Despejemos la niebla: ¿Qué sucede en Venezuela?

Introducción

Venezuela es un país de sendas riquezas naturales. Gozamos de tierras fértiles, quizás lo suficientemente adecuadas para eliminar el hambre. Del subsuelo brotan petróleo, oro, coltán, diamantes, entre otras materias primas, cuya acumulación podría impulsar un desarrollo industrial de tal magnitud, fuerza y vigor que podríamos instaurar un verdadero paraíso.  Por otro lado, el trabajo real, padre y señor de todas las riquezas que existen en el mundo moderno, se dinamiza en los brazos de un pueblo que lo ha aguantado todo. Paradójicamente las riquezas y el trabajo, la primera como fruto de lo segundo, sufren una contradicción agobiante, típica del sistema de producción capitalista. Vivimos en un país donde la pobreza ha alcanzado límites inadmisibles. La explotación, la especulación, el robo, la corrupción, el estraperlismo, la carestía, aliadas todas entre si, destruyen como fieras salvajes el valor del trabajo. En este país “la modernidad” fue importada para esconder una sociedad atrasada, en muchos casos con relaciones de producción precapitalistas, dependientes y monoproductoras.

Pero para dicha de las generaciones futuras, la historia no es fatalista ni determinista, se mantiene en constantes movimientos y cambios, unos buenos, otros no tanto, pues no se trata de algo lineal. La historia la hacen los hombres y las mujeres cuando las condiciones materiales han madurado lo suficiente para liberar todas sus fuerzas internas y trasformar la realidad por medio de crisis, revoluciones y guerras. Hace 30 años, en 1989 un pueblo despertó y cambio la correlación de fuerzas en el seno de la sociedad venezolana. La clase trabajadora, la gente del barrio, el común de a pie hizo temblar todo un sistema, mientras se hacía consciente de su propia fuerza. Cuando los de abajo se mueven los de arriba se tambalean. Y aunque ese pueblo sufrió una sangrienta derrota aquel 27 de febrero, el destino de sus opresores estaba inexorablemente decidido.  En la guerra no se puede triunfar sin una dirección política audaz en la táctica y claridad en la estrategia. Cuando la guerra ya inició no se puede esperar por los mejores generales para triunfar, estos se templan en el acero de cada batalla, aun cuando sean otros los que ocupen la jefatura del estado mayor. Fue ante esa necesidad que surgió el presidente Chávez y su tendencia marcadamente popular. Con Chávez la revolución se anticipa a la maduración de los elementos subjetivos y se pone en la centralidad de la política nacional la inmensa deuda social que existía desde los tiempos más remotos. Según Cordiplan alrededor del 80% de los venezolanos se encontraban en la pobreza en 1998.

El chavismo no nació siendo un movimiento socialista, ni mucho menos un movimiento comunista. Si alguna vez llegó a alzar dichas banderas fue por los propios latigazos de la contrarrevolución. Aunque el pueblo nunca detentó el poder, su movilización permanente le daban su carácter de clase a este proceso. Muchas fueron las conquistas alcanzadas a lo largo de este período. Sin embargo, a pesar de los sacrificios y las luchas del pueblo, la revolución no se llevó hasta sus últimas consecuencias. El estado burgués-petrolero permaneció intacto. En su interior creció una burocracia con intereses y objetivos propios. En la medida en que la clase trabajadora era dispersada, limitada, reducida su capacidad de lucha al simple ejercicio del voto, esa burocracia fue adquiriendo cada vez mayor poder y autoridad.  Así la lucha de la clase trabajadora ya no solo pasaría a efectuarse contra la burguesía lumpen, el terratiente asesino, el banquero especulador y los representantes osificados del puntofijismo,  sino también contra los propios agentes de sus enemigos históricos dentro del movimiento revolucionario:  la burocracia quintacolumna. Así la lucha de clases, lo que en verdad sucede en Venezuela, se despoja de ese maniqueísmo absurdo que simplifica el análisis político entre buenos y malos, y adquiere un carácter complejo, diverso, retroalimentario y contradictorio.

