Contribución al debate sobre los trotskismos y Cuba hoy

Publicamos la transcripción de un audio enviado desde Cuba, como contribución al debate, al Simposio Homenaje 80 años del asesinato de León Trotsky en el tema «Los trotskismos y Cuba Hoy» que fue organizado por el blog cubano Comunistas y la Librería de la Paz. El audio original puede ser oído a continuación:

El debate completo puede ser visto aquí

El proceso revolucionario en Cuba, que concretó su comienzo en el poder el 1° de enero de 1959, y enrumbó rápidamente su camino hacia la construcción del socialismo, fue, desde nuestro punto de vista, uno de los mayores ejemplos de lucha antiimperialista y anticapitalista en favor de las clases trabajadoras cubanas y del mundo, sólo superada en su impacto global e histórico por la Revolución de Octubre, y que creemos resultó de igual o mayor impacto que el triunfo maoísta en China. A este proceso, del cual hemos formado y formamos parte, lo apoyamos críticamente pues consideramos que es la única forma marxista y revolucionaria de darle un apoyo efectivo, sin caer en falsos discursos triunfalistas.

Desde el primer día, este proceso mismo no ha estado exento de contradicciones, la que fuera una revolución de corte democrático-burgués, con un carácter eminentemente agrario, nacionalista y antiimperialista; se vio forzada a radicalizarse en el vertiginoso desarrollo de los acontecimientos. Sus reivindicaciones originales, que eran perfectamente compatibles con el régimen capitalista, no lo eran en cambio con los intereses del imperialismo norteamericano ni de la burguesía nacional, que era completamente dependiente de la burguesía imperialista de los Estados Unidos. Esto, en plena Guerra Fría, significó el cambio de rumbo de la revolución cubana, y un lento, accidentado y contradictorio acercamiento hacia la Unión Soviética de Kruschev, Breshnev y compañía.

A pesar de todo, esta necesidad de radicalizar el movimiento revolucionario, llegando incluso a eliminar a la clase burguesa durante varias décadas, para poder dar cumplimiento a reformas democrático-burguesas tan básicas como la reforma agraria, la nacionalización de las empresas o la alfabetización; vino a confirmar aquella de Lenin, y también de Trotsky, de que en las condiciones del imperialismo, se cierran las puertas del desarrollo económico y social para los países de la periferia, de modo que estos solo son capaces de liberarse de sus trabas y cumplir las tareas democráticas y nacionales que tenían pendientes abandonando la vía capitalista de desarrollo.

Podemos decir que sin la revolución, Cuba probablemente sería hoy un país pobre y atrasado al estilo de Haití o República Dominicana, plagado por el desempleo, la miseria, el analfabetismo y la insalubridad. Por otra parte, durante la década de los 60, la revolución se resistió a doblegarse a la línea que dictaba el PCUS, concibiéndose a sí misma como parte integral de la revolución de Latinoamérica y de la lucha antiimperialista de las naciones coloniales del mundo. Al entrar en contradicción con la URSS en cuestiones tales como la contrarrevolucionaria coexistencia pacífica, la revolución cubana intenta construir su propia alternativa hacia el socialismo en pugna con el estalinismo «desestalinizado» imperante en el bloque del Este, de modo que la revolución cubana insufla un nuevo aliento a la revolución mundial, al erigirse en un foco de influencia para la lucha, sobre todo en América Latina.

Lamentablemente, a finales de los 60 con el fracaso de la expansión de la revolución en el continente americano, Cuba se vio aislada internacionalmente, lo que la empuja a la completa dependencia económica de la Unión Soviética desde comenzados los 70 hasta la caída del bloque del Este. Sin embargo, consideramos que el llamado «socialismo cubano» sufre hoy graves problemas y deformaciones en su implementación, ya sean de carácter económico, político e ideológico, como la grave falta de participación, la burocratización, el dogmatismo, la censura, el enfoque casi acrítico que tiene el gobierno para con el renacimiento de la clase burguesa a partir del año 2013, y por tanto, complacientes prácticas para con la propiedad privada. Todo esto impacta negativamente en la consciencia de la clase trabajadora y del estudiantado, causando una preocupante desmovilización y el avance ideológico del reformismo, el liberalismo, y el modo consumista de vida.

Entre las muchas causas de este fenómeno, se encuentran el fracaso de la expansión guerrillera en América Latina en las décadas que van de los 60 a los 90, junto a la caída del bloque socialista europeo, la desintegración de la Unión Soviética, el consiguiente abandono de la vía no capitalista por los estados africanos que habían adoptado ese sistema, la conversión de China al mal llamado «socialismo de mercado», más recientemente el debilitamiento económico de la Venezuela bolivariana, y la crisis política de las izquierdas nacionalistas en el Cono Sur y el consiguiente fin de sus gobiernos. De manera general, la consolidación de un sistema capitalista globalizado, donde los centros de poder imperialista son cada vez más agresivos, sumado a ello, los ataques continuos e intensos del imperialismo norteamericano y por último, pero no menos importante, los errores de la dirigencia de la revolución.

