-germano presta su ayuda de una manera definitiva al fascista Franco, hasta culminar con la rendición de Madrid y la fuga aparatosa de los líderes del Frente Popular Español. Las llamadas “democracias” imperialistas de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, ante esta situación, hacen llamamientos para “salvar la humanidad de las garras del fascismo”, constituyendo un frente único de las democracias burguesas contra Alemania-Italia.

La guerra interimperialista, tarde o temprano, se desencadenará; los campos ya están delimitados: imperialismos “democráticos” contra imperialismos fascistas. El stalinismo, tomando la misma posición que tenían los social-patriotas de la II Internacional en 1914, toma ya su puesto al lado de los imperialismos “democráticos”, a fin de contribuir con la sangre del proletariado internacional a la defensa de la “democracia burguesa”. Para el stalinismo no hay más disyuntiva que “democracia” burguesa o fascismo. En México, ya el líder máximo de la Confederación de Trabajadores (C. T. M.), el abogado mixtificador de los objetivos del proletariado en la guerra interimperialista, Lombardo Toledano, ha declarado, en el mítin de celebración de la expropiación petrolera (19 de marzo), que el proletariado mexicano y todo el pueblo en general debe aprestarse para luchar en la próxima guerra contra el fascismo internacional, al lado de los imperialismos “democraticos”, que son los únicos que pueden salvar a la humanidad de la crisis actual.

Ante la situación política salvadoreña (indudablemente ligada con la situación internacional de pugna imperialista) todo luchador proletario salvadoreño se preguntará, ¿Qué hacer? El stalinismo salvadoreño responde: Sostener “los principios” tratar de “ampliarlos y fortalecerlos con mayores garantías”; “la economía pública” debe ser organizada “sobre lineamientos científicos y honestos”; debe hacerse “un llamamiento a todos los elementos democráticos del país para que, borrando las diferencias ideológicas y de clase, nos unifiquemos sobre la base democrática en la lucha contra Martínez”, puesto que “en estos momentos en que las democracias americanas se alían para defenderse de la penetración fascista, Martínez no solo sabotea, al margen de las declaraciones oficiales, democráticas y de buena vecindad del Presidente Roosevelt, sino que también traiciona las más caras aspiraciones de todos los pueblos democráticos de América”. (Lo entre comillas pertenece a fragmentos del “Manifiesto de la Unión Popular Salvadoreña” —U. P. S.—, organización controlada y dirigida por la fracción stalinista de El Salvador).

Respondiendo a los dictados de la III Internacional, el stalinismo salvadoreño –diremos con palabras de Lenin, en 1905- ha “aprendido que la transformación democrática tiene en su base económica la revolución burguesa, y han “entendido” esto de tal modo que es necesario rebajar los fines democráticos del proletariado hasta el nivel de la moderación burguesa, hasta el límite más allá del cual “la burguesía se aparta”.

En realidad, el stalinismo salvadoreño lanza llamamientos a la unificación con las clases sub-burguesas y feudales descontentas con el régimen martinista, para que en ella el proletariado vaya a remolque, pues la dirección de este último a base de una política independiente, en la revolución que se inicia, haría que las clases dominantes se apartasen de él; es decir, el stalinismo salvadoreño sostiene la teoría y su práctica contrarrevolucionaria del “Frente Popular”,  que pretende vivir fuera del terreno de la lucha de clases. Sin embargo, —con palabras de Lenin, en 1905— “el proletariado espera su salvación, no de su desviación de la lucha de clases, sino de su desarrollo, de su ensanchamiento, de la conciencia, de la organización, de la decisión”. Y esto lo decía Lenin refiriéndose a la política independiente que debe sostener el proletariado en la revolución.

Por otro lado, cuando Lenin, en 1905, hablaba de la revolución democrático-burguesa en su aspecto popular, así como del abuso de la palabra “pueblo” (abuso que comete hoy el stalinismo) decía: “El que menoscaba los fines proletarios en la revolución democrático-burguesa, convierte al social-demócrata, que debe ser un caudillo se la revolución popular, en líder de sindicato” … “La socialdemocracia  ha luchado y lucha con pleno derecho contra el abuso burgués-democrático de la palabra “pueblo”. Exige que con esta palabra no se encubra la incomprensión de los antagonismos de clase en el seno del pueblo. Insiste incondicionalmente en la necesidad de una independencia de clase completa del partido del proletariado. Pero divide al “pueblo” en “clases”, no para que la clase avanzada se encierre en sí misma, se limite con una medida mezquina, castre su actividad con consideraciones como la de que no se aparten los soberanos económicos del mundo, sino para que la clase avanzada, que no adolece de la actitud de medias tintas, de la inconsistencia, de la indecisión de las clases intermedias, luche con tanta mayor energía, con tanto mayor entusiasmo por la causa de todo el pueblo y al frente del mismo”. Al mismo tiempo, Lenin aclara en este pasaje el significado dialéctico de la política independiente del proletariado como clase y de su vanguardia, el partido, en una revolución de carácter popular.

Frente al problema revolucionario de El Salvador, nosotros bolcheviques-leninistas de la IV Internacional, y frente a la posición derrotista del stalinismo salvadoreño, en su defensa de la democracia burguesa y entrega del proletariado a las clases dominantes del país, oponemos la consigna de la revolución nacional-democrática, que deberá estar a la orden del día en los países que como El Salvador, luchan por romper el yugo imperialista, deberá realizar la revolución agraria y cumplir las tareas democráticas —sobre la base de la revolución permanente— ante las reminiscencias feudales.

Para que una consigna verdaderamente revolucionaria, como la de revolución nacional-democrática, pueda ser llevada a su realización, el proletariado salvadoreño deberá constituir su verdadera vanguardia revolucionaria, esto es, un partido auténticamente bolchevique-leninista.

Solamente el proletariado, bajo la dirección de un verdadero partido proletario, será capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias —sobre la base de la teoría y práctica de la revolución permanente— la revolución nacional-democrática. No son los partidos stalinistas (los mencheviques de hoy) en entrega mercenaria a las burguesías nacionales y a los imperialismos “democráticos”, los que dirigirán al proletariado mundial en su lucha por el poder y la revolución proletaria.

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