Bukele y la política internacional

El Salvador eligió nuevo presidente el pasado 3 de febrero, con casi un millón y medio de votos. Nayib Armando Bukele se ha convertido en el mandatario de todos los salvadoreños, quien también deberá representar los intereses de los que no viven en este país y se encuentran esparcidos en varias partes del mundo. Éste le apostó a aglutinar apoyo a nivel internacional de los salvadoreños en el exterior, fenómeno que se conoce cómo la diáspora, sobre todo de los que residen en Estados Unidos.

En palabras del secretario general del partido Nuevas Ideas, Federico Ánliker, las relaciones con los Estados Unidos deberán tener una alta prioridad de la agenda internacional para el nuevo gobierno, debido a la gran cantidad de salvadoreños que residen en el país del norte. Las relaciones con otros países donde no hay precisamente muchos salvadoreños; pero que son relevantes en el mapa político regional no escapan a la polémica debido a declaraciones que el recién elegido presidente pronunció en su momento con respecto a países como Honduras, Nicaragua y Venezuela.

Nayib no pierde su estilo controversial e impulsivo sobre todo cuando se encuentra frente a su público al que le gusta escuchar discursos desafiantes y atrevidos. Sin embargo, una cosa es referirse a estos países y a sus gobernantes en calidad de candidato, y otra es portar las credenciales oficiales de presidente del país y llevar a cabo intercambios concretos en materia política y económica con los gobiernos de dichos países. Desde su elección a la fecha, ha reducido el tono de sus declaraciones y no ha atacado directamente a los presidentes que están en la mira de Washington como Nicaragua y Venezuela, a quienes les llamó abiertamente “dictadores”.

Del “YANKEES GO HOME” al “YANKEES COME HOME”

El Salvador reconoce en su historia la intervención directa y abierta de la potencia capitalista más poderosa del mundo. El sentimiento antinorteamericano se insertó y sigue vigente en el ideario colectivo de buena cantidad de salvadoreños que sufrieron en carne propia las consecuencias de la represión estatal y de grupos armados, apoyados logística y financieramente por los gobiernos de EE. UU. Aunque Nayib mencionó en el discurso de celebración de su elección, que la era de la posguerra había terminado en el país, en franca alusión a la disputa entre los partidos ARENA y FMLN; las guerras injerencistas y las invasiones siguen estando en la agenda del que considera “el aliado natural más importante[1]”, es decir los Estados Unidos.

Previo al arribo del FMLN al Ejecutivo, los gobiernos del PCN, PDC y ARENA, por décadas se inclinaron hacia la potencia del norte, ideológicamente profesaron los principios que representaba y sigue defendiendo la Casa Blanca, la búsqueda individual de la felicidad y el control total de la economía por parte de las fuerzas ciegas del mercado, también la lucha anticomunista jugó un papel trascendental en casi toda Latinoamérica, y El Salvador no fue la excepción. Millones de dólares fueron arrojados en calidad de “ayuda contrainsurgente” con programas que llevaban nombres sutiles como “Alianza para el Progreso”, cuya versión actualizada, para evitar la emigración en masa lleva ahora el nombre de “Alianza para la Prosperidad”; emigración que se agudizó precisamente por la intervención norteamericana, que ayudó a los gobiernos de esa época a perseguir personas por el simple hecho de ser sindicalistas, estudiantes o de las bases de la iglesia católica.

Paradójicamente los Estados Unidos sirvió de albergue a miles de salvadoreños del campo y la ciudad que escaparon de las garras de la represión y de las crudas condiciones materiales en las que vivían, la situación económica de la potencia del norte aún eran propicia para jactarse del “sueño americano”, el periodo de la posguerra que siguió no detuvo el flujo de emigrantes, los fusiles habían callado; pero la injusticia, el desempleo y la desigualdad en el ingreso no se iba a solucionar con una firma de acuerdos de paz. La criminalidad y los desastres naturales tales como dos terremotos en un año hicieron que nuestra gente más pobre siguiera buscando una alternativa.  El flujo era imparable, así se ha llegado a contabilizar alrededor de 1.7 millones de salvadoreños[2] en suelo de los EE. UU. Una cifra para nada despreciable para este pequeño territorio.

En el primer gobierno del FMLN, con Funes a la cabeza, no hubo ninguna modificación o ruptura en las relaciones con los norteamericanos. El escepticismo y la paranoia anticomunista hacían ver con recelo al gobierno “rojo” en El Salvador en un principio. Evidentemente el candidato de la derecha de entonces, Rodrigo Ávila, era el favorito para continuar con la agenda norteamericana injerencista y de aplicación de los programas del FMI. Con el tiempo las cosas continuaron su rumbo inalterable, el gobierno de Funes tuvo buenísimas relaciones con el de Obama, a quien millones de estadounidenses identificaban también con el “cambio”. Sánchez Cerén en el segundo gobierno del FMLN anunció en 2018, la ruptura de las relaciones comerciales y diplomáticas con Taiwán para cobijarse bajo el amparo de la China Popular y su pujante mercado, esto no le agradó para nada a Taipéi y a Washington, a tal grado que Trump esgrimió ferozmente que replantearía la ayuda económica a varios países, entre ellos El Salvador, que previamente había entrado en la categoría de los países que se parecen a un “Hole Shit” (hoyo de excremento) según el mandatario.