Venezuela inauguró el año 2019 con una abierta disputa por el poder político. Aprovechando la calamitosa situación económica y social del país, todas las fuerzas reaccionarias del hemisferio occidental suman todos sus esfuerzos para aplastar a la Revolución bolivariana. Aunque la dirección de este proceso ha sido ocupada por una burocracia incapaz, corrupta, chapucera y mediocre, que destruye a la revolución desde adentro, los viejos poderes sean conservaduristas o liberales, necesitan erradicar la influencia de esta experiencia en todo América Latina, imponiendo la idea que el fracaso de estos movimientos es el único final posible para la clase trabajadora “insurrecta”. El gobierno norteamericano, La unión europea, la OEA, 13 de los 14 países del denominado “Grupo de Lima” desconocen el nuevo período presidencial de Nicolás Maduro (2019-2025). Junto a la presión internacional, la oposición de derecha encabezada principalmente por el bloque MUD-Vente Venezuela juega un papel de primer orden en este entramado conspirativo. Las divergencias fraccionalistas de la oposición, partida en 5 bloques en la asamblea nacional (AN), la ha sometido por mucho tiempo a la deriva, a la debilidad e impotencia. Luego de un ridículo debate entre moderados y radicales para etiquetar como “Vacío” o “usurpación” del poder las acciones de Nicolás Maduro, estos distinguidos señores diputados se han decantado por lo segundo. De tal manera que en lo sucesivo procederán a tomar las “acciones pertinentes”.

Aupados por las fuerzas extranjeras y una situación nacional con suficiente asidero, las diferencias en el seno de la oposición han sido superadas parcialmente para marchar unidos en un nuevo plan desestabilizador, que persigue fracturar las fuerzas armadas y provocar una salida violenta del impopular gobierno de Nicolás Maduro. Toda la fanfarria leguleya y los discursos altisonantes de estos dirigentes persiguen controlar de manera directa los recursos de la renta petrolera y sus respectivas formas de distribución y financiamiento. En Venezuela no hay otra manera más “elegante” y “discreta” para hacerse multimillonario y ocupar un estatus de poder.

Las causas objetivas del golpismo de derecha

Las jornadas insurreccionales de la oposición durante 2017 no lograron deponer a Nicolás Maduro. Esto introduciría a la oposición de derecha en un proceso de reflujo que fragmentaría la unidad interna de la coalición y la sometería hasta inicios del 2019 a una situación defensiva. Declaraciones formales por redes sociales en pro de la democracia burguesa, inocuos debates en la AN (que a nadie le interesaba), giras en el extranjero, la formación de un Tribunal Supremo de Justicia en el exterior, posturas divididas ante procesos electorales, entre otras lindas sutilezas, son algunas de las acciones llevadas a cabo por esta lamentable y patética oposición. Por su parte el gobierno maniobró de manera muy astuta y aprovechó la mínima oportunidad para pasar a la ofensiva, convocando procesos electorales que claramente lo favorecían. Cabe destacar que si en el aspecto político el gobierno actuó con muchas arbitrariedades e intimidaciones, en materia económica generó una serie de aperturas y concesiones a la burguesía criolla con el fin de mostrar su disposición de administrar la crisis en favor de esta clase social. Tampoco se corregiría la irresponsable política de expansión monetaria que incidió como un factor de primer orden en las subidas hiperinflacionarias del país. 

Aun y con todo el análisis que se puede hacer al respecto de los sufragios electorales convocados por Maduro y ratificados por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y el Consejo Nacional Electoral (CNE), el gobierno incentivó la participación opositora. Para conocer un poco este embrollo de oportunismo y cinismo basta con ver la actitud de los diferentes partidos en cada contienda. En las elecciones de gobernadores los principales partidos de la MUD: Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular, se midieron en la gran mayoría de los estados divididos entre sí. AD y Primero Justicia ganarían 5 gobernadores entre si (Zulia, Mérida, Táchira, Anzoátegui y Nueva Esparta). Luego de la derrota propinada por el chavismo a la oposicion en las regionales, en las elecciones municipales 5 partidos de la MUD (AD, VP, PJ, CR, ABP) anunciaron desde sus diferentes toldas que no participarían en esta oportunidad debido a la falta de “viabilidad”. Por último de este importante ciclo de elecciones, se convocó a elecciones presidenciales anticipadas para el mes de mayo. A pesar que esta era una de las exigencias prioritarias de la oposición en el 2016, ahora que su capital político estaba desinflado, su unidad interna trastocada y sin un programa claro, seria toda una aventura suicida. No obstante, si participarían otros partidos de oposición vinculados al ala moderada. Avanzada Progresista, COPEI y el MAS apoyaron a Henry Falcón y el partido “El Cambio” al evangélico Javier Bertucci. Mientras que por la izquierda disidente surgía bajo el apoyo de UPP89 la candidatura de Reinaldo Quijada. Sumidos en múltiples contradicciones y disputas internas el capital político de la derecha, junto a su credibilidad ante la opinión pública se fue desboronado paulatinamente. Cabe destacar también que, aunque hubo una abstención del 54%, lleno de ventajismo durante toda la campaña, fue un proceso limpio, completamente auditable y que no se puede calificar de fraude.

