Colombia: el estudiantado se toma las calles

El miércoles 10 de octubre los estudiantes colombianos salieron a las calles de las principales ciudades del país a defender la educación pública. Se habla de más de 300.000 personas; en Bogotá fueron casi cien mil manifestantes. El Gobierno de Duque creó el sainete de un niño secuestrado, los medios de comunicación se valieron de esta historia para disimular el impacto de la movilización: no lo consiguieron; el apoyo popular se hizo sentir en las calles de Colombia. Al final de la jornada, el presidente Iván Duque se vio obligado a prometer un incremento en el presupuesto de $500 mil millones (U$161’895.000). Una cifra insuficiente para enfrentar la profunda crisis de la educación superior.

Esta crisis se viene denunciando desde el gobierno anterior y es el resultado de un largo proceso. Desde la invasión española, el acceso al conocimiento se restringió a las élites. Hace un siglo, cuando inició el movimiento estudiantil en Colombia, inspirado por la Reforma Universitaria de 1918 que proponían los estudiantes argentinos, la mayoría de sus miembros eran hijos de las capas privilegiadas de la sociedad. Los intentos de industrialización que surgieron en los sesentas y setentas por el impulso de la economía cafetera, crearon la necesidad de incrementar la mano de obra calificada con nuevos técnicos y profesionales. Se amplía el acceso a la educación superior y los trabajadores colombianos ven en la educación una posibilidad de mejorar sus condiciones de vida y hasta lograr alguna movilidad social.

La represión de aquellos años de Frente Nacional, la influencia de diferentes luchas internacionales (la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam, Mayo del 68, etc.) y la agitación política del momento estimularon el desarrollo y crecimiento del movimiento estudiantil. Desde entonces, la universidad pública ha servido como espacio de formación para muchos líderes sociales y jefes políticos. Además, muchos hijos de obreros pudieron descubrir y desarrollar sus habilidades y conocimientos científicos, técnicos y artísticos.

Los sueños de industrialización no se realizaron nunca. El capitalismo colombiano se sostiene en la explotación de nuestros recursos naturales, la sobrexplotación de la mano de obra barata y el narcotráfico. A pesar de los esfuerzos de miles de trabajadores por enviar a sus hijos a la universidad, esto no les garantiza un futuro de empleo y prosperidad tras recibir su diploma. Además, todo el talento que puedan adquirir durante su formación no encuentra espacio para desarrollarse. Los elementos más avanzados logran desarrollar sus carreras en el exterior. Para los demás queda la frustración, la decepción y el miedo al porvenir.

Para estudiantes, profesores y rectores es claro que el presupuesto inicialmente aprobado por Duque para las universidades públicas es insuficiente. Aproximadamente se invertirían $6’219.312 (U$2,014) por estudiante en el 2019. Una cifra ridícula, incluso para la educación básica. El incremento del medio billón prometido tras el éxito de las protestas -que saldría de reformar la ley de regalías- ni siquiera resulta significativo. De acuerdo a los estudiantes se necesitan $3 billones (U$971’370,000) únicamente para atender las urgencias inmediatas.

Exigencias mínimas pero imposibles

El programa de reivindicaciones que defienden los estudiantes es escueto y se centra en las necesidades más inmediatas. Mejor dicho, el mínimo necesario para evitar un colapso de la educación superior en Colombia en los próximos meses.

Los puntos de este programa son los siguientes:

  • $3 billones para subsanar el déficit inmediato de las Instituciones de Educación Superior (IES) públicas.
  • Aumento del 100% del presupuesto de Colciencias (entidad encargada de fomentar la ciencia, la tecnología y la innovación en Colombia).
  • Reliquidación de las deudas de los estudiantes del Icetex (Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior) y condonación para los estudiantes beneficiarios del programa Ser Pilo Paga, incluyendo a quienes dejaron sus programas académicos.
  • Congelamiento del alza del alza de matrículas en las IES privadas.
  • Creación de un plan de pago para saldar la deuda histórica de las IES.

La desesperada respuesta de Duque de prometer medio billón de pesos evidencia la bancarrota del Estado colombiano en general y de su sistema educativo en particular. En este sentido, la reforma educativa que muchos exigen para salvar la educación pública en Colombia, bajo el actual Gobierno, es imposible. La misma prensa burguesa lo ha reconocido.

Desde su campaña, Duque ha dejado claro que los problemas de la educación se atienden con promesas vacuas. Sus auténticas preocupaciones son las concesiones de minería a compañías extranjeras, la explotación de los trabajadores del sector creativo a partir de su “economía naranja”, incrementar el gasto en defensa con fines políticos y lucrativos y aumentar los precios del mercado del narcotráfico promoviendo la represión contra los consumidores. Por lo menos, es lo que ha demostrado en sus dos primeros meses como presidente de la República.

Por otra parte, la crisis de la educación pública beneficia a los comerciantes de la educación privada. En las últimas dos décadas, las universidades privadas más prestigiosas se han valido de sus inversiones en infraestructura para elevar el valor de las matrículas sin que eso redunde en mejor educación o mejores salarios para los docentes. A su vez, se ha dado una proliferación de lo que se suele llamar “universidades de garaje”, instituciones de educación superior que tienen reconocimiento del Estado para otorgar títulos, ofrecen matrículas más bajas pero a cambio ofrecen programas con contenidos insuficientes, en instalaciones rudimentarias y con profesores mal remunerados. Es decir, salvar la educación pública pondría en riesgo los intereses de muchos burgueses que han encontrado que lo que debería ser un servicio universal puede ser un negocio muy rentable.