Pero para Nayib Bukele, estas relaciones no pueden seguir deteriorándose, y aunque no era santo de su devoción para la embajada de los EE. UU. en el país como si lo era Calleja del partido tradicional de la burguesía local ARENA, Bukele ha salido a buscarlos de forma abierta para mandar el mensaje que será un excelente colaborador y la embajadora Jean Manes, ha salido al paso con halagos para él. Ha afirmado que trabajarán duro para fortalecer los lazos con el aliado natural según publicó en su cuenta de Twitter, donde afirma que sostuvo una reunión muy productiva con la embajadora por más de 3 horas, luego de ser reconocido como el ganador de las elecciones. Esto nos podría dar una idea de cómo se desarrollará la política internacional por parte del gobierno de Bukele en los próximos años dónde todo parece indicar que la embajada norteamericana tendrá un gran nivel de incidencia en el desarrollo de los acontecimientos en el país.

Venezuela, Nicaragua y Cuba

En mítines y en su cuenta de Twitter, Armando Bukele arremetió contra Nicolás Maduro, presidente recién reelecto de Venezuela, de quién no tiene una buena imagen y ha llamado “dictador”, la misma suerte han corrido el de Nicaragua y Juan Orlando Hernández de Honduras, afirmando que dictadura es dictadura ya sea si es de izquierda o de derecha. Ese análisis superficial propio de los esnobistas no agota la cuestión. Más parece que buscó congratularse con los norteamericanos, ganar puntos de apoyo y preparar el terreno para la gestión de su gobierno. Si su política sigue el curso de aferrarse a los faldones de Washington, es evidente que tendrá que sentar una postura contra Cuba, Nicaragua y Venezuela y revisar las relaciones diplomáticas con China, no es descartable un retorno a las relaciones con Taiwán.

Pero esto le puede traer también un distanciamiento de un sector que lo apoyó y quienes se desencantaron con el FMLN y que se siguen considerando de izquierda, de  hecho ya hay voces disonantes que le reclaman rectifique su postura, es de suponer  que,  ahora que es el amo del Ejecutivo no pondrá mucha atención a quienes desde las bases le piden se desmarque de la política terrorista e injerencista de la Casa Blanca en la región, o bien podría mostrarse susceptible al hecho, pero esto último parece lo menos probable. Venezuela es un polvorín en la actualidad, y Trump está decidido a apropiarse  de la faja petrolífera del Orinoco, desde luego todo lo que huela a Chavismo o Revolución Bolivariana le produce nauseas al demente multimillonario de la oficina oval, Maduro es apenas la cara más visible de una situación social muy compleja e inestable, que hunde sus raíces desde el cambio radical de Chávez en pro del socialismo hasta nuestros días. Todos estos años ha habido un proceso de revolución y contrarrevolución, ciclo que nunca llega a su final debido a la negativa de los líderes del PSUV —con Maduro a la cabeza— de dar pasos definitivos hacia la economía planificada, la nacionalización y el control de las principales  palancas de la economía en manos de quienes hacen funcionar todo, los trabajadores.

La situación en Nicaragua es muy similar pero menos caótica que la de Venezuela, a pesar del apoyo de masas que aún mantiene tanto el FSLN y el PSUV, Ortega, Maduro y su séquito de burócratas han sido incapaces de utilizar ese apoyo descomunal que han mantenido todo este tiempo para asestar golpes definitivos a los capitalistas de sus respectivos países, y les ofrecen mesas de negociación a cada paso que dan los contrarrevolucionarios, quienes responden de manera violenta, desatando el caos y muertes por doquier, así de amable ha negociado siempre la derecha. Pero todo tiene su límite y las masas no están controladas por un interruptor de corriente al que solo basta presionar para que se muevan a la acción, el simple hecho de sobrevivir  bajo el capitalismo es desde ya una pesada losa con la que deben cargar a sus espaldas, y de un momento a otro dirán que no están para sacrificarse una y otra vez, están dispuestas de jugarse la vida  el hoy sólo si están seguras de que el mañana será mejor. Armando Bukele no sabe quizá lo que significa o cómo se desarrolla una revolución, pero sí sabe llamar dictador a algunos presidentes, en momentos cuando Trump se dispone a invadir Venezuela, descabezar a Ortega, de crear un extenso muro en la frontera con México, con o sin el apoyo del Congreso, y de deportar a miles de latinos, nadie parece estar pensando en llamarle dictador.

¿Un ariete del intervencionismo?

Los marxistas nos oponemos a cualquier intervención de una potencia capitalista hacia una nación en “vías de desarrollo” que está luchando por salir de los niveles de pobreza y desigualdad a la que la ha condenado el capitalismo por años. Esta intervención puede ser de manera económica con bloqueos o sanciones y de forma militar directa. Este ultimo recurso es el que más les agrada a los halcones de Washington, porque los resultados son más inmediatos, aunque a veces más costosos; pero donde haya riqueza natural, cualquier gasto militar es recompensado con creces. Defendemos la autodeterminación de los pueblos, pero también nos solidarizamos con los campesinos pobres, la clase trabajadora, los pobres urbanos, los estudiantes e intelectuales revolucionarios que sufren persecución o están siendo asesinados en cualquier país del mundo por líderes o gobernantes proburgueses.

Bukele deberá ser muy cuidadoso de ahora en adelante en cuanto a sus posturas y opiniones, debe dejar a un lado sus desplantes impulsivos al momento de catalogar a cualquier gobierno como amigo o enemigo. De no lograrlo se convertirá en un peón más del juego sucio de ajedrez de los imperialistas norteamericanos en la región, tal cual se ha convertido el Grupo de Lima, donde se ha conformado un grupo de presidentes hostiles al gobierno de Venezuela y no tienen reparos en ser reconocidos a nivel mundial como vulgares marionetas de los intereses de los empresarios norteamericanos en el continente.


[1] Reyes, M. (2019). Presidente electo se reúne con embajadora de Estados Unidos. febrero 26, 2019, de El Diario de Hoy Sitio web

[2] Embajada S. (2009). Datos Estadísticos. febrero 26,2019, de Embajada de El Salvador en Washington Sitio web: http://www.elsalvador.org/

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