Agotadas las vías institucionales para desplazar a Maduro por medio de un golpe parlamentario (una vez declarado el desacato de la AN sus prerrogativas fueron reducidas al mínimo) y con un reducido apoyo entre los sectores populares para provocar una insurrección de masas, la oposición solo le queda jugar la misma carta del 2017: crear un estado de inestabilidad tal que presione fuertemente a las fuerzas armadas hasta producir un quiebre en la línea de mando, generando una fractura que desembocaría eventualmente en un golpe de estado. Estos “demócratas” estarían dispuestos de montar en sus hombros a un Pinochet o a un Videla capaz de hacer lo que ellos por su estupidez y retórica barata han sido incapaces de hacer hasta ahora.

Como ya sabemos, a pesar de las instigaciones de la derecha, Maduro se juramentó ante el tribunal supremo de justicia el pasado 10 de enero.  Posteriormente después de iniciales titubeos, el recién nombrado presidente de la AN, Juan Guaidó declaró la “usurpación del poder” y su disposición de asumir la presidencia de la República conforme al artículo 233 de la carta magna si las fuerzas armadas y el pueblo venezolano lo apoyaban. ¿Dónde queda el pretendido principio liberal de la subordinación militar al poder civil? Desde entonces la oposición se ha recompuesto sostenidamente. Guaidó convocó a un cabildo abierto en el confortable y lujoso sector de los palos grandes, siguiendo la vieja tradición de la oposición de realizar sus actos en el este del este, al mejor estilo de “me iría demasiado”. Esto no representa una casualidad, ni mucho menos un error táctico de la dirigencia opositora. Esto empíricamente es una afirmación de nuestro planteamiento. La falta de apoyo popular en los barrios y entre las clases trabajadoras es lo que determina la escogencia de los centros de manifestación. Evitan sitios como la av. Bolívar de Caracas, la plaza Bolívar del municipio Libertador o el 23 de Enero porque no tienen la fuerza suficiente para movilizar una gran cantidad en esos sectores. De allí se desprende los intentos golpistas desesperados de la derecha y sus ruegos al gendarme necesario y heroico. Aquí yace una de las mayores contradicciones en la retórica de esta clase política. Ellos alzan sin vacilación aparente las banderas de la democracia, pero cuando esta democracia, es decir la democracia burguesa, no puede ejecutarse para satisfacer sus intereses (como en los 4 últimos procesos electorales), llaman abiertamente a un golpe de estado. Desde el seno de la AN ya se han discutido la ley que rige la transición y la ley de amnistía. Esta última aplicaría un perdón a los militares que incurran en la aventura golpista contra Maduro.

El ambiente es tenso dentro de las filas castrenses. Tenemos conocimiento de varios intentos de golpes abortados en los últimos dos años. Pero cabe señalar que, por los últimos acontecimientos, tanto el suscitado a finales de octubre con la caravana presidencial, como la detención arbitraria de Guaidó por parte de la policía política del estado, pareciera que el eslabón más débil de la cadena de seguridad interna pareciera ser el SEBIN. 