Una de las cuestiones más preocupantes en la actualidad, es el hecho de que se ha permitido y estimulado la propiedad privada en Cuba, y por tanto, la existencia de la clase burguesa en Cuba. Aunque esta es todavía una burguesía controlada, relativamente débil y con poca fuerza económica, como clase no solo ha traído como medida el libre mercado, sino también su forma de vida y prácticas culturales. Sabemos que debido a las circunstancias actuales y a una larga cadena de errores, se ha hecho necesaria su existencia, pero que debe ser solo de manera provisional y limitada.

Sin embargo, es notable el hecho de que el gobierno no la asume de manera crítica, como si lo hiciera Lenin durante la implementación de la NEP y Fidel Castro con las medidas que se adoptaron en el año 1995, donde se permitía en mucha menor escala y con mucho mayor control, pequeñas iniciativas privadas. Ejemplo de esta postura acrítica del gobierno es que hoy se nos presenta una supuesta liberación de las fuerzas productivas como la fórmula que va a salvar al socialismo en Cuba, pero se habla de liberarlas en beneficio de la propiedad privada, fomentando las llamadas PyMES, pequeña y mediana empresa, y ampliando los límites de la acumulación privada.

Paradójicamente, vemos que lo que se promueve en Cuba como perfeccionamiento de nuestro proyecto socialista, es la restauración burguesa que avanza amparada por el poder del Estado. Lo que si no parece plantearse en ningún momento es la liberación de las fuerzas productivas en otros sentidos, liberarlas de la gestión centralizada de la burocracia estatal, abriendo paso a nuevos mecanismos de gestión obrera, y democratizando el proceso de producción social, lo cual constituiría un paso fundamental en la transición socialista al empoderar en su propio medio a la clase obrera. Y es que, como nos alertara Trotsky en La Revolución Traicionada, si bien en las sociedades atrasadas económicamente la burocracia deviene en un mal necesario, capaz de cumplir un importantísimo papel en la organización de la nueva sociedad, en determinado punto del desarrollo de la revolución, esta misma burocracia deviene en reacción contrarrevolucionaria interna.

Hace mucho tiempo que el aparato burocrático cubano alcanzó este punto, sus dirigentes pueden ser los más humanistas, y estar llenos de buenas intenciones —eso nadie lo niega, nadie lo pone en duda— pero hay un límite que son incapaces de cruzar. El gobierno cubano, y la burocracia en general, nunca darán de buena gana nuevos pasos hacia la construcción del socialismo, porque esto significaría renunciar a sus privilegios y perder su posición dominante dentro de la estructura social, la única solución para Cuba es, en este sentido, crear, incentivar, profundizar y sistematizar mecanismos de control obrero; que la clase trabajadora pueda ser verdaderamente participe de la toma de decisiones en la economía y la política cubanas.

Por otra parte, nos parece una realidad indiscutible que la revolución cubana, sometida a duras presiones y obstáculos, tanto de índole interna como externa, no puede labrarse por sí sola un camino hacia el desarrollo pleno de una sociedad socialista. Sin duda, el factor determinante de su supervivencia interior está en la posibilidad de un giro en su desarrollo hacia la implementación de mecanismos de democracia obrera, pero su destino, como el de toda revolución socialista pasada y futura, está indisolublemente atado al devenir de la revolución mundial. El desarrollo económico de la isla, inmersa tal como está en las condiciones capitalistas del mercado mundial, necesita, requiere de la extensión de la revolución a otros países para poder tener un sano desenvolvimiento en un sentido socialista.

La cuestión hoy, es que si no se desarrolla una política cultural revolucionaria, no se construye una economía socialista anticapitalista, ni se realiza un intenso trabajo político, e ideológico con la clase obrera, el campesinado y el estudiantado; el éxito de esta vieja nueva clase que ha renacido en Cuba a partir del año 2013, acarreará consigo consecuencias nefastas, pues puede llegar a causar, y está causando de hecho, un gran impacto incluso en la dirección política y económica de nuestro país.

No obstante, es notable que este mismo renacer de la clase burguesa ha generado un vehículo poderosísimo para el rearme ideológico de la anquilosada revolución, la sociedad civil. Resulta que aunque obviamente ya existía una amplia sociedad civil en Cuba antes del año 2013, tras el resurgimiento de la burguesía ha llegado con ella una nueva y mucho más dilatada sociedad civil que escapa del control de las instituciones políticas y del Estado, a la vez que parte de la que ya existía anteriormente ha ganado mayor autonomía política e independencia de criterio y está cumpliendo un necesario e importantísimo papel en la expansión y consolidación de la cultura del debate, la participación ciudadana y la consiguiente mayor democratización del país. Creemos que es por tanto en ella donde se llevará a cabo la lucha de clases en Cuba en los próximos años. Donde se debe actuar, radicalizándola, introduciendo prácticas políticas, teóricas y culturales de abierto carácter anticapitalista, socialista y marxista.

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