Llegar a construir un sistema de educación pública, universal, gratuita, de calidad y para todos los niveles, pasa por la necesidad de derrocar el régimen de Duque que es la expresión del poder político unificado de las clases dominantes. La energía y nivel de lucha mostrada por los estudiantes en la jornada del pasado miércoles promete mantenerse en las próximas semanas. Una escena recurrente en la marcha fueron las muestras de solidaridad que recibían los estudiantes desde las oficinas, las obras de construcción y los distintos comercios. La solidaridad de los trabajadores se hizo presente. Es necesario que esta solidaridad se haga efectiva y, en este sentido, se requiere que el movimiento estudiantil llame a los trabajadores a sumarse activamente a su lucha. Son ellos quienes cuentan con la fuerza necesaria para sacar a Duque y sus secuaces de la Casa de Nariño e implantar un gobierno que garantice un futuro digno y próspero para las nuevas generaciones.

La participación en la jornada de movilización de profesores y trabajadores de la educación superior es muy significativa en ese sentido y es necesario fortalecer esa unidad de acción. Ya la FECODE ha anunciado el inicio del paro del magisterio para el 18 de octubre. Además, los estudiantes deberían dirigirse de manera organizada a los trabajadores y a sus organizaciones apelando a la solidaridad activa con el movimiento estudiantil.

La solución es la revolución

Desde las jornadas del 2011 no se veían movilizaciones estudiantiles de esta magnitud. Las intervenciones de los estudiantes demuestran que aquella lucha no fue en vano. A pesar de que el impacto de la MANE de aquellos días se haya diluido la experiencia de lucha permanece. Siete años después, el estudiantado está listo para la victoria y nos deja ver que no se conformará con menos.

El gran ausente en este movimiento ha sido la dirección de la izquierda. Más allá de expresar su simpatía con la causa no se vio un liderazgo activo por parte de las cabezas de las diversas organizaciones. Tal fue el silencio que la única intervención política destacada por los medios fue la de Gustavo Petro que motivó diversos ataques de la prensa burguesa. Por supuesto, el problema no es que Petro haya intervenido. Los estudiantes han demostrado madurez y seriedad en esta lucha. Si hubiesen percibido algún indicio de oportunismo en este discurso el resultado habría sido un abucheo generalizado. Está claro que la juventud ansía líderes que puedan llevar sus luchas hasta las últimas consecuencias y están dispuestos a escuchar a todo aquel que se muestre comprometido con sus intereses. El problema real, como hemos visto en otros documentos y discusiones, es que Petro no representa una opción revolucionaria: es la utópica apuesta de salvar al capitalismo poniéndole un rostro humano. Diversas experiencias en América Latina demuestran que esto no es una opción. Infortunadamente, a la hora de ver otras opciones. Lo más representativo de la izquierda colombiana se debate entre liberalismos nacionalistas y diversas formas de reformismo. Prácticamente, las fuerzas políticas más significativas se dividen entre las que buscan someterse al liderazgo de Petro o al de la Alianza Verde. En ambos casos, proyectos liberales siempre dispuestos a colaborar con la burguesía.

La movilización del pasado miércoles y las siguientes jornadas de lucha que seguramente se avecinan serán una gran escuela para la juventud que busca emanciparse de sus opresores. Como parte de esta lucha surge la natural pregunta por el origen de los recursos para el presupuesto universitario. La consigna “más libros, menos armas” plantea una primera respuesta: no se trata de una auténtica falta de recursos. El anteproyecto de presupuesto general de la nación presentado por el Ministerio de Hacienda deja claro que las prioridades del capitalismo local están muy lejos de apoyar la educación, mejorar el sistema de salud o solucionar la crisis de vivienda. La principal urgencia de Duque es el pago de deuda pública; es decir, cumplir con las obligaciones adquiridas con el imperialismo que resultan de décadas de corrupción y sometimiento al interés extranjero; luego la minería y el gasto militar. Es decir, más que soluciones, el actual es un Gobierno que promete crear nuevos problemas para los trabajadores.

En este sentido podemos concluir que la lucha en defensa de la educación pública es parte de la lucha más amplia por transformar la sociedad. Es el momento para empezar a construir un programa revolucionario desde la base y formar a la dirigencia capaz de llevar este programa a la práctica.

Actualmente la Corriente Marxista Internacional (CMI) adelanta diferentes acciones para constituir una sección colombiana. Invitamos a los estudiantes y a la juventud trabajadora a sumarse a nuestra lucha por construir una alternativa revolucionaria para Colombia, capaz de construir un programa socialista y llevarlo a la práctica.

Escríbenos a colombiamarxista@gmail.com participa de nuestras actividades y ayúdanos a construir el socialismo.

¡Por la victoria de la universidad pública y sus estudiantes!
¡Abajo el gobierno de Iván Duque!
¡La solución es la revolución!

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