En este punto hay que aclarar dos cosas íntimamente ligadas. Ciertamente la oposición carece de apoyo popular por un lado y de respaldo visible dentro de las fuerzas armadas por el otro. Pero eso no implica que en un momento dado no puedo contar con una y otra cosa. La situación social es profundamente inestable y volátil. El año 2018 cerró con fuertes protestas en muchos puntos de la geografía nacional. La decadencia de los servicios públicos, la pésima distribución del agua, el gas, las cajas CLAP, los perniles y los apagones, han creado un malestar profundo en amplios sectores de la población. De igual manera la calamitosa situación del sector salud, el desabasto de medicinas, la carestia de los alimentos, la pulverización del salario y la aventura de la migración ha hecho de la realidad de los venezolanos un verdadero infierno. Aquí la oposición encuentra el asidero perfecto para nutrir con un discurso demagógico su política insurreccional, que acompañado de un trabajo organizativo puede dar en el clavo. Por otro lado, hay que diferenciar entre la oficialidad de las fuerzas armadas y los sectores subalternos. Bien es cierto que la oficialidad ha sacado provecho a las preventas que el partido de gobierno le ha ofrecido. Ocupan importantes cargos dentro de la administración pública, entre ellos PDVSA, la joya de la corona. Gozan de innumerables privilegios y fuentes lícitas e ilícitas de enriquecimiento. No obstante, las sanciones gringas y el miedo al inminente declive institucional pueden motivar en aras de su preservación política y económica a que un sector de la oficialidad se pronuncie en contra de Maduro. Por otro lado, aunque menos probable, los sectores subalternos padecen la crisis de manera entrañable. Miran como sus madres, hermanos, familiares cercanos y amigos sufren las consecuencias de la crisis, presencian como su gente acuden a la carta del éxodo para encontrar un mejor futuro, mientras que del otro lado de la situación observan con impotencia la lujosa vida de los altos jerarcas del gobierno y de las fuerzas armadas. Estos elementos objetivos también pueden jugar a favor de la estrategia opositora de recabar apoyo en las fuerzas armadas.

Antes de finalizar este segmento de nuestro escrito, hablemos brevemente de Juan Gauidó. Con las mesas de diálogo de República Dominica sin resultados y luego de los fracasos insurreccionales del 2014, 2016 y 2017, se requería algunos giros, modificaciones internas que aparentaran ciertos cambios, pero de esos cambios que en el fondo no cambian nada. De allí surge la figura de Juan Guiadó, un petímetre desconocido en casi toda Venezuela, moldeable, joven y con una figura fresca ante la opinión pública. No hay que dejarse engañar. Escuchar sus palabras insulsas y sus movimientos torpes en escena son algunas de la señales  más reconocibles para saber que se trata de una simple marioneta al servicio de la burguesía criolla representada en Fedecamaras y del imperialismo norteamericano. Por lo tanto este petímetre y su gobierno paralelo merece todo nuestra desconfianza.

Los intereses imperialistas estrechamente ligados a la oposición vasalla de Venezuela han montado un escenario perfecto para sacar a Maduro, aplastar  a la revolución bolivariana con una ola de represión y gobernar directamente aplicando un severo programa de austeridad. Colocan al frente de este movimiento conspirativo a una figura novedosa, lozana y explotable. Arman un gobierno paralelo para iniciar una supuesta transición. Crean un clima internacional de desconocimiento a la investidura de Maduro. Es previsible la aplicación de nuevas sanciones por parte del imperialismo. Ahora buscarán las piezas débiles en las fuerzas armadas para cumplir sus planes. Lenin decía en El Estado y la Revolución que en última instancia el estado era un cuerpo de hombres armados. Eso es lo que busca la oposición para consumar sus actos.

Estas acciones deben ser rechazadas por el pueblo venezolano y denunciadas por todos los revolucionarios conscientes del país. Un hipotético gobierno de la derecha no significaría ni un restablecimiento de la democracia, ni una mejora sustancial en la calidad de vida del pueblo trabajador. El gobierno de la derecha desmantelaría lo que pueda quedar de los logros positivos de la revolución bolivariana aplicando planes de austeridad al estilo del FMI y BM. Estos siempre tendrán como norte aumentar la tasa de ganancia del capital nacional y extranjero.  Todo lo que huela a chavismo o a comunismo será perseguido y reprimido violentamente. Será una democracia al servicio de los intereses de los grandes capitales foráneos y criollos.

El grupo de Lima no tiene ninguna potestad legal, moral o política para intervenir en los asuntos de nuestro país. Nuestros problemas los arreglamos entre nosotros. Este cartel de viejos reaccionarios merece nuestro más absoluto rechazo.

El pueblo venezolano se encuentra en el deber de confiar en si mismo, organizando cada día que pasa sus fuerzas, su programa y su propia dirección política. Nuestra tarea entonces es ayudar a construir desde abajo, con ideas, método, estrategia y táctica la herramienta a emplear para luchar por los intereses y las aspiraciones de la clase trabajadora venezolana, de la gente de a pie, de los “descamisados”.

Esa y solo esa es nuestra tarea hoy, mañana y siempre. Contra los burócratas usurpadores de la revolución, contra los demagogos de la derecha y contra la lumpen burguesía venezolana.

El laberinto de la burocracia Bolivariana

Desde hace mucho, la dirección bolivariana encabezada por Nicolás Maduro se ha vuelto un freno absoluto en el avance de la revolución bolivariana hacia el socialismo. Muy a pesar de su retórica antiimperialista y su pretendido origen obrero- popular, Maduro y los suyos han aplicado una política de conciliación de clases entreguista al capital extranjero. Dejaron de representar el termidor de la revolución Bolivariana para convertirse en sus liquidadores internos. La burguesía criolla ha gozado de innumerables concesiones en el último período: exenciones de impuestos a las importaciones, liberación fáctica de precios, condonaciones de deudas, entrega de dólares por mecanismos como el DICOM, financiamientos extraordinarios, entre otros. En la subasta DICOM del 9 de enero, en la cual la tasa de cambio del dólar se ubicó en 795 bs por dólar, las empresas que más divisas adquirieron fueron Exelsior Gama (340.000$), Automercados plazas (300.000$) y alimentos Heinz (150.000$) sin que estos financiamientos o ayudas económicas se tradujeran en una estabilidad de precios en beneficio al consumidor.  Políticas como las aplicadas en el Arco Minero del Orinoco, han conllevado no solo una entrega de nuestros recursos naturales a capitales extranjeros y a una extensión de nuestra condición de país extractivista. También está provocando en  111.843 K2 una devastación ecológica sin precedentes en nuestra historia. Contribuyendo a la destrucción de la selva amazónica, territorio de una rica biodiversidad selvática, fundamental para América Latina y el mundo. Ni siquiera los indígenas Pemones, esquilmados por la crisis y espoliados hacia la actividad minera se han salvado de este salvajismo atroz.

En el corolario de estas iniciativas entreguistas, se ubican los contratos de servicios petroleros a 25 años (incluyendo una prórroga automática de 15 años más)  rubricados con la recién constituida empresa norteamericana Erepla Services en los campos petrolíferos de Rosa Mediano y Tia Juana del lago de Maracaibo. Está previsto además que la comercialización del crudo de estos campos sea otorgada a Erepla Trading con derechos exclusivos de comercialización al 100%. Esto no solo representa un retroceso brutal frente a los diversos movimientos de tintes nacionalistas que se efectuaron a lo largo de la historia venezolana postgomecista, sino que además representa un escupitajo a la política de soberanía petrolera del presidente Chavez. Maduro, en su comparecencia ante la ANC durante la Memoria y Cuenta del 2018, defendió los contratos de servicios, claramente desfavorables para los intereses de la República, en los siguientes términos:

“Quisieron hacer un escándalo con los contratos petroleros que se están discutiendo con inversionistas estadounidenses. ¡Claro que los vamos a firmar!, y los Estados Unidos y sus mayores empresas van a venir aquí, respetando la Constitución y las leyes, y van a traer dinero para producir en acuerdo ganar-ganar.”

La producción petrolera se encuentra en caída libre. La corrupción, la chapucería burocrática, las sanciones financieras y la fuga de capital humano especializado al extranjero han hecho estragos dentro de la estatal petrolera. En 2018 Venezuela solo produjo 1.245 barriles de petróleo por día, la tasa más baja desde 1990. Por otro lado, parte de los acreedores de la deuda venezolana buscan a apoderarse de importantes activos nacionales como las codiciadas refinerías de Citgo ubicadas en Luisiana, Illinois y Texas. 

La burocracia bolivariana, en clara contradicción con su discurso izquierdista y en una actitud sumisa a los poderes financieros internacionales, ha priorizado el pagado de 70 mil millones de dólares en efectivo por deuda externa. Esto en claro detrimento de las importaciones de insumos, alimentos y medicinas necesarias para la población.  

Como habíamos previsto “el Programa de Recuperación y Prosperidad Económica” no ha tenido un efecto decisivo sobre la hiperinflación, el decrecimiento del PIB, la pulverización de los salarios y el aumento del éxodo masivo que experimenta Venezuela, que según datos de ACNUR la estiman en 2 millones y medio de venezolanos.

Las viejas lacras del puntofijismo se han agudizado brutalmente. Viejos rasgos de un capitalismo atrasado se palpan a diario en Venezuela. El hambre, la desnutrición, la malnutrición, la criminalidad, la violencia, el desespero, el desgaste psicoemocional se ha apoderado de amplios sectores de la población que lo único que pueden perseguir como meta en el territorio venezolano es la de sobrevivir o apostar a la aventura migratoria. Tenemos un pueblo cada día más afligido, molesto, susceptible a cada vez más enfermedades, peleado entre sí a diario, macilento y frustrado. Mientras que la dirección bolivariana continúa con sus políticas erráticas, sin asumir parte de su responsabilidad de la crisis, mintiendo una y otra vez para justificar su papel en la cumbre del poder.

No obstante, esta burocracia gubernamental no ha estado exenta de disensiones internas, tanto públicas como encubiertas. Estas diferencias han girado en diferentes direcciones. Tampoco la clase trabajadora ha aceptado su situación de forma pasiva y resignada.

Las fracturas dentro del chavismo se han manifestado en diversos episodios con varios niveles de intensidad. Las divisiones y los disidentes se han provocado tanto en la cúpula de poder como en sus bases. El primero de ellos fue el de la ex fiscal general Luisa Ortega Diaz, quien de manera abierta se ha pasado a las filas de la oposición de derecha en el exilio. Paralelamente a ella un grupo de exministros de Chávez: Héctor Navarro, Ana Luisa Osorio, Oly Millán, Jorge Geordani, entre otros, conformaron la Plataforma en Defensa de la Constitución y la democracia desde una postura crítica moderada con tintes de izquierda. Otra figura es la del reformista Elías Jagua, otrora destacado representante de los intereses de burocracia estatal. Su instinto de preservación política lo empujaron a desvincularse de forma acordada con los actuales dueños del aparato estatal.

Mención especial merece el ex magistrado Cristian Tyron Zerpa, quien ocupó importantes cargos durante los últimos 20 años. El caso del magistrado Zerpa es un fruto de la concepción de “lealtad” de los altos jerarcas de la burocracia Madurista.

La estrecha, carrerista y pragmática mentalidad de un burócrata consiste en recibir y otorgar beneficios a cambio de un sin número de favores dentro de una vasta red de intereses, mafias y negocios existentes en toda la estructura del estado burgués. Allí no hay espacios para el sano debate de ideas, para la crítica fraterna, para la elaboración del programa revolucionario. Por el contrario, hay bastante margen para las andanzas de figuras como Andrade, los Gorrín y los Plaza.

Zerpa, viceministro y exdiputado también por el PSUV, ahora se define anticomunista, seguidor de la tercera vía y amante de las “libertades” al estilo de América del Norte. La verdad siempre fue así. Este señor es un reflejo del carácter de clase aburguesado de la burocracia Madurista.

Este señor no nos dice nada nuevo, ni nada que ya no sepamos, por ello no me detendré en sus confesiones. Lo único que puedo decir al respecto es que miente descaradamente cuando habla de sus intenciones “morales”. Su huida fue determinada por fuertes contradicciones en la cúpula, por pugnas internas que amenazan la estabilidad de todo el sistema.

Esta situación también ha encontrado sus expresiones en las bases del chavismo. La marcha campesina admirable, el movimiento alrededor de la figura de Eduardo Samán por la alcaldía de Caracas y los diversos movimientos críticos que han surgido, son manifestaciones de esto último.

Durante todo el 2018 las protestas sociales en Venezuela fueron en ascenso y tomando diferentes tonos. Las enfermeras, los trabajadores eléctricos, del metro de Caracas, siderúrgicos, petroleros, funcionarios públicos de diversas instituciones del estado salieron a la calle a protestar por la situación económica, la violación de los contratos colectivos y por las arbitrariedades de patronos y gerentes dentro de la administración pública y empresas privadas. Todo este movimiento devino en la conformación de la Intersectorial de Trabajadores de Venezuela, cuya última actividad, una marcha convocada el 28 de noviembre del año 2018, demostró sus músculos.

En la medida que la burocracia encabezada por Maduro sea incapaz de resolver los problemas del país y profundice sus erráticas políticas será incompetente para mantener el liderazgo y la unidad del movimiento popular. No solo será incapaz de mantener dicha unidad, sino que figurará como el verdadero liquidador de la organización popular y los aspectos más revolucionarios del chavismo. Maduro y sus cómplices son un verdadero problema. Tarde o temprano el entramado que han levantado colapsará definitivamente. Abriendo las puertas a la asunción de un gobierno abiertamente derechista o a la radicalización del movimiento revolucionario. Esto último será posible solo bajo la condición de que se construya a tiempo una dirección revolucionaria compuesta por cuadros claros, disciplinados, consecuentes, abanderados con un programa científicamente pensado para el socialismo y con suficiente autoridad en la mente y el corazón de las masas populares.

Si la revolución no se completa, sus contradicciones la devorarán y con ella la barbarie será el precio a pagar por la pusilanimidad, arrogancia y titubeos de la dirección bolivariana.

¿Qué hacer?

Como marxistas y revolucionarios no creemos en una política imparcial. Nos vemos obligados a fijar una posición clara en cada una de las coyunturas, guiados siempre por los intereses de la clase trabajadora y la construcción del socialismo como estrategia suprema. En primer lugar debemos repudiar los planes injerencistas del imperialismo norteamericano y los intentos golpistas de la derecha venezolana. Sabemos que un gobierno de la derecha no representará ningún alivio para las clases humildes y proletarias del país. Todo lo contario. Vendrán por todo, incluyendo las conquistas aún vigentes de la revolución. Experiencias como la de Argentina, Brasil, España, Francia nos dan claras señales de lo que significa un gobierno de corte liberal- burgués en tiempos de crisis.

Como lo manifestamos anteriormente, la oposición es clara en su estrategia Golpista: presionar fuertemente hasta provocar una ruptura en la línea de mando de las Fuerzas Armadas e instalar al títere de Guidó como presidente interino de un gobierno de transición. Todos sabemos que significa eso. Ante diversos hechos, como el incidente de la caravana presidencial a finales de octubre y el arresto de Gauidó, el eslabón débil en la cadena de seguridad del estado se ha manifestado en el SEBIN. Veamos cómo se desarrollan los acontecimientos. Guerra avisada no mata soldado.

Estos hechos deben llamar nuestra atención y motivar nuestra movilización. Podemos estar molestos, inconformes, ser críticos e incluso adversar políticamente al burocratismo estatal, pero nunca tendremos permitido colocarnos al lado de la derecha reaccionaria, demagoga y pro-imperialista. Aquellos compañeros cuya desmoralización los haga actuar de ese modo carecen de claridad ideológica, de contenido estratégico y de una política con carácter de clase.

Que quede clara nuestra postura al respecto: parafraseando al Che Guevara: “No se puede confiar en la derecha, ni en el imperialismo ni un tantito, nada.”

Esto no significa que renunciemos a nuestras críticas hacia el régimen de la burocracia representada por Maduro. Las historias de las revoluciones nos enseñaron que estas no solo pueden ser derrotadas por sus enemigos históricos, sino que también pueden ser devoradas desde adentro por intereses creados en la dirección política. Es vital que la clase trabajadora ajuste cuentas contra los traidores y traficantes de las fuerzas populares. Así como rechazamos la injerencia de los Estados Unidos y del grupo de Lima, llamamos al pueblo venezolano a su organización y combatividad.

En tiempos de crisis ya no basta con otorgar la dirección del país a una junta de políticos para que ellos gobiernen por nosotros bajo la modalidad de la “representatividad democrática”. Ese esquema de cosas ya está agotado, en el caso de Venezuela tiene más de 40 años acabado. Solo la clase trabajadora debe resolver sus problemas conformando su propio gobierno. Esto no puede hacerse realidad sin erradicar las relaciones sociales de producción capitalistas y erradicando el viejo estado burgués.

La clase trabajadora debe crear su propia dirección y tomar el poder

Para acabar con el desabastecimiento y el aumento sistemáticos de precios hay que aumentar la oferta de bienes y servicios reconstruyendo y desarrollando las fuerzas productivas. La burguesía venezolana ha demostrado su bancarrota ante este objetivo. Por lo tanto, las palancas fundamentales de la economía y las finanzas, es decir las principales industrias, el campo y los bancos deben pasar a manos de los trabajadores. Todo esto en conformidad con un plan productivo centralizado y basado en una economía nacionalizada y planificada que tenga como máximo fin el desarrollo de la técnica, la productividad, las ciencias, la tecnología y el bienestar de todos aquellos que con su trabajo y esfuerzos producen las riquezas nacionales.

Contra la fuga de capitales y el mercado negro de divisas, deberá conformarse el monopolio Estatal del comercio exterior bajo estricta supervisión y control del pueblo, eligiendo y exigiendo cuentas a los funcionarios públicos encargados de esta tarea. Cada divisa que ingrese al país deberá ser invertida en el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales y en los insumos imperiosos para satisfacer las necesidades sociales, tales como la alimentación, la medicinas y el capital productivo.

Que la crisis la paguen los ricos y los corruptos. Todas las fortunas escondidas por los funcionarios deberán ser repatriadas y revertidas en un plan especial para la recuperación productiva de las empresa petroleras y las industrias básicas. Los funcionarios corruptos deberán ser juzgados y sometidos a todo el peso de la ley del nuevo estado revolucionario.

Basta del financiamiento a grupos criminales, políticos corruptos y a movimientos insurreccionales: La banca deberá nacionalizarse y unificarse en un solo gran banco nacional, que ofrezca buenos servicios y créditos baratos para el mediano y pequeño comerciante, empresario, campesinos y clase trabajadora en general.

Todos los contratos suscritos en el último período en materia petrolera y minera deberán ser revisados en defensa de los intereses nacionales.

En defensa de los intereses de la clase trabajadora y sus familias se deberá aplicar una escala móvil de salarios que se ubique por encima del índice inflacionario. Todos los trabajadores despedidos injustamente en instituciones públicas o empresas privadas deberán ser renganchados inmediatamente con su debida indemnización.

La producción de la tierra, como sector primario fundamental para el desarrollo industrial, pasará de forma colectiva a manos de los trabajadores del campo, organizados en granjas colectivas y unidas a los trabajadores de las ciudades.

En cuanto a nuestra política exterior, deberá ser una continuación de nuestra política nacional. Los gobiernos progresistas en américa latina se encuentran en franca retirada para abrirle paso a los gobiernos neoliberales y reaccionarios de los Bolsonaro, los Macri y los Duque-Uribe. Nuestro destino como República socialista está íntimamente ligado al futuro de américa latina. Jamás estaremos seguros mientras estemos rodeados en un mar de capitalismo. Para frenar este avance debemos unir esfuerzos con la clase trabajadora latinoamericana, apoyarla moralmente y logísticamente en sus luchas, extendiendo nuestra revolución hasta el último territorio de nuestra región.

Todas estas tareas, son concomitantes entre sí, la lucha por la toma del poder, la trasformación del aparato productivo nacional y del estado, la extensión de la revolución por el resto de américa latina, la conformación de una confederación de repúblicas socialistas entre otras. Pero para no caer en la crítica posición de un teórico de cafetín debemos organizar las fuerzas políticas para lograr estos objetivos. Ese y solo ese es el comienzo. Nuestra filosofía, nuestras ideas deben embarrarse en el lodo de la historia.

La gran debilidad del chavismo crítico y los factores revolucionarios es su profunda dispersión y falta de estrategia en común. Sin una dirección política nuestros esfuerzos estarán condenados al fracaso. Para que nuestra revolución triunfe, la revolución de la clase trabajadora, es decir de la gran mayoría de la sociedad se requiere construir una dirección consecuente con esos objetivos. La izquierda deberá oxigenarse con nuevos cuadros, competentes, bien formados.  

Hace 30 años el pueblo venezolano se alzó contra el régimen puntofijista  y puso a temblar el orden establecido en aquel entonces, demostrando el poderío de las clases trabajadoras y humildes del país. En aquel momento fracasaron momentáneamente, pero la correlación de fuerza había cambiado definitivamente. A principios del siglo XXI la clase trabajadora encontraría un camino, aunque no perfecto y exento de contradicciones, viable para tomar el poder. Pronto ese movimiento, el movimiento chavista que tantas ofensivas reaccionarias externas e internas ha soportado tendría que romperse en líneas de clase. Hoy las cartas están echadas: o triunfa la clase trabajadora representada por lo mejor del chavismo o se imponen la burocracia para entregar la revolución en el altar de la rentabilidad, el capital y los beneficios individuales.

Nosotros apostamos por la victoria del proletariado en Venezuela y en América latina como únicas vías para implementar el desarrollo humano y social en la región. A ello hemos consagrado nuestras vidas hasta el último minuto.

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